El empleo del cielo diurno y nocturno para medir el tiempo, incluso con la precisión de un reloj, persistió entre los campesinos venezolanos y otras latitudes australes, hasta tiempos históricos. Humboldt escribió en sus notas de viaje: “La Cruz del Sur es un reloj que avanza cerca de ocho minutos por día, y ningún grupo de estrellas ofrece a la simple vista una observación de tiempo tan exacto. Cuántas veces hemos oído decir a nuestros guías en las Pampas de Venezuela o en el desierto que se dilata entre Lima y Trujillo: «Media noche ya pasó, ya la Cruz comienza a inclinarse.» Y cuántas veces esta frase nos ha recordado la patética escena en que Pablo y Virginia, cerca de la fuente de los Lataneros, departían por última vez, cuando el Anciano de la Montaña a la vista de la Cruz, les advirtió que era tiempo de separarse.” Humboldt vio por primera vez la Cruz del Sur la noche del 4 al 5 de julio de 1799: “Si es permitido a un viajero comunicar sus emociones personales, diré que durante esa noche se realizó uno de los sueños de mi primera juventud.” Y recuerda la época en la que estudiaba los cielos no para consagrarlos a estudios de gabinete, sino para conocer las estrellas como indicadores de ruta en sus investigaciones errantes: “Me parecía penoso renunciar a la esperanza de ver algún día las constelaciones vecinas del Polo Austral. Impotente por explorar las regiones ecuatoriales, no podía levantar los ojos de la bóveda estrellada, sin pensar en la Cruz del Sur y sin recordar el pasaje sublime de Dante que los comentadores más célebres han aplicado a la bella constelación.” Con afán filológico señala Arístides Rojas que la literatura de las estrellas comienza con Job, aeda del dolor, cantor de las luminarias del firmamento que, desde los días bíblicos hasta hoy, han producido la inspiración poética de todos los pueblos: “¿Por ventura detendrás los deleites de las Pléyades o desatarás las ataduras de Orión? ¿Por ventura harás salir los planetas del cielo a su tiempo o guiarás a Arturo con sus hijos?” Con Dante aparece la Cruz del Sur en la Divina Comedia y en Pablo y Virginia la unió a romántica escena pastoril el estro poético de Jacobo Bernardino Enrique de Saint Pierre, según traducían el nombre del autor francés las ediciones madrileñas de 1792.
De las mitologías y constelaciones de los pueblos originarios más al Sur, escribe Sonia Montecino Aguirre (Mitos de Chile. Diccionario de Seres, Magias y Encantos): “En todas las tradiciones culturales esta constelación posee un significado especial. Entre los tehuelches se cuenta que el origen de la Cruz del Sur se relaciona con Kakn, un avestruz que dejó impresa su pata en el firmamento. Ello ocurrió cuando en una cacería fue avistado Kakn, el gran macho de avestruz, y los cazadores lo persiguieron hasta acorralarlo en un barranco. Kakn entonces trepó por un arco iris que tocaba el borde del abismo, desapareciendo en el cielo. Uno de los cazadores le lanzó una boleadora que también se perdió en la bóveda celeste. Kakn estampó la huella de su extremidad creando el conjunto de estrellas denominado Cruz del Sur y la boleadora suspendida en las alturas dio origen a las Tres Marías. Se cree que Kakn aún continúa corriendo por el firmamento.”
En lo estrictamente personal, he sobrevivido a mí mismo para recordar aquellos días cuando Charly García cantaba, arisco y misántropo, “No Voy en Tren”:
Cuando era niño nunca fui muy listo,
tocaba el piano como un animal.
Yo sé que algunos piensan que soy mixto
pero yo tengo personalidad.
tocaba el piano como un animal.
Yo sé que algunos piensan que soy mixto
pero yo tengo personalidad.
Yo soy de la cruz del sur,
soy el que cierra y el que apaga la luz.
Yo soy de la cruz del sur,
aquí y en everywhere.
soy el que cierra y el que apaga la luz.
Yo soy de la cruz del sur,
aquí y en everywhere.
Por si desean hacer un poco de arqueología musical en el ciberespacio:
Concierto: https://www.youtube.com/watch?v=kZ2llAD53OY
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