sábado, 28 de enero de 2012

101 Aniversario del Nacimiento de Cruxent: Científico, Explorador y Artista


José María Feliz y Francisco Cruxent Roura o, más sencillamente, J. M. Cruxent, como firmaba sus escritos científicos y sus obras de arte, nació en Sarrià, Barcelona, España, el 16 de Enero de 1911. Ese fue el nacimiento del Cruxent de carne y hueso. El Cruxent espiritual e intelectual se gestó progresivamente en Venezuela, donde llega en 1939, exiliado de la Guerra Civil Española. De este éxodo personal escribió Marcel Roche que Cruxent había llegado “pobre, sin relaciones, sin diplomas universitarios. En 1976, es considerado en el mundo como uno de los máximos expertos en su campo. Esto lo obtuvo por medio de su talento innato -yo diría casi su genio- su voluntad de triunfar, su afán de estudio y su dedicación a la investigación.” En esa semblanza, Roche empleó la palabra genio en dos ocasiones.
Las contribuciones de Cruxent al progreso de las ciencias en Venezuela y en América fueron múltiples, pero su más valioso enfoque ha sido la relación entre el objeto arqueológico, sea un fragmento de cerámica antigua o una herramienta lítica, y el hombre tribal de hoy. Su otro aporte importante, en coautoría con Irving Rouse, arqueólogo de la Universidad de Yale, fue el establecimiento de una cronología regional para interpretar los testimonios arqueológicos. Esta obra clásica es “Arqueología Cronológica de Venezuela”, originalmente publicada en 1958; considerada la obra más importante e influyente en la historia de la Arqueología venezolana.
Cruxent participó en la “Expedición Franco-Venezolana” que exitosamente llegó a las cabeceras del río Orinoco el 27 de noviembre de 1951. Los resultados de esta expedición fueron relevantes: se logró determinar con exactitud la frontera entre Venezuela y Brasil. La expedición incorporó 4.000 kilómetros cuadrados al territorio nacional. Se hicieron importantes aportes al conocimiento de la geografía, la cartografía, la etnología, la arqueología, la botánica, la zoología y la mineralogía. No hubo rincón de la geografía venezolana que Cruxent no conociese en sus andariegas investigaciones.
El rasgo más singular de las inquietudes científicas de Cruxent es su sentido estético. El gusto por el dato, por el informe científico, por la descripción exacta, presentes están en sus trabajos; pero, sus inquietudes artísticas, incluso filosóficas, son fibra permanente en su obra. Cruxent formó parte de la vanguardia artística latinoamericana de los años 1960 y 1970, siendo uno de los exponentes del “Informalismo Abstracto” en Venezuela; y, fusionando técnica y arte en un lenguaje plástico propio, denominado por el crítico de arte Frank Popper con el nombre de “Paracinetismo”, crea una propuesta estética donde la geometría adquiere una nueva dimensión en virtud de incorporar la electricidad y el movimiento al arte. Cruxent fue miembro del célebre “Techo de la Ballena” (1961-1969); movimiento cultural que respondió a las contradicciones de la sociedad venezolana de la época, desde el arte y las letras como desafíos al orden político y estético establecido.
Cuando Cruxent recibió el Premio Nacional de Ciencia el 1987, lo dedicó al Estado Falcón: “En mi carrera, la mayor satisfacción la he encontrado en los años de mis investigaciones en territorio falconiano. Me he hecho en Falcón. Se lo debo a esta tierra. Verdaderamente, porque yo soy un provinciano y por retruque el Premio pertenece a Falcón, a su Universidad y a los corianos.” Cruxent murió en Coro a los 94 años, la mayoría vividos en Venezuela, hasta el punto de autodefinirse en estos términos: “Yo soy un venezolano con bolas.”
Cualquiera de las valiosas contribuciones de J. M. Cruxent en los campos de la docencia, la investigación, la exploración y el arte le hubiesen garantizado un lugar de honor en la historia de la cultura venezolana. Para decirlo en palabras de Cruxent: “En Venezuela me abren las puertas, me abren el corazón. Aquí encuentro lo que vine a buscar, porque vine como un inmigrante español que huía de la dictadura de Franco. Por todo eso yo le prometí a Venezuela darle su prehistoria, porque no la tenía, lo que había aquí sobre este tópico era muy poco. Venezuela me dio vida, me dio ilusión, ganas de vivir. Yo creí necesario cumplir con un deber, dar lo poco que sabía, yo venía a eso… Y cumplí.”

Mgs. Sc. Camilo Morón
Profesor e Investigador UNEFM

Pequeño Punto Azul


Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es casa. Eso es nosotros. En él se encuentra todo aquel que amas, todo aquel que conoces, todo aquel del que has oído hablar, cada ser humano que existió y vivió su vida. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de esperanzadas religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de la civilización, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada esperanzado niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí: en una mota de polvo suspendida en un rayo de luz del sol.

La Tierra es un muy pequeño escenario en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en los amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables y crueles visitas hechas por los habitantes de una esquina de ese pixel para los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina; lo frecuente de sus incomprensiones, lo ávidos de matarse unos a otros, lo ferviente de su odio. Nuestras posturas, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que tenemos una posición privilegiada en el Universo, son desafiadas por este pálido punto de luz.

Nuestro planeta es una mota solitaria de luz en la gran envolvente oscuridad cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay ni un indicio de que la ayuda llegará desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.

La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. ¿Visitar? Sí. ¿Colonizar? Aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos.

Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y construcción de carácter. Quizá no hay mejor demostración de la tontería de los prejuicios humanos que esta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amablemente, y de preservar el pálido punto azul, el único hogar que jamás hemos conocido.



Carl Sagan

Propuesta de Nominación y Filosofía del Museo de Ciencias y Artes J. M. Cruxent


Santa Ana de Coro, Patrimonio Cultural de la Humanidad. 29. Nov.2011.
Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda.
Centro de Investigaciones Antropológicas Arqueológicas y Paleontológicas (CIAAP).
Cátedra de Patrimonio Histórico, Cultural y Natural.

Ciudadano:
Ing. Pedro Urbina.
Decano de Extensión y Producción UNEFM.
Su Despacho-.

Sirvan estas líneas para hacerle llegar un cordial saludo, deseándole todo género de bienaventuranza, y asimismo proponer ante esta instancia universitaria se honre la memoria del científico, explorador y artista J. M. Cruxent nominando como Museo de Ciencias y Artes J. M. Cruxent al hasta ahora conocido como Museo de Cerámica Histórica y Loza Popular. Son múltiples las razones que motivan esta propuesta, entre todas destaquemos:
La colección que actualmente se conserva, custodia, estudia y preserva en este museo es arqueológica, paleontológica y antropológica, superando con mucho la especificación objetual del actual y limitante nombre del museo.
En sus comienzos, en 1980, el museo fue concebido como una vitrina expositiva para presentar a la comunidad falconiana y visitantes las investigaciones en curso adelantadas por el CIAAP, que comprendían desde el Poblamiento Temprano hasta la locería tradicional falconiana, un lapso de tiempo de 15.000 años, según los datos científicos de mayor crédito.
El amor y devoción de J. M. Cruxent por Falcón y por Venezuela se transparentan en sus propias palabras, que hemos espigado entre las innúmeras páginas dedicadas a su vida y su obra:
Cruxent dedicó el Premio Nacional de Ciencia 1987 al Estado Falcón como un generoso reconocimiento a la tierra que tanto le había brindado: “En mi carrera, la mayor satisfacción la he encontrado en los años de mis investigaciones en territorio falconiano. Me he hecho en Falcón. Se lo debo a esta tierra. Verdaderamente, porque yo soy un provinciano y por retrueque el Premio pertenece a Falcón, a su Universidad y a los corianos.”
“En Venezuela me abren las puertas, me abren el corazón. Aquí encuentro lo que vine a buscar, porque vine como un inmigrante español que huía de la dictadura de Franco. Por todo eso yo le prometí a Venezuela darle su prehistoria, porque no la tenía, lo que había aquí sobre este tópico era muy poco. Venezuela me dio vida, me dio ilusión, ganas de vivir. Yo creí necesario cumplir con un deber, dar lo poco que sabía, yo venía a eso… Y cumplí.”

Mgs. Sc. Camilo Morón

Del Mito al Rito Cotidiano


Rito, según el DRAE, es “del latín, ritus: m. Costumbre o ceremonia 2. Conjunto de reglas establecidas para el culto y ceremonias religiosas. La voz Cotidiano, según la misma fuente, proviene del latín quotidiānus, de cuotidíe, adj.: diario. Así que Rito Cotidiano viene a significar el rito de todos los días. Robert Graves, en los Mitos Griegos, Tomo I, (2da. ed.: 2001; 7ma. ed.: 2009), establece en estos términos la relación entre mito y rito: “Por mito auténtico se puede definir la reducción a taquigrafía narrativa de una pantomima ritual representada en festivales públicos y recogida pictóricamente en muchos casos en la paredes de los templos, vasijas, sellos, tazones, espejos, cofres, escudos, tapices, etc.” Estamos plenamente convencidos con Cesare Pavese de que el mito es un lenguaje, un medio expresivo –esto es, no algo arbitrario, sino una matriz de símbolos que posee, como todo lenguaje, una particular sustancia de significados que ningún otro medio podría proporcionar: “Cuando repetimos un nombre propio, un gesto, un prodigio mítico, expresamos en media línea, en pocas sílabas, un hecho sintético y abarcador, un meollo de realidad que vivifica y nutre todo un organismo de pasión, de estado humano, todo un complejo conceptual.”
Lo sagrado nuestro de cada día. La sola idea de la sacralidad de lo profano escandaliza y perturba. El saludo, la comida, el baño, el sueño, el sexo son alegorías de lo eterno en su transitoriedad, ansias de permanencia en la carne que cada día caduca y muere. Un gesto diario puede contener –y de hecho contiene– toda la historia evolutiva y cultural de la especie humana. Las drogas que emplea un chamán en las sociedades originarias para remontarse al mundo de los espíritus, sirven en la sociedad de consumo para diversiones apocalípticas de fin de semana. Lo sagrado ha sido entonces destripado de su contenido. Pero el camino inverso también puede andarse, y el gesto cotidiano –el rito cotidiano– puede sacralizarse. Decía Apollinaire que un pañuelo que cae es para el poeta la palanca para levantar todo un universo. La obras de Leonardo Gutiérrez, Rembrandt Daal y Camilo Morón están al acecho de lo sagrado en lo cotidiano nuestro de cada día.

Ixión de Camilo Morón o la Poética del Despecho


Clara prueba para quienes afirman que el acto creador es la mejor actividad contra los tormentos del hombre, lo constituye el poemario Ixión de Camilo Morón. Amado Alonso, hablando sobre “Sentimiento e intuición en la lírica”, señala la necesidad del desdoblamiento del poeta para alcanzar la idea de una imagen poética. A la vez, este desdoblamiento –afirma Alonso- se basa en la certeza de saber que “el sentimiento no es de naturaleza racional, y por eso no se puede comunicar directamente.” Partiendo de esto, y luego de hacer lectura del libro Ixión, se puede constatar la presencia de un sentimiento de mayor fuerza, que define y da el tono al libro de forma generalizada, sin que por esto sea simple, se trata, pues, del despecho.
Si se afirma que es del “despecho” de lo que hablan los poemas de Camilo Morón, también se debe decir que el primer gran dolor de su libro está en el primer poema: “Desnudo Femenino a la Luz de un Eclipse Lunar”. Dado que es un poema de largo aliento, donde evidenciamos el primer desahogo del poeta, ahondando en su profundidad psíquica y, por qué no decirlo, sentimental, donde el poeta pregunta, rebusca en los por qués y los dóndes, prevalece la tortura de un recuerdo aún no devastado.
“Lluvia de acento leve
sobre verdes, húmedos campos;
un canto robado a la noche mágica del pasado;”
Para entender el despecho como sentimiento mayor en este libro, es necesario observar con detenimiento, las formas que asume el recuerdo en sus múltiples apariciones, pero que a su vez va desdibujándose a lo largo del libro, dejando más espacio al mundo del poeta, quien pasa de un estado de añoranza compulsiva y melancólica (del ayer), a la valoración del sí mismo (el “yo” en presente) y la esperanza de un futuro que no puede prever, convirtiéndose éste último, en el motivo para continuar buscando alivio dentro de su propia palabra encadenada.
En “Ixión”, Camilo Morón mantiene un hilo sentencioso sobre determinadas escenas, especialmente utilizando estilos narrativos, ensayísticos y poéticos perfectamente hilvanados para convocar poemas con un alto contenido semántico y pictórico (para quienes pensamos especialmente en imágenes), tal como podemos observarlo en el siguiente fragmento:
“El amor se arrastra, sube la colina,
arranca algunas rosas y se cuelga de un árbol.
El amor asustado y, sin embargo, de mirar claro,
se alimenta de humanas flores y cálido fango.”
En el libro la variedad temática está expresada en forma de objetos circundantes, no explícitos ni reiterados, sino implícitos en escenas, imágenes y acontecimientos que los delatan. Sobre esto, Amado Alonso afirma: “El propósito de la creación poética supone siempre y desde su primer momento un desdoblamiento de la personalidad: el poeta vive sus sentimientos y a la vez los contempla”.
El despecho expresado en este libro no es un evidente despecho de canciones de rockola, como las de los charros mejicanos y las chatarritas. Más bien es un despecho padecido y soportado en privado, en el interior del poeta, que al vivir en el poema, rompe con el hermetismo propio, permitiéndole atreverse a presentar una escritura menos formal, más cercana a lo cotidiano, en donde comienzan a aparecer los reproches y las quejas características de quien intenta olvidar recordando y siempre tratando de dejar atrás un buen guayabo, diríase alguien que intenta alejarse caminando en círculos.
“Y el amor… el amor
es un laberinto florido,
un macabro laberinto de cristal:
una etérea correspondencia
al pie del cadalso;
una luz antigua
en un antiguo ritual.”
Nótese, por ejemplo, la sentencia del amor como “una luz antigua en un antiguo ritual.” Es clara la presencia del amor que pasó, y está doliendo, es decir un despecho que no se presenta en su forma explícita sino implícita, a través de una imagen poética que lo descubre. Y es asimismo referencia a las coordenadas míticas a las que el poeta recurre en una búsqueda de claves para comprender los calabozos y laberintos de la experiencia amorosa
Hacia el final de Ixión, después de transcurrir los caminos más tormentosos donde el poeta nos lleva, siempre camino hacia la calma, la cual consigue parcialmente al final de cada poema; se llega al punto donde el poeta expresa su conciencia de la palabra, se detiene a nombrarse: “alma descalza”, afirmando que “vendrán nuevas voces, nuevas ansias/ en la piel del camino”, que no es otro que su camino, y es en este momento donde deja expresa su visión del futuro como un “quizás”, posible o imposible, pero que le permite marcar un punto y aparte en el libro. Es entonces, cuando se entiende que la obra no pudo llamarse de otro modo, sino “Ixión”, el testimonio poético de quien se siente un desterrado más de este mundo, viviendo su despecho libremente.

Ennio Tucci

Este Bar como Máquina del Tiempo


Frente al oscuro cobalto del Caribe, al noroccidente de Venezuela, se encuentra el Estado Falcón; su silueta semeja un hombre hundido hasta los hombros en las mobles arenas de los médanos; su anatomía o debiésemos decir su geografía comprende el sistema de la costa, conformado por playas de suave declive, arenas blancas y doradas y bosques de enigmáticos manglares; el sistema montañoso, hada huraña y bruja lujuriosa, dibuja su silueta desde pequeños montes cubiertos de vegetación xerófila hasta montañas cuyas cumbres están veladas por la doncellez de las nubes y lucen una vegetación de exuberancia tropical con ansias de selva; el sistema de la llanura, propicioa losshamanes, santos, seretones y ascetas, es un lienzo de amarillo pintado en la llanura árida, cubierta de espinos y cardos; como un espejismo de verdes es la llanura inundable en la estación lluviosa, rica en pasturas para la explotación ganadera y en arboles maderables. En toda esta variada geografía rondan las ánimas, las brujas, los duendes, los encantos, los fantasmas. los poemas, los poetas y los cuentos. Y en el corazón de este mosaico palpita una Máquina del Tiempo: Este Bar, como cualquier otro bar...
Una llovizna de recuerdos atrapada entre sabias paredes de barro. Vigas como nervaduras de cardones. Y en el aire la tertulia en calma, a su ritmo acompasado, un ritmo próximo a la amistad. Pese a que Este Bar adolece de esquinas duramente sombrías, pues está poblado por la luz cetrina y como gastada, podemos recitar al Baudelaire de Le Vin de Lʼ Assassin:
Nadie me puede comprender. ¿Uno solo
De entre estos borrachos estúpidos
Sueña en sus noches mórbidas
Hacer del vino un sudario?

Esta crápula invulnerable
Como las máquinas de hierro
Nunca, ni en verano ni el invierno,
Ha conocido el verdadero amor,

Con sus negros encantamientos,
Su cortejo infernal de alarmas,
Sus redomas de veneno, sus lágrimas,
Sus ruidos de cadenas y osamentas.

La rockola no es una suma de engranajes y circuitos: Es el más compresivo de los psiquiatras. Al marcar la combinación de letras y números que corresponde a una canción de Pedro Infante, de Julio Jaramillo, de Felipe Pirela, de Daniel Santos, damos al alma el musical tratamiento que requiere para sanar sus moretones. Esta rockola hace tiempo que guarda silencio y su nobleza callada es como un reclamo a la nostalgia o a la indolencia. Desde luego, hay una graduación en ese acto curativo que va desde la contemplación desnuda del dolor propio hasta el exorcismo de la razón. En ese carrusel de alcohol y emociones hay escalas para todos: desde un bronceado de fantasía poética tropical hasta una Siberia del intelecto. Pero el alcohol y el despecho son rasgos que Este Bar comparte con otros lugares de semejante vocación y que si bien lo hacen cálido y humano en nada diferencian sus coordenadas. A Este Bar proletario lo distingue el paso del Tiempo en el escenario: Una fotografía de Marilyn Monroe, recostada eternamente en la humedad de la pared, una gráfica de Oswaldo Vigas de los años cincuenta, la época de las Brujas, el cartel de una marca de cigarrillos que ya no se encuentra en las bodegas desde hace cincuenta años, la publicidad de un refresco carbonatado del que ninguno de los contertulios recuerda su sabor de tanto ha que se ha secado el recuerdo en la lengua.
En la soledad de Este Bar, sostenida en la luz de la noche una bandera en derrota, releo a H. G. Wells y comparto la pena del Viajero del Tiempo por los amores imposibles: “Y tengo, para consolarme, dos extrañas flores blancas –encogidas ahora, ennegrecidas, aplastadas y frágiles– para dar testimonio de que cuando la inteligencia y la fuerza hayan desaparecido, la gratitud y una mutua ternura vivirán aún en el corazón del hombre.”
Bebo mi audaz melancolía con el último trago de cerveza; una cerveza caliente, como decimos en el Caribe, a temperatura ambiente, como dicen los burlones en los Andes. Con un gesto de la mano hago a un lado la sombra larga del tiempo y me redimo. Y con alegría que corroe el espíritu de la pena, cual si fuere el surco que sobre el mar deja un barco fantasma, saludo al pasar entre las mesas a Omar Kheyyam:
Despertaos, despertaos, durmientes, que la aurora
arrojó ya la piedra al piélago nocturno
ahuyentando a los astros, y el Cazador de Sombras
prendió en un haz de luz la torre del silencio.

Se abren las puertas al aire de la calle. Las voces de la ciudad son las de esta noche y las de las noches de siempre. Al salir dejo mis huellas entre las horas y me llevo los sueños del bar.

Camilo Morón

Donquis: Dibujante del Ideal, Pintor de la Transparencia


Los mensajes se seguían uno a otro en la noche coriana. Cambiaban, sin aviso y sin regla, la sensación, la idea y la ortografía, los signos de puntuación y los caracteres, el tono plañidero y la extensión de la herida. Las palabras cabalgaban en las pantallas de los celulares, poseídas de un sentido de urgencia. Los sentimientos se repetían, cayendo de rodillas, como ecos que se desploman en el vientre de la sierra falconiana: Antonio José Donquis ha muerto.
Escribo estas líneas en tres tiempos. Uno es el tiempo del recuerdo. Otro es el presente que gotea entre las manos. Otro es el futuro mutilado.
Recuerdo que comenzamos el año pasado compartiendo las paredes en un homenaje al viejo J. M. Cruxent: lo pintaste desde las coordenadas del corazón, en cada línea dibujaste un girón de alma, el conjunto pictórico era un ensayo biográfico y psicológico. Con ese cuadro despedimos desde otra pared el año que se iba y saludamos el año que recién nacía. El cuadro era para ambos como una sala en la que nos sentábamos a conversar o un fuego en cuyo calor nos hacíamos más sabios, como indios, según decíamos.
En el presente voy a la que fuera tu casa. Los amigos y los familiares guardan un silencio preñado de sentimientos. Allí están los seres que te amaron y te fueron amados. Los amigos susurran y velan tu recuerdo de esa manera que sólo saben hacerlos nuestras clases humildes, sencillas, leales. La sala está engalanada con una selección de tus obras más recientes. Una entre todas me reclama: una composición de autorretratos en tonos sobrios, como de plomo. Una vida entera pintada por la propia mano del artista. En la que fuera tu casa, los artistas, correligionarios en la aventura de la creación, son guardianes del que fuera tu fuego en carboncillo o en pincel, en la palabra suave y en la memoria de una ciudad que se pierde en la desmemoria para no volver más. La Asociación de Artistas Plásticos de Miranda escribió en un sentida nota de duelo: “A un amigo que rindió culto al amor…Se recuerda siempre con amor…Nos dejas tu semblante melancólico y risueño y el color acrisolado de tus palabras.” Y firman con justicia: “Tus amigos”.
Es árido para un historiador escribir para despedir al amigo. Las palabras de reconocimiento a los valores de un creador han de prodigarse generosamente en vida. Tuve la fortuna de compartir la franca conversa que presenta la opinión desnuda de toda cautela, de todo cálculo literario, de cualquier afán de figurar a costillas del mérito ajeno. Estas palabras que ahora escribo son el testimonio del historiador ante la memoria de un pueblo, de nuestro pueblo. Son también el bálsamo para el dolor aún fresco y enconado, sirven para desatar el nudo que se atraviesa en la garganta, conjuran el exorcismo de los “heraldos negros que nos manda la Muerte”, como decía Vallejo.
El futuro mutilado son nuestros planes de enseñar a conocer y amar la cerámica arqueológica y tradicional en unos talleres teóricos y prácticos que veníamos fraguando. La última conversa sobre el tema la tejimos a comienzos de enero en la plaza Bolívar de Coro. Me contaste que te habías recuperado de alguna enfermedad que te tuvo postrado en cama, pero que no quisiste incomodar a los amigos con pesares. Te reclamé cordialmente que esas vainas no eran así y que los amigos teníamos derecho de saber de los amigos. Pasamos la página y hablamos de un futuro con la mano y el sentimiento puestos en el barro modelado, dócil, maleable, renacido en forma y diseño en el vientre del fuego. Pero ya no podrá ser o al menos no lo haremos juntos. ¡Qué vaina, hermano!
En la sala donde amigos y familiares lloran tu cuerpo, tus obras se levantan como faros que alumbran un camino posible hacia la eternidad. Los creadores no mueren, sólo fingen dormir profundamente. Uno de los cuadros es una lectura tuya de un cuadro clásico: “Miranda en la Carraca”. En tu pintura está todo: los muros, las cadenas, la cama de paja, el libro. Sólo falta Miranda. Querías con ello decir que Miranda era libre, infinitamente libre. Hoy pienso, Antonio, que eres tú quien se ha liberado.

Camilo Morón