domingo, 28 de diciembre de 2014

Regalando o Negociando Estrellas

Mientras navegaba a la deriva en el ciberespacio, reuniendo materiales diversos del naufragio informático para un seminario sobre la Muerte que dictaré en marzo de 2015 (si estoy vivo): Elegías, Epitafios, Acrósticos, Obituarios y otros Paseos Literarios por los Campos de la Muerte, fui a encallar  en la página de Global Star RegistryTM. En el encabezado, puede leerse: “Dé nombre a una estrella. El regalo perfecto para cada ocasión.” Pensé como el príncipe Hamlet: “algo huele mal en Dinamarca”. Y me dispuse cautamente a buscar la trampa.  Ellos venden un “kit estelar” (lindo nombre) que comprende, cito textualmente: su certificado de estrella, mapa celeste, colgante grabado (bañado en oro o plata) con la constelación y las coordenadas (parecido a las placas de identificación de los militares). Evidentemente, no venden estrellas. No soy tan cínico como parezco a primera, incluso a segunda vista y si alguien tuviese la imprudencia de regalarme el “kit estelar”, archivaría el mapa, enmarcaría el certificado y me pondría -según la ocasión- el colgante grabado.
Ello me hizo recordar con melancolía (según  Longfellow, la melancolía es “un deseo sin nada de dolor, parecido a la tristeza en la misma medida en que la niebla se parece a la lluvia.”) aquellos días cuando el cuerpo comenzaba a burbujear con espasmos hormonales de testosterona y lobunamente salía en las noches corianas a dar rienda suelta a los impulsos juveniles. Y como estaba tempranamente corrompido con las canciones de Los Terrícolas, El Punto Sur y Los Ángeles Negros (todos melifluos y agridulces baladistas que aún acompañan mis juergas non sanctas) y había leído a  Goethe, a Pérez Bonalde, a Neruda, y pretendía emular al Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand, en consecuencia la emprendía a regalar estrellas a diestra y siniestra, tantas como bellezas arrebatarán el corazón en estro. Nuda veritas (la verdad desnuda), sólo costaban las mentitas románticas que las acompañaban. No recuerdo ninguna de las estrellas regaladas entonces, incluso olvidé los nombres y los rostros (recuerdo vagamente partes de la anatomía) de aquellas bellezas a quienes les regalé los astros. El olvido es un mecanismo de defensa psicológico.
En contraste con aquellos días hogaño marchitos, con la creciente contaminación lumínica cada vez es más difícil ver una solitaria estrella en nuestras cada vez más abrumadoras ciudades. Ponerse a ver el cielo nocturno y señalárselo a una belleza es cuanto menos una imprudencia cuasi criminal consigo mismo y con la compañera. En el cielo nocturno de Coro de fines de año, podemos apreciar con cierta dificultad la constelación de Orión y se necesita paciencia para otear el fantasma brumoso de Las Pléyades. Volviendo al negocio de “vender estrellas”, leí en la sección de preguntas frecuentes de los comerciantes siderales, estas respuestas que me dejaron plagado de preguntas infrecuentes:
¿Hacen ustedes descuentos a compras de grandes cantidades?
 Sí, contamos con un programa de descuentos por compras de grandes cantidades. Cada Estuche de Estrella incluye su propia estrella única. Si está usted contemplando un proyecto que le gustaría someter a nuestra consideración, por favor envíenos los detalles a… (aquí la dirección de correo).

¿Será utilizado por los astrónomos el nombre de mi estrella?
No. Los científicos utilizan coordenadas astronómicas para identificar y ubicar las estrellas. No es posible poseer realmente un objeto estelar, pues nadie [o todo el mundo, según sea su punto de vista sobre el tema], tiene derecho de propiedad sobre ellos. Las estrellas son, en esencia, enormes esferas de gas incandescente situadas a billones de kilómetros de nosotros, ¡así que el derecho de propiedad sobre ellas no resulta viable en ningún caso!

¿Mi estrella será mía exclusivamente?
Por completo. Los nombres de las estrellas serán archivados y registrados solo una vez. El nombre de la estrella se archivará en la Bóveda de Inscripciones y se anotará en un libro inscrito en las oficinas de la propiedad intelectual de los Estados Unidos de América.

Los  énfasis en los posesivos son míos.  En búsqueda de sabiduría, abrí El Principito de mi admirado Antoine de Saint-Exupéry y leí en el capítulo XIII, cuando el Principito llega al cuarto planeta, ocupado por un hombre de negocios, quien define las estrellas como “Millones de esas pequeñas cosas que algunas veces se ven en el cielo…Unas cositas doradas que hacen soñar a los holgazanes. ¡Yo soy un hombre serio y no tengo tiempo de soñar!” El hombre de negocios poseía quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y una estrellas; lo sabía bien porque era “un hombre serio y exacto”. “¿Y qué haces con las estrellas?”, preguntó el Principito. A lo que respondió: “Nada. Las tengo.” Al cabo del tenaz interrogatorio del Principito, el hombre de negocios precisó: “Las administro. Las cuento y las recuento una y otra vez. Es algo difícil. ¡Pero yo soy un hombre serio!” Cuando el hombre de negocios dijo al Principito que colocaría las estrellas en un banco mediante el expediente de escribir en un papel el número de estrellas que tenía y guardaría bajo llave en un cajón ese papel, sabiamente el Principito concluyó para sí: “Es divertido y bastante poético. Pero eso no es serio.” Y le dijo a manera de despedida: “tú no le eres nada útil a las estrellas.”

martes, 23 de diciembre de 2014

Regalo de Navidad: Ojos Brillando en la Oscuridad

La casa está en silencio. El musculo duerme  tras la lucha por la locha, como  se decía en tiempos de los abuelos.  La ambición descansa. Grillos y ratones se enseñorean de los rincones,  la cucaracha de levita magisterial preside la asamblea de las alimañas. Y desde el humilde rancho, colgado de los barrancos, vecino de las nubes y de las estrellas, pasando por las modestas casas sin pretensiones de la clase media baja, y las pintarrajeadas casas de la clase media alta, hasta llegar a las mansiones de los vampiros de la clase económicamente alta y hasta el mismísimo Palacio de Gobierno, donde duerme el sátrapa de turno sin enterarse de nada, se ven en la penumbra de las habitaciones millares de pequeños ojos encendidos, acechando en la oscuridad. Ojos pequeños, ojos diminutos, ojos de colores: rojos como gotas cuajadas de sangre, verde crudo como la envidia, verde manzana como los celos, azules  y distantes como el veneno. Pequeños ojos tenaces, solo visibles al apagarse las luces de la casa donde todos, o casi todos, duermen.
Despertar en el calor mojado de la noche. El cuerpo cubierto por una leve capa ambarina de sudor. La boca seca por los malos sueños. Y, al entreabrir los ojos pesados por las visiones recientes, sentir su presencia. Allí, en los rincones, debajo de la mesa, en los estantes llenos de baratijas y libros de autoayuda, brillan los ojillos como si fuesen ojos de murciélagos metálicos, enfundados en sus pieles de goma y de plástico. No son duendes ni seretones, tampoco son entierros de dinero –aunque cuestan los suyo–, son más bien como vampiros, vampiros de la electricidad.
Se estima que el 12% del consumo eléctrico del hogar está representado por todas esas pequeñas luces que quedan encendidas cuando se supone que los aparatos electrodomésticos está apagados. El equipo de CD tiene una luz azul igual que el codificador de DIRECT-TV, el DVD tiene una luz roja amenazante, la computadora pardea con una luz verde manzana como los celos. El celular es un ciclope de roja mirada, Polifemo que se ha quedado sin sus quesos y sin sus cabras. Polifemo que espera por Odiseo.
Despertar en la noche con una opresión: es como si alguna presencia se hubiese posado sobre el pecho. Un zumbido apenas perceptible desanda la habitación, el ruido nace de las entrañas de pequeños ojos que acechan desde los rincones. Ligeros campos magnéticos que alteran las microscópicas brújulas de la sangre.  Un sueño miserable, de lengua estropajosa, un sueño de mala conciencia…
Cada uno puede aportar su grano de arena en cuidar la Madre Tierra, en hacerse cargo de su deber de hijo con la Pachamama: apagar las luces innecesarias, no desperdiciar el agua, no arrojar basura en las calles y en los campos, sembrar un árbol, reciclar lo que pueda ser reciclado, promover con el ejemplo diario una actitud más amable con el planeta y con las especies con las que compartimos este mundo frágil, ajeno y azul. Recordar a San Francisco de Asís en su Cántico de las Criaturas, también conocido como el Cántico del Hermano Sol: “Loado seas por la hermana Agua, / tan útil, tan humilde, / tan preciosa, tan casta…Loado seas, mi Señor, por nuestra / madre y hermana Tierra, / porque ella nos gobierna y nos mantiene, / nos da frutos diversos / y flores de color y verde hierba.”
La Tierra Santa está en todas partes, pues toda la Tierra es Santa. Es tiempo de cruzados, de paladines de la Pachamama, de batallas diarias y pequeñas que como granos de arena formen playas infinitas. Las responsabilidades son colectivas, pero las acciones que hacen la diferencia son individuales.  
El zumbido me recibe al despertar como un arañazo. De un manotazo me quito los harapos de las visiones miserables, de las sensaciones culpables. Con agua puesta a serenar bajo las estrellas  de las constelaciones del Sur limpio mi rostro del rocío salado de los malos sueños.
El televisor, caja de los tontos, saluda la mañana con su único ojo rojo. La computadora pardea con puntos color verde manzana como  celos congelados. La impresora brilla en la penumbra con una minúscula hoguera naranja. Comienzo la cruzada y los apago uno a uno al cortar sus cordones umbilicales. No son estacas, son espinas diarias clavadas en los corazones de los vampiros de la electricidad. El celular es un ciclope de roja mirada. Soy Odiseo, enceguezco el ciclope, lo desconecto.
Camilo Morón

lunes, 8 de diciembre de 2014

Patrimonio en Jaque: Santa Ana de Coro y su Puerto Real La Vela

En  Santa Ana de Coro y su puerto real La Vela, pueblos distintos fusionaron sus saberes para dar origen a la arquitectura tradicional del barro de estos paisajes. Los indígenas aportaron el conocimiento de los materiales, técnicas  constructivas y la mano de obra aculturada y explotada. Los europeos trajeron de ultramar conceptos, planos, usos y las ansias de perdurar. Los africanos esclavizados aportaron sus pesares y sus sudores. Al sustrato constructivo de carácter mudéjar, donde converge lo hispánico con las formas árabes, se agrega, desde la segunda mitad del siglo XVII, el influjo holandés, a través de las vecinas islas de Curazao y Aruba, en un capítulo único e irrepetible de la arquitectura del Caribe.

Los criterios que  consideraron los delegados de la UNESCO para incluir estos escenarios urbanos entre los Bienes Culturales de la Humanidad son: CRITERIO IV:Ofrecer un ejemplo eminente de tipo de edificio, conjunto arquitectónico, tecnológico o paisaje, que ilustre una etapa significativa de la historia humana.” Coro y su Puerto Real La Vela son testimonios de un tipo de construcción en barro en la que convergen distintas tradiciones en un tiempo y un espacio singular. Se hacen presentes las modalidades constructivas del bahareque, el adobe y la tapia que ilustran un período histórico significativo. CRITERIO V:  “Ser un  ejemplo  eminente  de una tradición  de asentamiento humano, utilización del mar o de la tierra, que sea representativa de una cultura (o culturas), o de la interacción humana con el medio ambiente específicamente cuando esta se vuelva vulnerable frente al impacto de cambios irreversibles.”

Paolo Scarpellini considera que para recomponer el “mosaico de la sabiduría constructiva” de los antiguos maestros albañiles es necesario comparar de manera cruzada la información que proviene de diversas fuentes: libros y manuscritos de la época, documentos originales de la construcción, imágenes del lugar, examen de los sitios con los restos contemporáneos y toda posible información oral que provenga, si es el caso, de sobrevivientes que conozcan las técnicas constructivas.

En un desolador balance que comprende décadas y siglos, escribe Ana María Reyes: “Cuando Coro y La Vela ingresaron en la lista de Patrimonio Mundial una de las razones más importantes para esta decisión de la UNESCO fue sus técnicas constructivas. Lo que significa que las construcciones de tierra deben ser respetadas. Sin embargo a partir de 1993 decenas de casas de barro han sido destruidas en Coro y en La Vela. No se ha tomado conciencia de la importancia de la construcción con tierra y de su valor histórico. Para aquellos que defienden el patrimonio intangible deben recordar que las técnicas de construcción con tierra son patrimonio intangible también, independientemente de las casas. Sin embargo, hay en muchas personas un desprecio a la construcción con tierra y un gran respeto a la construcción con cemento, como el mayor y más seguro invento en materia de construcción. No recuerdan que mientras las técnicas constructivas de tierra tienen más de 10,000 años de existencias, las de cemento no llegan a doscientos años.”

De cara a la conservación de estas edificaciones históricas, recomendaba Carlos González Batista: “Hay mucho que aprender de nuestros artesanos, de su modo de tratar los materiales, los elementos constructivos, de la forma fluida con la que la historia encarna en ellos, sin saberlo, sin énfasis, naturalmente.

La restauración de los bienes culturales, ya se trate de un fragmento de cerámica arqueológica, de una estación de arte rupestre o de un urbanismo histórico, está siempre orientada por cuatro principios esenciales, que mnemotécnicamente pueden ser asociados a los cuatro puntos cardinales o a los cuatro jinetes del Apocalipsis, y cuya infracción deviene en intervención que no en restauración.  Estos principios son: 1. Respeto por el original. 2. Mínima intervención posible. 3. Documentación y 4. Reversibilidad.

 Pese a la claridad de estos principios, muchas de las acciones sobre el patrimonio arquitectónico en Coro y La Vela caen en la intervención flagrante: El cemento armado tiene una vida relativamente breve que puede ser alargada un poco con mucho mantenimiento y cuidado, con intervenciones costosas; al final, se produce la oxidación del hierro con su consecuente aumento de volumen que termina por fracturar el cemento. El friso de cemento y las pinturas acrílicas forman una película impermeable y no permiten la necesaria transpiración del muro. La resina y el plástico son materiales sintéticos más vulnerables de lo que se creía en un principio, cuyas complejas moléculas están destinadas a la ruptura. Estos materiales son adecuados para una construcción rápida y barata pero “desechable”. El uso exclusivo de técnicas modernas ha causado una grave pérdida de la edilicia  tradicional que se trasmitía a través de la experiencia de los maestros artesanos. Como advierte Scarpellini: “La restauración no puede ser un pretexto para hacer arquitectura nueva en el corazón de la ciudad antigua.”

Camilo Morón