martes, 18 de septiembre de 2012

E.T. está Herido


Era Carnaval. La flaca y vieja Cuaresma del cuadro de El Bosco había sido derrotada por el jocundo y juvenil Rey Momo a horcajadas en su barril vacío. Agridulce año del Señor de 1982: cuando el público vio nacer, crecer y extenderse como una mancha de aceite sobre el agua la fama mediática de  E.T. (el extraterrestre), siendo su partero Steven Spilberg, joven director salido de las fauces millonarias de Tiburón; aquel año unos pocos solitarios tomaron nota de la disolución de la vida tormentosa y alucinada de Philip K. Dick, quien  escuchaba la voz de un satélite orgánico que era la materialización de la  Gran Inteligencia Cósmica como Sistema.
En la Urbanización Cruz Verde de Coro –la UCV de los camioneteros, buseteros y taxistas– las dimensiones paralelas de universos simultáneos se superponían las unas a las otras con cuidada indiferencia. La entropía día a día nos arrastraba  a todos desde el Big Bang hasta el desgarramiento final de la materia, cuando los átomos se esfumarán como un soplo. En la UCV no abundaban los cosmólogos ni los astrónomos, aunque todos leían sus horóscopos y seguían  la vida (efímera) de las estrellas de las telenovelas y los campos deportivos. La Tierra era una nave espacial huérfana que llevaba adherida un parche de singular humanidad que vivía su vida un día por vez.
Radio Coro Popoluarissiimaaa voceaban las ondas hertzianas en las radios de las cocinas y los autos por puesto. El sol de la llanada caldeaba sus amarillos y calores en el seno de su horno termonuclear. Desde hacía meses la fama de E.T. era global. Había sobrevivido a una maquinación gubernamental, había resucitado de entre los muertos con su dedo levantado firme y rojo como un bombillo de burdel, había cruzado el cielo montado en la parrilla de una bicicleta disfrazado de vieja.  Ahora, en la Cruz Verde, zona roja en la cartografía policial,  barriada con ínfulas de urbanización, E.T. se acercaba en un camión sin barandas a una cita con el destino.
La caravana de tres autos  marchaba  por la calle lanzando caramelos y papelillos a diestra y siniestra. Los niños barrigones como garabatos cubistas  chillaban  desde las aceras y se abalanzaban sobre los dulces como una jauría de licaones. Las niñas saltaban como pequeños gorriones, graciosamente saludaban al visitante de otro mundo, y descendían como harpías sobre los caramelos astillados. A la vuelta de la esquina la Muerte mascaba tabaco, escupía manchas oscuras de mala suerte en el polvo, mientras  lanzaba una moneda de plata al aire.  
Radio Coro Popoluarissiimaaa gritaba el reportero. Lo oí en el radio de la cocina.  E. T. está llegando a la Cruz Verde. E.T. –gritaba–, el extraterrestre, viene a saludar a los niños y las niñas de la Cruz Verde. El desfile avanzaba con la solemnidad  una procesión política. Los infantes se arremolinan como un tsunami al paso de la caravana, un Mar Rojo de juveniles ilusiones que se despeña hacia su cauce. Figuras burlescas, como los  rostros desfigurados de la Entrada de Cristo en Bruselas de Ensor, flanquean aquellas playas ilusionadas. La Muerte sonríe, reclinada en la esquina, jugando con su moneda de plata a cara o cruz. El aire salado lleva la melodía hecha girones del caribeño Pedro Navaja y su abuelo teutón  Mack the Knife. Un policía interroga a un borracho abrazado al poste: ¿Vio a un tipo flaco como un personaje de El Greco doblar la esquina? El borracho responde sin soltar el poste: Cuando ya llegué la esquina ya estaba doblada.
 A la carrera salgo de casa. Cruzo con geométrica precisión el triángulo isósceles que me lleva a la calle por donde pasara la caravana del ilustre visitante. Veo a un hombre vestido de negro que habla con una varilla eléctrica; es el reportero que vocifera Radio Coro Popoluarissiimaaa. A su lado  hay una figura rechoncha como un gran terrón de bosta, un cono pardo de arrugas concéntricas que piramidalmente se levanta hacia un dedo rojo como el bombillo de un burdel. Un dedo con aire pornográfico, pienso inocentemente…La mirada de E.T. está perdida entre las paredes y la gente, ve sin mirar, como si la fama y la bulla no  pudiesen atravesar su piel de plástico duro. La Muerte ataja la moneda al vuelo, con un rápido movimiento la cubre contra su antebrazo, aguarda expectante un nanosegundo y lentamente la descubre y la sonrisa se marchita como un cadáver en su boca.
La caravana de tres autos solemne pasa frente a mí. E.T. levanta y sube el cuello como si fuese un balancín de esos que desangran el petróleo. El dedo titila bajo el sol ardiente y apunta arriba, hacia el espacio y más allá, hacia el vientre termonuclear de las estrellas invisibles. Un tipo flaco como un personaje de un cuadro de El Greco o como los pistoleros de la novelas del Oeste, sale como una sierpe del crucigrama de una vereda. Los ojos inyectados de sangre anuncian una noche turbulenta. El pelo mugriento le cuelga en la cara como lianas selváticas. Se arquea como un lanzador de grandes ligas y lanza una pedrada necesariamente certera, necesariamente letal. La piedra impacta contra la cabeza de E.T. que se tensa, se dobla y se rompe en un ángulo imposible. Del cuello mutilo sale y se oculta un tubo negro como sangre mineralizada. La cabeza de E.T. pende de un girón de su piel de plástico y se balancea. El reportero se agacha pero no suelta el micrófono. Mientras hace señas al conductor de que acelere, grita: E. T. está herido. Yo pienso que con esa herida debe estar muerto.
Decía Philip K. Dick que la esencia  de la  Ciencia Ficción es la desfiguración conceptual que, desde el interior de la sociedad, origina una nueva sociedad imaginada en la mente del autor, plasmada en letra impresa y capaz de actuar como un mazazo en la mente del lector, lo que Dick  llama “el shock del no reconocimiento”. El lector sabe que aquello que lee no se refiere a su mundo real. Podemos hablar de la suspensión del “principio de realidad” virtud a la confabulación del autor y el lector para co-crear un mundo (con sus leyes) al margen del continuum espacio-temporal que ambos habitan en una esquina de Universo conocido.  
El reportero se oculta tras el equipo de sonido, con una mano sostiene el cuerpo tambaleante de E.T. y narra: En la Cruz Verde un maleante ha herido a E.T. Un malviviente que desea arruinar esta jornada de alegría ciudadana.  Pasado el tiempo aquella gesta radiofónica en la calle detrás de mi casa se entrelazará en los agujeros negros de mi memoria con la narración que Herbert Morrison hizo del desastre del dirigible LZ 129 Hindenburg. De eso están hechas las grandes noticias.  “¡Oh, la humanidad!” E.T. ha sido herido, grita el reportero. Y la cabeza se balancea sensual y torpe al ritmo de la noticia.
La caravana de tres autos de fragmenta. El camión que lleva el cuerpo de E.T. cruza la próxima esquina por la misma calle que lleva al hospital, sólo una ruta cualquiera de escape. Lo último que veo de E.T. es su cabeza que colgaba como una mochila en la espalda. El reportero vestido de negro asoma el micrófono por detrás del equipo de sonido y vigila por lo bajo para otear de dónde podrá venir la próxima amenaza que nunca llega. Vuelvo a casa con una insana alegría acunada en el corazón como un pájaro.
 Aquella noche soñé con la Mano Pelúa, que se colgaba de la ventana como un murciélago, que se dejaba caer sobre la almohada, que reptaba hasta mi cara, que hundía sus dedos cadavéricos en mi garganta. Desperté en otro sueño. Los Sacasangre merodeaban en el laberinto de veredas de la Cruz Verde. Cada mañana un niño era encontrado en la cama sin una gota de sangre en el cuerpo, en la mirada retratado en espanto final. Pero no había misas, ni noticias en los periódicos, ni velorios, ni cadáveres, pero ello no era argumento contra la fuerza de los temores infantiles. Carne frita de Wub, el enorme cerdo filosófico marciano, del delicioso cuento de Philip K. Dick, cerdo sabio y pacífico  que posee nuestra inteligencia cuando lo tragamos en salsa y chicharrones suculentos y humeantes y sabrosos  y así somos, como dice el refrán, lo que comemos: cerdos nómadas, siderales. Aunque, para ser sincero, es más de mi  agrado el antiguo refrán chino que recomienda: hay que comer hasta estar casi satisfechos.
No puede matarse un mito. Los mitos se transforman o duermen, pero no mueren. Al día siguiente E. T. siguió su peregrinar por las barridas de Coro. Veía sin mirar, ajeno y distante a la bulla y la fama. El dedo burdelario apuntaba al infinito mientras encendía y apagaba. E.T., más sabio bajo su piel dura de plástico,  no volvió a pasear por lo maravilloso cotidiano de la Cruz Verde. Esta es una vida maravillosa.
                                                                        Camilo Morón

viernes, 14 de septiembre de 2012

Humor en Evolución


Desde la primera edición del Origen de las Especies de Charles Darwin en 1859 (1.500 ejemplares, todos vendidos el primer día), la teoría de la evolución de las especies por selección natural ha sido sitiada y hostigada  por chistes, bromas equívocas y parodias. Es así porque la teoría de la evolución tiene implicaciones profundas  sobre nuestros orígenes y nuestro lugar en la Naturaleza. Algunos tuvimos nuestro primer contacto tangencial con la teoría de la evolución de una forma poco ceremoniosa y más truculenta,  orlada de pesadilla: una antigua caricatura que, con trazo tortuoso, pintaba una criatura simiesca, encorvada,  de piel velluda, manos toscamente humanas; la cabeza era la de un anciano de luenga barba; las facciones pesarosas y entristecidas: un monigote del viejo Charles Darwin.
Era la respuesta burlesca  de algunos críticos bufones –que se creían graciosos– a los desafíos que la teoría de la evolución natural de las especies implicaba para la tradición y lo convencionalmente aprendido y sabido. Aquella célebre caricatura  era una negación nerviosa, algo así como una risa histérica… Las bromas sobre los evolucionistas y los monos eran muy frecuentes entonces; y aún lo son… Aquella caricatura era sintomática de la respuesta promedio de la época y nos hace recordar aquella sentencia de Thomas Henry Huxley según la cual “las verdades irracionalmente defendidas pueden ser más dañinas que los errores razonados.”
Como ejemplo de los chistes evolucionistas, leemos en el Diccionario del Diablo (1911) de Ambrose Bierce, esta definición de la voz Anécdota: s. Relato generalmente falso.  Y a título de ejemplo:
El general H. H. Wolherspoon, director de la Escuela de Guerra del Ejército, tiene como mascota un babuino, animal de extraordinaria inteligencia aunque nada hermoso. Al volver una noche a su casa, el general descubrió, con sorpresa y dolor, que Adán (así se llamaba el mono, pues el general era darwinista) lo aguardaba sentado, ostentando su mejor chaquetilla de gala.
—¡Maldito antepasado! —tronó el gran estratega—. ¿Qué haces levantado después del toque de queda? ¡Y con mi uniforme! Adán se incorporó con una mirada de reproche, se puso en cuatro patas, atravesó el cuarto en dirección a una mesa y volvió con una tarjeta de visita: el general Barry había estado allí y a juzgar por una botella de champán vacía y varias colillas de cigarros, había sido amablemente atendido mientras esperaba. El general presentó excusas a su fiel progenitor y se fue a dormir.
Al día siguiente se encontró con el general Barry, quien le dijo:
—Oye, viejo, anoche al separarme de ti olvidé preguntarte por esos excelentes cigarros. ¿Dónde los consigues? El general Wotherspoon sin dignarse responder se marchó.
—Perdona por favor —gritó Barry, corriendo tras él—Bromeaba, por supuesto. Anda, si no había pasado quince minutos en tu casa y ya me di cuenta que no eras tú.
Este otro chiste es más ligero de formas y su cándido humor es, si se puede, más corrosivo:
Una niña llena de dudas le pregunta a su madre:
Mamá: ¿cómo se creó la especie humana?
La madre le contesta: Dios creó a Adán y Eva y ellos tuvieron hijos y así se originó la especie humana.
Dos días después la niña le hace a su padre la misma pregunta. El padre contesta: Hace muchos años, existieron unos monos primitivos que fueron evolucionando hasta los seres humanos que ves hoy.
La pequeña confundida entre el Creacionismo y el Evolucionismo regresa con su madre y le dice:
Mamá, ¿cómo es posible que tú digas que la especie humana fue creada por Dios y mi papá diga que evolucionó del mono?
La madre contesta:
Mira, querida, es muy simple: yo te hablo de mi familia y tu padre te habla de la suya.
El sentido del humor es una señal de inteligencia y la inteligencia es una de las claves (afortunadamente no la única) de la evolución humana.

Mgs. Sc. Camilo Morón



El Origen de las Especies vs El Creacionismo Científico

En 2009 se celebraron  doscientos años del nacimiento de Charles Darwin  y ciento cincuenta de la edición príncipe del Origen de las Especies por Selección Natural (fechada el 24 de noviembre de 1859. La segunda lleva pie de imprenta del 7 de enero de 1860). En el presente, la Teoría de la Evolución de las Especies es aceptada por  la totalidad la comunidad científica y la mayor parte de los herederos de la cultura occidental como un hecho; y no como cualquier hecho, sino como un hecho científico, esto es, como un hecho rigurosamente demostrable a través de los métodos propios de la Ciencia: la experimentación y la observación directa. En Cosmos, el más grande de los esfuerzos de la divulgación de la Ciencia en la historia humana, Carl Sagan define en estos términos el mecanismo de la selección natural: “El gran descubrimiento asociado con los nombres de Charles Darwin y Alfred Russel Wallace es que el mecanismo de la evolución es la selección natural. Hace más de un siglo estos científicos hicieron hincapié en que la naturaleza es prolífica, en que nacen muchos más animales y plantas de los que pueden llegar a sobrevivir. Las mutaciones –cambios repentinos en la herencia– se transmiten enteras. Proporcionan la materia prima de la evolución. El medio ambiente selecciona las pocas mutaciones que aumentan la supervivencia, obteniéndose una serie de lentas transformaciones de una forma de vida en otra, que origina nuevas especies.” A la pregunta de qué es capaz la selección natural trabajando durante  miles de millones de años, Sagan responde con precisión poética: “Toda la belleza y la diversidad del mundo biológico”. En conclusión: La evolución es un hecho, no una teoría.

En la actualidad, se ha planteado “nuevamente”, en la rocambolesca escena cultural gringa, el debate entre Creacionismo –motejado de Científico– y la Teoría de la Evolución de las Especies por Selección Natural. Nada extraño en un país donde se invierten millones de dólares para “demostrar” arqueológicamente que el Éxodo y las plagas descritas en el Libro del Génesis trascienden el ámbito de las Sagradas Escrituras para hacerse materiales en un yacimiento arqueológico. Una cosa es la Religión y otra la Ciencia; y la verdad no requiere muletas: es o no es, así de sencillo. La fe tiene sus coordenadas y sus métodos. La Ciencia tiene sus pruebas y comprobaciones.

En el mañana, muchas de las teorías que hoy gozan de buena aceptación en la escena científica contemporánea serán revisadas y aún dejadas de lado. No así la idea de que las especies se originan progresivamente y gradualmente a partir de especies anteriores. Para decirlo con las palabras finales de Darwin en el Origen de las Especies: “Esta visión de la vida tiene su grandeza…porque mientras este planeta ha ido dando vueltas de acuerdo con la ley fija de la gravedad, a partir de un inicio tan sencillo han evolucionado y siguen evolucionando formas sin fin, las más bellas y las más maravillosas.”

Mgs. Sc. Hist. Camilo Morón

Pez León en Playas de Falcón

Colores llamativos y una anatomía de rara belleza
son las características principales del pez león (Pterois
volitans )
, el visitante inesperado que recibieron las
aguas venezolanas hace menos de un año. Esta especie
es de la familia Scorpaenidae y es característica de los
océanos Índico y Pacífico.
Fue en 1992 cuando seis ejemplares de esta
especie se escaparon de un acuario en el sur de Florida,
Estados Unidos. Desde ese momento, el pez león
comenzó su largo viaje por el Caribe. Aunque los peces
adultos no viajan -es una especie bastante sedentaria-,
las larvas y huevos son los que se desplazan y avanzan
debido a las corrientes marinas.
Su presencia en los ecosistemas marinos del país
ha provocado alarma, ya que es un depredador para la
fauna local y no tiene enemigos en nuestras aguas. Juan
Posada, profesor de la Universidad Simón Bolívar, afirma
que los efectos de la presencia del pez león en nuestra
aguas se verá a largo plazo, aunque enfatiza que es, sin
dudarlo, una amenaza para los ecosistemas marinos.
“Como la tasa de alimentación de este pez es
bastante alta, llegará algún día en que los buzos se
sumerjan y ya no vean la misma diversidad marina ” ,
explica. Indica además que la presencia del pez león
afectará a nivel ecológico y económico. “El pez se
alimenta de juveniles de peces como pargos y meros que
son los que espera el pescador artesanal. También
consume peces herbívoros que cumplen una misión muy
importante en los ecosistemas ya que evitan
sobrepoblación de algas.”
También en las playas de Falcón el pez león ha
hecho presencia. Esta especie ya ha sido avistada
varias veces en Morrocoy, en diferentes playas: Cayo
Norte, Cayo de Pescadores, Playa Mero, Playuela y
Cayo Sur, entre otras.
Posada asegura que con el tiempo la gente se
acostumbrará a la presencia del pez y este se volverá
parte del paisaje marino. Sin embargo, explica que
esta problemática da pie a una reflexión: “La lección
es que hay que saber lo que está ocurriendo con el
manejo de la fauna y flora exótica. Los Estados no
ponen un control férreo sobre la exportación de
especies y hay que tener un gran cuidado cuando se
saque a un animal de su hábitat, porque lo que está
pasando con el pez león puede volver a pasar con otra
especie.”

¿Cuál es el peligro para los seres humanos?

Según Posada, muchos bañistas se
encuentran alarmados por la presencia del pez león.
Esta especie tiene 18 espinas venenosas distribuidas en
sus aletas dorsal, pélvica y anal, y el contacto con ellas
puede producirle dificultad respiratoria, sudoración,
náuseas y una disminución en la presión sanguínea a la
persona afectada. Es importante aclarar que el veneno
no es mortal para los seres humanos.
Entre los primeros auxilios se recomienda limpiar
la herida y luego sumergir en agua caliente la zona
afectada. Sin embargo, Posada indica no desestimar el
accidente. “Lo importante es atenderlo como una
emergencia y llevar a la persona a un centro de salud
cercano. Allí sabrán cómo atenderlo.”
Posada también recomienda a los padres que
prevengan a sus hijos. “Yo tengo la esperanza de que
en Morrocoy lo vean los buzos recreativos, no los
bañistas. Sin embargo, no está de más que los padres
expliquen a sus hijos que si ven al pez león, no lo
toquen. Hay que mostrarles fotos y mantenerlos
informados.”  También asegura: “Yo creo que de
momento los bañistas pueden disfrutar las playas
tranquilamente.”
Otra recomendación es informarle a las
autoridades competentes cuando se aviste un pez león.
“Las personas deben recordar, además de no tocarlo,
que deben avisar a los funcionarios de los Parques
Nacionales cuándo y en dónde fue el avistamiento. Esta
información es muy importante para hacerle un
seguimiento a esta especie en el país.”

Un rico manjar llamado pez león

Como ya es una certeza que el pez león seguirá
conviviendo con la fauna local y no se encuentra
realmente amenazado en su entorno –ya que carece de
depredadores naturales en las aguas venezolanas–, se
está promoviendo una forma de ejercer un control en la
población de esta especie: el consumo de su carne por
parte de los seres humanos.
Sólo hay que dejar reposar al pez por dos horas
luego de su captura para que la toxina pierda efectividad.
Luego se debe cortar las aletas con cuidado, utilizando un
tenedor grande. Aunque hay cierto temor por parte de los
pescadores de manipular el pez, Posada afirma que existe
interés por partes de muchos hoteles y restaurantes de
ofrecerlo en su menú como una exquisitez. Lo cierto es
que con un poco de precaución, los pescadores pueden
ayudar a convertir a la especie en un delicioso platillo
local, lo que le daría valor agregado al turismo y le haría
un gran beneficio a los ecosistemas marinos venezolanos.

Fuente: Fudena

Una Lanza por Reichel-Dolmatoff


Es notorio que la obra intelectual de Gerardo Reichel-Dolmatoff se inicia, desarrolla, multiplica y culmina en Colombia, si bien su alcance es nuestro americano. Los hechos documentados, a la mano de cualquier investigador  (por novato que sea y sean cuales sean sus intenciones) son los siguientes: “Antes de estallar la Segunda Guerra Mundial, [Reichel-Dolmatoff] fue invitado a venir a Colombia por recomendación del historiador de ciencias políticas profesor André Siegfried, del College de France, al presidente de la República, doctor Eduardo Santos. En 1942 le fue concedida la nacionalidad colombiana, considerando sus méritos excepcionales, demostrados desde las primeras investigaciones antropológicas que efectuó en el país. En 1943 se casó con la antropóloga Alicia Dussan Maldonado. Durante la guerra, siempre al lado del ilustre profesor Paul Rivet, quien también había sido invitado a Colombia por el presidente Santos, Reichel-Dolmatoff fue miembro activo de la organización de los Franceses Libres en Colombia, por lo cual el general Charles de Gaulle, como presidente de Francia, le otorgó luego la condecoración del Orden Nacional del Mérito. Bajo la dirección de Rivet, Reichel formó parte del grupo de investigación que éste organizó.” (Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores). Este claro legado de compromiso ideológico y político y la  extensa obra (1943-1990) de Reichel-Dolmatoff entre los indígenas y por la comprensión del legado arqueológico han de ser los referentes para evaluar de manera justa, madura y argumentada las contribuciones de un pionero de la Antropología y la Arqueología modernas, de los derechos de los Pueblos Indígenas y la y conservación del legado arqueológico en América.
“Patética” es la única palabra apta para adjetivar la escena descrita por Camilo Jiménez Santofimio en su pasquín “La Historia Oculta”: “Antes de que la voz se le quebrara, hizo una pausa y empezó a respirar con dificultad. Luego dijo: “A mí me duele leer esto”. Dirigió la mirada al fondo del auditorio y permaneció uno, dos, quizá tres segundos en silencio. Finalmente, giró la cabeza hacia un lado y batió las hojas de papel que sujetaba en la mano. Disculpen, me duele porque yo conocí a Gerardo Reichel. En ese momento comenzó a llorar.” Y sin ningún sentido de la proporción o de la Historia de la Ciencia, añade: “El pasado 18 de julio, a las ocho de la mañana, Augusto Oyuela-Caycedo pronunció un discurso que cambiará para siempre la historia de la antropología en Colombia.”
Las acusaciones de nazismo o fascismo  (variables nacionales de una ideología política con millones de seguidores en España, Francia, Inglaterra, Italia, Noruega, EE.UU, Asia, África y América Latina) han pretendido enlodar la memoria de hombres y mujeres que han contribuido al desarrollo de las Ciencias y las Artes en el mundo entero. La miopía histórica, el amarillismo de la prensa (sea cual sea su formato), así como el afán de notoriedad (aunque sean aquellos prometidos 15 minutos) fomentan discusiones de duran apenas unos pocos días para luego ser justamente olvidadas; mientras que las obras bien hechas y las vidas ejemplares (con sus yerros y aciertos) sobreviven para servir de referentes al curso de las generaciones. La vida y la obra de Reichel-Dolmatoff deben ser juzgadas en su profundidad histórica. En palabras de Reichel-Dolmatoff: “Espero que mis conceptualizaciones y trabajos hayan tenido cierta influencia más allá del círculo antropológico. Tal vez soy demasiado optimista, pero me parece que los antropólogos de viejas y nuevas generaciones, según su época y el cambiante papel de la Ciencias Sociales, hemos contribuido a ir develando nuevas dimensiones del Hombre Colombiano y de la nacionalidad. También confío que nuestra labor antropológica constituye un aporte a las propias comunidades indígenas, en su persistente esfuerzo de lograr el respeto, en el más amplio sentido de la palabra, que les corresponde dentro de la sociedad colombiana. Yo creo que el país debe realzar la herencia indígena y garantizar plenamente la sobrevivencia de los actuales grupos étnicos. Creo que el país debe estar orgulloso de ser mestizo. No pienso que se pueda avanzar hacia el futuro sin afirmarse en el conocimiento de la propia historia milenaria, ni pasando por alto qué sucedió con el indio y con el negro no solo en la Conquista y la Colonia, sino también en la República y hasta el presente. Son estas, en fin, algunas de las ideas que me han guiado a través de casi medio siglo. Ellas han dado sentido a mi vida.”
No soy un especialista en la vida y la obra de Reichel-Dolmatoff, tampoco de la historia de la Arqueología y la Antropología colombiana, si soy –parafraseando a Borges– un “gradecido lector”. Como historiador (egresado de la Universidad de Los Andes, Mérida-Venezuela) entiendo la Historia como la obra de los pueblos y no como la obra de los hombres aislados o de los líderes. “Soy hombre; nada humano me es ajeno”, dice el poeta latino. La Segunda Guerra Mundial fue una sangría y un éxodo, de esa sangría y ese éxodo vinieron a dar con sus errores, promesas y esperanzas miles de vidas a tierras de América, y aquí echaron raíces, criaron sus familias, fructificaron en las obras del espíritu y luego fueron sembrados en estos suelos que escogieron como  patrias (o “matrias”, como decía Unamuno). Como con precisión dice Lucien Febvre en “Combates por la Historia”: “El historiador no es un juez. Ni siquiera un juez de instrucción. La historia no es juzgar, es comprender –y hacer comprender–…Es el precio que cuestan los progresos de nuestra ciencia.”

Mgs. Sc. Camilo Morón
Historiador y Etnólogo

jueves, 13 de septiembre de 2012

El Rostro de Simón Bolívar de Carne y Hueso: El Diario de Bucaramanga. 2da.Parte


El Diario de Bucaramanga, de Louis Perú de Lacroix, es un libro destinado a la polémica, fuente siempre viva de controversia, fascinación del debate, obra que es “tierra de nadie”. La génesis misma del documento, su contradictoria historia editorial, la sustancia de la que está hecho, han dado motivo a discusiones eruditas, equívocos lectores y chismes de academias…
¿Qué contienen estas páginas que tanta polémica y fascinación han despertado, hasta el punto de haber sido censuradas y alguno haya pretendido falsificarlas? Sigamos el acertado juicio de Lisandro Alvarado: “Observemos ante todo la negra suerte que tuvieron el autor del Diario y quien lo motivó. Lacroix se suicidó en 1837 y Bolívar murió, como es sabido, dos años después de la convención de Ocaña, ya definitivamente envenenado con la hipócrita y ruin ambición de Páez. No es extraño que ambos usasen de una brutal franqueza para expresar sus impresiones y calificar a los actores de la tragedia política que se dio en llamar Federación. El tiempo dirá, cuando se descubran los archivos y documentos privados, que hoy con temor se guardan bajo llave, cuál grado de  exactitud cabe al Diario de Bucaramanga.” Y más adelante describe en estos términos el ánimo de Bolívar que corresponde a este período de su vida: “A seis u ocho jornadas contemplaba la tempestad que rugía en Ocaña, y la brega ya empeñada entre santanderistas y bolivianos; sus juicios más acerbos no por esto se referían a sus enemigos, sino  con frecuencia a viejos conmilitones suyos, algunos de los cuales le acompañaban por entonces.” Gil Fortoul, quien también conoció y reflexionó sobre las páginas del Diario, describió el talante de Bolívar calificándolo de “acceso de misantropía.” Este es, pues, el marco vital en el que fueron escritas esas páginas: el ocaso político de Bolívar, el desmembramiento de la Gran Colombia y el auge de los caudillismo regionales. Sin embargo, hay en  estas páginas una energía tal, que mana del hombre que las motivó, que no podemos menos que sentirnos atraídos hacia aquella vida que se extingue; no nos referimos a la anécdota menuda “como su predilección por el buen vino y su gusto de desayunar con arepas”, sino a un retrato humano del grande hombre, un retrato hecho por un testigo histórico.
Con estas palabras nos ofrece de Lacroix un retrato físico del Libertador: “El General en Jefe Simón José Antonio Bolívar, cumplirá 45 años el 24 de julio de este año []; manifiesta más edad y parece tener 50 años. Su estatura es mediana; el cuerpo delgado y flaco: los brazos, los muslos y las piernas son descarnados. La cabeza es larga; ancha en la parte superior y muy afilada en la parte inferior. La frente es grande, descubierta, cilíndrica y surcada de arrugas muy aparentes cuando la cara no es animada e igualmente en momentos de mal humor y de cólera. El pelo es crespo, erizado, bastante abundante y mezclado con canas. Sus ojos que han perdido el brillo de la juventud, han conservado la viveza de su genio.” Hemos modernizado la ortografía y la sintaxis  para facilitar la lectura a quienes no están familiarizados con los primores del castellano de fines del s. XIX.
Del retrato moral, más prolijo en matices, espigamos esta estampa: “El Libertador tiene energía; es capaz de una resolución fuerte y sabe sostenerla. Sus ideas nunca son comunes, siempre grandes, elevadas y originales. Sus modales son afables y tienen el tono de los europeos de alta sociedad. Practica una sencillez y una modestia republicanas, pero tiene el orgullo de un alma noble y elevada; la dignidad de su rango, y el amor propio que da el mérito y conduce al hombre a las grandes acciones: su ambición es para la gloria, y su gloria es la de haber libertado diez millones de individuos y haber fundado tres Repúblicas.” Hoy, como todos sabemos las repúblicas bolivarianas son cinco: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia y Venezuela. Subrayamos este dato para los lectores escolares de estas líneas.
Mgs. Sc. Camilo Morón

miércoles, 12 de septiembre de 2012

El Extraño Caso de la Muerte de un Pingüino en Maracaibo



Quienes vimos florecer y marchitar la infancia en el ocaso del siglo pasado, recordamos una “comiquita” (así llamábamos en aquellos años perdidos a los dibujos animados)  en la que Bugs Bunny (el Conejo de la Suerte) lleva a un pequeño pingüino (Playboy Penguin)  que viste corbata y sombrero de copa a las regiones australes.
Bugs debe atravesar selvas y desiertos, superar el ataque de cocineros y caníbales, todo para llevar a su hogar al pequeño y simpático pingüino que llora cubos de hielo. Cuando  llegan al Polo Sur (no hay pingüinos en el Polo Norte), Bugs se entera por un cartel de variedades  que su protegido lleva en la maleta que  es “el único pingüino nacido en cautiverio”.
Esta breve nota tiene su origen en un dato singular extraído de la revista SIC (Centro Gumilla, 1956). En un artículo titulado “Pingüinos y Mamouths (Heraldos y Víctimas)” escribe el Dr. Salvador J. Carrillo: “Y como no siempre los grandes (Rusia en este caso) han de ser los primeros, conviene recordar que fue en Venezuela la que en la segunda quincena del mes de septiembre del año pasado de 1955 hizo una interpretación sui-generis  acerca de la presencia no explicada satisfactoriamente de dos pingüinos: uno aparecido misteriosamente durante el mes de febrero de 1955 en la playa Goagira de Zulia-Mar…El otro ejemplar apareció en Panamá en alguno de los días del mes de abril. Una diferencia de dos meses entre uno y otro de los huéspedes polares.” Las fuentes del Dr. Carrillo son una carta de su puño y letra dirigida a Guillermo José Schael, en Maracay, fechada el 23 de agosto de 1955,  las ediciones del 30 de agosto de 1955 de “El Universal” y el 15 de abril de 1955 de “Visión”.
Todos los venezolanos sabemos dónde está Maracaibo, pero para aquellos lectores que necesiten orientación en el mapa de Venezuela, digamos que la ciudad queda al Norte de Venezuela, cercana al Mar Caribe, que fue atacada en tiempos coloniales por los piratas y que la temperatura puede llegar a los 32° centígrados a la sombra cualquier día del año. Este pingüino con ansias de avecinarse en Maracaibo y ser un pingüino maracucho o maracaibero plantea una serie de cuestiones científicas de primer orden: ¿Fue el pionero de una migración de especies antárticas? ¿Su peregrinar es evidencia de cambios climáticos a escala global? ¿Remontó el Pacifico siguiendo la corriente marina de Humboldt? ¿Cuál fue el patrón de El Niño y La Niña aquellos años? ¿Cómo cruzó del océano Pacifico al mar Caribe? ¿Remontó las costas suramericanas por las aguas del océano Atlántico? Asimismo podemos considerar que atravesó la sierra de Perijá o el desierto de la península de la Guajira. Cabe la insípida posibilidad que hubiese escapado de un zoológico o un circo…O que Bugs se obstinó (se hartó) del pingüino playboy y lo abandonó al apetito de los maracuchos y las artes culinarias de la “Tierra del Sol Amada”, como la llamó bella y acertadamente Rómulo Gallegos. Hay reportes de focas y leones marinos en aguas del Estado Falcón como hemos oído de labios de los pescadores que viven en La Vela de Coro y Tara-Tara, pero ya sabemos qué crédito dar a los cuentos de los pescadores. Quien dude que pregunte a los mismos pescadores de nuestro insólito mar Caribe…
Lamentablemente no podemos responder a ninguna de estas preguntas por la sencilla razón que el único testigo fue silenciado. Describe  S. J. Carrillo el fin aciago del huésped polar: “…el que durante seis meses fue la admiración de quienes visitaban el Zoológico de Maracaibo, hasta que el 28 de agosto del mismo año [1955] alguien le propinó una pedrada dando al traste con la vida del extraño visitante.” Ese es el breve pero sincero epitafio que le dedicó el Dr. Carrillo al peregrino antártico.

 Y como en un sancocho bullen las preguntas, en primer y último lugar: ¿Por qué? El poeta Andrés Eloy Blanco tildó de avara la mano que cortara el vetusto limonero que salvó de la peste a la antigua Caracas. Las aves pueblan los espacios de la zoología mítica: El hombre-pájaro de los primeros habitantes de la isla de Pascua, el Pájaro del Trueno de las tribus de las praderas norteamericanas; Quetzalcóatl, cuyo emblema es el quetzal de las selvas, cerámica, cestería y orfebrería centroamericanas; la blanca paloma, símbolo del Espíritu Santo; el cuervo, augur entre romanos y griegos... Chuang-Tzu, quien vivió por los años 300 antes de Cristo, describe en su Libro Primero-Interioridades (Nei Pien) el ave P’eng: “Sus alas son nubes que cuelgan del cielo. Se remonta trazando espirales en forma de cuerno de carnero y sube a 20.000 millas. Se remonta más arriba de la región de las nubes donde sólo el cielo azul se extiende sobre sus espaldas. Entonces orienta su vuelo al Sur y va a los mares australes.” Chuang-Tzu nos dice que la forma anterior del ave P’eng es el pez K’un, que mora en el mar del septentrión, y cuya talla es inconmensurable. Aquel fue el primer y único pingüino maracucho genuino... Si luego hubo algún otro fue un impostor...

El atentado contra el pingüino maracucho trae a  la memoria otro atentado histórico: cuando E.T. (el extraterrestre) fue gravemente herido de una pedrada en la Urbanización Cruz Verde (UCV) de Coro. Pero esa es otra historia.

                                                                                  Mgs. Sc. Camilo Morón

martes, 24 de julio de 2012

El Rostro de Simón Bolívar de Carne y Hueso: El Diario de Bucaramanga (1era. Parte).


El Diario de Bucaramanga, de Louis de Perú de Lacroix, parece ser un libro destinado a la polémica, fuente siempre viva de controversia, fascinación del debate, obra que es “tierra de nadie”. La génesis misma del documento, su contradictoria historia editorial, la sustancia misma de la que está hecho, han dado motivo a discusiones eruditas, equívocos lectores y chismes de academias y pasillos…
La historia editorial del Diario de Bucaramanga  puede calificarse de laberíntica. Lisandro Alvarado saluda una de sus ediciones en un ensayo titulado Los Libros del Centenario (revista Sagitario, 1° de Abril de 1911, Caracas), nos dice que según el Ejecutivo Nacional, se publicará para conmemorar la efeméride el Diario de Bucaramanga: “La idea es excelente –escribe Alvarado–, y la nueva la saben todos. Muchos de los lectores nos alegramos sin duda con semejante libro; pero es probable que no a todos siente bien esa lectura, un si es no es escandalosa para aquellos que a su manera conciben la historia y a los historiadores.” Las primeras noticias generales de la obra las encontramos en la nota suicida de Lacroix: “Diario de Bucaramanga o vida pública y privada del Libertador Simón Bolívar, presidente de la República de Colombia, un grueso volumen (…) está depositado en manos de mi digno y respetable amigo el marqués Francisco Rodríguez del Toro, general de división de la República de Venezuela, residente en Caracas, capital de Venezuela.”  El marqués del Toro debía poner la obra en manos del cónsul francés residente en Caracas y enviarla a París, en valija diplomática del Ministerio de Relaciones Exteriores. Lacroix declara vísperas de su muerte: “No sé que haya llegado”. De hecho, nunca fue enviada a París ni a ninguna otra parte –este detalle es importante, como luego se verá– y la obra permanecerá inédita hasta 1870. Lacroix había dispuesto que fuese publicada por los administradores del diario El Siglo, con la única condición que un número determinado de ejemplares fuesen entregados a ciertos destinatarios, entre ellos su viuda. Y concluye con espartana sencillez: “Mi sepultura me inquieta poco: sin embargo, si mi voluntad pudiese valer algo, yo pidiera el entierro del simple soldado, que fue mi primer grado militar en Francia.”
En 1910, en la edición 440 de El Cojo Ilustrado, se publicó el índice correspondiente al mes de Abril. Hagamos notar que el Diario comprende los meses de Mayo y Junio de 1828. Del mes de Abril, conocemos el Sumario, pues es el tomo desaparecido del Diario de Bucaramanga.  Lisandro Alvarado cotejó la edición de 1870 con un códice que cortésmente la facilitara “el venerable y muy docto académico general Pedro Arismendi Brito.” Constaba ese manuscrito de dos cuadernos marcados con las denominaciones de tomo 2° y tomo 3°, los cuales comprenden las páginas 167-323 y 323bis-427.Las fechas son: en el tomo 2°, del 2 de mayo hasta el 25 de mayo; en el tomo 3°, del 26 de mayo al 26 de junio. Esto es, lo que actualmente conocemos del Diario de Bucaramanga. En la portada del tomo 2°, Alvarado leyó esta nota: “Literalmente copiado del original que escribió el general, entonces coronel, Luis Perú de Lacroix. Debe tenerse en cuenta que el escritor era francés.” Al final del tomo 3°, había esta nota: “La que precede es copia fiel y literalmente sacada y terminada en Caracas hoy viernes, 22 de mayo de 1863.” Alvarado comprobó la data de antigüedad de la copia manuscrita  determinando el papel empleado en ella: “que es español llamado de orilla       –diagnóstica con precisión–, plegado en cuartillas, cuyas dobles fechas varían de 1856 a 1863.” Y señala de manera ominosa: “En el tomo 2° faltan cuatro hojas, desde la página 295 hasta la 302, y en su lugar hay una hoja en blanco. ¿Habría allí algún dato horripilante? Es posible.” Una vez más, como sucede siempre, la realidad histórica supera con creces, en misterio y belleza, la palurda falsedad literaria.
Pero qué contienen estas páginas que tanta polémica y fascinación han despertado, hasta el punto de haber sido censuradas y alguno haya pretendido falsificarlas. Una vez más, sigamos el acertado juicio de Lisandro Alvarado: “Observemos ante todo la negra suerte que tuvieron el autor del Diario y quien lo motivó. Lacroix se suicidó en 1837 y Bolívar murió, como es sabido, dos años después de la convención de Ocaña, ya definitivamente envenenado con la hipócrita y ruin ambición de Páez. No es extraño que ambos usasen de una brutal franqueza para expresar sus impresiones y calificar a los actores de la tragedia política que se dio en llamar Federación. El tiempo dirá, cuando se descubran los archivos y documentos privados, que hoy con temor se guardan bajo llave, cuál grado de  exactitud cabe al Diario de Bucaramanga.” Y más adelante describe en estos términos el ánimo de Bolívar que corresponde a este período de su vida: “A seis u ocho jornadas contemplaba la tempestad que rugía en Ocaña, y la brega ya empeñada entre santanderistas y bolivianos; sus juicios más acerbos no por esto se referían a sus enemigos, sino  con frecuencia a viejos conmilitones suyos, algunos de los cuales le acompañaban por entonces.” Gil Fortoul, quien también conoció y reflexionó sobre las páginas del Diario, describió el talante de Bolívar calificándolo de “acceso de misantropía.” Este es, pues, el marco vital en el que fueron escritas esas páginas: el ocaso político de Bolívar. Sin embargo, hay en ellas una energía tal, que mana del hombre que las motivó, que no podemos menos que sentirnos atraídos hacia aquella vida que se extingue; y no nos referimos a la anécdota menuda “como su predilección por el buen vino y su gusto de desayunar con arepas”, sino a un retrato moral y humano del grande hombre, un retrato hecho por un testigo histórico de excepción, no por su condición sino por su cercanía.
El Diario de Bucaramanga nos ofrece un retrato de Bolívar: el retrato de un hombre en una esquina de su tiempo. Aquél hombre concreto que  evoca Unamuno en las primeras líneas Del Sentimiento Trágico de la Vida: “El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere   –sobre todo muere–, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano.” Entonces, en 1870, en 1911, como ahora es labor loable editar –y más aún leer y meditar–  El Diario de Bucaramanga, acaso esta estampa humana, demasiado humana de Bolívar, pueda acercárnoslo como un hombre de carne y hueso, el hermano, el verdadero hermano.
Mgs. Sc. Historiador Camilo Morón

sábado, 21 de julio de 2012

Los otros Poemas de César Seco

Ocurre que la noche es una estancia, plena de aromas, voces, cuerpos y susurros, se oculta el estío en el ébano; como flor carnívora el recuerdo se abre paso en el vientre callado y oscuro de la tierra:

                                       “Qué hablan, qué discuten
Acaso escuchan que el corazón
                                         De ese alguien se anuda
                                         Y desnuda en sus raíces.”

Esos árboles humanizados, esas presencias vegetales con temblor de carne viva –acaso metafísicamente temerosas– tejen en el aire y en la piel de la palabra una Gramática:
                                      “Qué dicen, qué callan
Qué vocablo mueve sus ramas.”

Poética poblada de árboles ensimismados –siempre poética botánica– que con insistencia recuerda aquellos árboles medievales que trocaban sus hojas en pelaje y balaban como corderos, o aquel estupendo árbol-gusano –exorcizado científicamente por Lazzaro Spallanzani– que florecía en la remota China, siendo gusano durante el canoso invierno y, ¡asombra  decirlo!, ese gusano se trasformaba en árbol bajo la caricia juvenil del verano, y todo ello en virtud de la fuerza vegetativa. O quizás recuerde aquel árbol que cantaba el amor a un ave que florecía.

“Qué describen en el aire sus hojas
                                        Qué dialogo suscita la altura
                                        De sus frondas y tallos macizos
                                        Donde ese alguien se detuvo.”

Lejos está esa gramática vital de ser alígera o sencilla; au contraire: recuerda el destino de los héroes griegos –aunque aquí son otros viajes; otros océanos los surcados–:

“No creas que puedes sustraerle
                                           a la vida unas comas
                                           Tan sólo unas comas
aunque sea  para despojarte
                                           cuando en la página
                                           respiras.”

Los nuevos océanos son la dimensión renovada de lo cotidiano: como asombro, como alegoría, como fábula. En virtud de la alquimia poética, César Seco modifica las atmósferas, ilumina con luces y sombras móviles sujetos y sentimientos con trazo rápido, casi expresionista:

“Son mis ángeles dos mudos: Me acompañan una canción que no escucho.”

Otros paisajes participan de esa mixtura, de esa sed de síntesis donde impresiones procedentes de ámbitos disímiles se fusionan en el apretado abrazo de la palabra:

                           “Nadie como la playa donde nada suena
Nada como las olas devolviendo el mar mudo
                             Cielo de mugre, cama, puerta.”

También está el vacío –como una garganta–, pared que sostiene lo cotidiano, que lo desnuda y devela ante su cristalina transitoriedad, como una gota de lluvia en una copa, como una vibración nacida en una ventana al paso femenil de la lluvia:
                            “Estos días ya no tienen mis pies
                              Lo que borran detrás es hilo indiviso
                              Trozo de nadie, escalera sin sostén
Escucho el agua como nada escucho venir.”

El vacío es una entidad, semeja aquellas reflexiones de Sartre en un hipotético bar de parroquianos al que llegamos sólo para entrenarnos que aquella a quien esperábamos encontrar no está y sentir que su vacío es una presencia…:

                     “Allá arriba el lobo aúlla
                       Pasadizo en sus ojos no hay
                       En su pelambre no hay luna
                       No hay donde saltar
Aúlla allá cual si una mano  sustrajera una estrella.”

Una serie de condiciones cuidadosamente referidas por su ausencia, una serie de presencias detenidamente enmarcadas en el vacío: un espacio pleno de silencio y de nada. Pero ante esta invasión gradual, como de  arena, se impone la Poesía como una geografía urbana:

“Antes de cruzar hacia la calle Rimbaud
                                    te has detenido en la esquina Vallejo.
                                    Compartes  un café con un extraño
                                    y esperas una mujer que no llegó.”

En esta geografía los pasos llevan inequívocos al centro; calles y avenidas son enigmas, estos enigmas señalan encrucijadas de lo eterno:

                                 “Nuevamente te encuentras subiendo
por la calle Dostoyeski y no te animas
                                   en seguir por la redoma Baudelaire.
                                   Si supieras. Ya tu sombra
                                   Ha despertado paredes y aceras…”

“Belleza es solo un instante en el espejo” –dice el poeta con un dejo de cálida nostalgia; eco de las desérticas consideraciones astrológicas de Kheyyam–. “Es tu vida, pero es hora de volver al bosque.”

Un juego de imágenes como rostros en una galería de espejos que se desplazan. Debemos recordar –antes que nada– que la Poesía es alquimia:

                                        “Esta noche cruje la rama
                                          Y el mortero la porción
El mar trajo el faro a la mesa
                                          Y el faro, una mujer.
Soluble es ya la casa, alcohol
                                          Triturado, voz de árbol
                                          Escuchando su música de pie.”

La metáfora es la piedra filosofal de la poesía: ella  trasmuta en el oro de la palabra el plomo inconfeso del sentimiento, ella troca a las mujeres de sombras en efigies luminosas. La metáfora revela la condición oculta de los seres y las cosas; nos dice, por ejemplo, que una puerta es todas las puertas y una rosa muerta es todas las rosas. Así es posible enterarnos:

                           “Pero el silencio habla de otra manera
                             O acaso de la manera única como borra
                             El centello del luz en Manhattan
                             Que la pantalla ofrece virtual:
Anoréxica muchacha gringodream conectada
                             A la red sin percatarse de que el futuro
                             Tiene dos torres menos.”

Decía el genial Antonio Machado que al estudiar más despacio los fenómenos de la lengua viva, nos habremos apartado bastante de la literatura, pero no mucho –como podría parecer– de la poesía. Por su parte, R. P. Félix Restrepo hace notar en su obra El Alma de las Palabras: “Así como el hombre se compone de cuerpo y espíritu, así también la palabra tiene una parte corporal y sensible y otra parte espiritual que constituye su alma.”   Es poco menos que evidente, pero es este tipo de verdades las que deben ser destacadas: la Poesía está hecha de palabras.

Las emociones –alegres o sombrías–, las imágenes –afortunadas o rebuscadas–, los ritmos –los que quieran–, las ideas –las que haya– son propiedades anecdóticas, casuales o quizás, simplemente, accidentales.  La poesía es un espacio químicamente puro de palabras, palabras y palabras; insistimos: palabras. La mujer armada, la noche constelada, la soledad, la muerte de los amantes, el exilio de la patria, la indignación ante la injusticia son caminos, sendas, rutas a un encuentro de palabras.

El Viaje de los Argonautas y otros Poemas es un ágape, una celebración de la palabra: en esta fiesta, las palabras muéstranse como colores primarios; las sombras están urdidas con la trama de las ausencias; las claridades son espacios de plenilunios: la amistad, el aroma furtivo  que deja en el alma la amada ausente. La poesía es un espacio de encuentro:

                                  “Todos vienen aquí puntuales
una vez ordenada la correspondencia
                                    que legítima traslados de mercancía.
                                     Aquí los recibo a todos
                                     sin soñar por no poder dormir,
                                     una vez hacen su entrada y ocupan
                                     cada uno el espacio donde mejor
                                     puedan avenirse al mobiliario
                                     sus desteñidas siluetas.”

“Una voz que se busca a sí misma –leemos en una breve nota a esta obra– hasta alcanzar la plenitud, la eficacia de su decir, es el recorrido al que invitan estas páginas. Este su medido y desmedido intento: la alteridad o el desvarío. El viaje, la traslación, lo real y lo referente, el sujeto y la historia.” César Seco nos muestra las nervaduras que comunican los seres y el devenir, ese ir paso a paso hacia la permanencia del instante: “Por un instante el relámpago permanece / y mis ojos parten a buscarlo. / Sed y agua las líneas de tu rostro. / La rosa demora en aparecer, pero aparece.” Estas palabras tienen una tradición, se remontan a las noches orientales, asediadas de madrugadas de los Rubaiyat: hablan del anhelo de permanencia de aquello que perece. Nacen y surcan en el mismo río de la fáustica exclamación de Goethe: “!Detente, instante: eres tan hermoso!”