lunes, 20 de junio de 2011

Manaure en Todariquiba.I.



En el geografía falconiana florecen los topónimos indígenas: Judibana, Adícora, Mitare, Guaibacoa, Capatárida, Cabure, Murucusa, Quitaragua, Jacura, Taratara, Taimataima, Carayapa, Misaray. Otras voces indígenas se mueven en las aletas, las patas y las alas de los animales: cacuro, guasarapo, cazón, corobu, danta, jaguar, zamuro, chuchuve, guacoa, tuqueque, visure. Otras voces susurran en el follaje de las plantas y amenazan desde sus espinas y seducen desde el aroma de sus flores y el azúcar de sus frutos: guasábara, cují, yabo, guay, cotoperí, dato, araguaney, cajuaro, maguey, dividive, buche. Y otras voces amerindias nos hablan desde el cauce del tiempo: Manaure, Diao, Curiana, Bacoa, Todariquiba.
Leemos en el Diccionario de Historia de Venezuela (Tomo III): “Vivía [Manaure] en un poblado grande llamado Todariquiba situado posiblemente en las cercanías de la actual Sabaneta, a orillas del río Mitare, de donde se trasladó a Coro a partir de su fundación [1527], por lo que recibió el nombre de Pueblo Viejo.” La verdad es que no se sabe a ciencia cierta dónde estaba Todariquiba; arqueólogos e investigadores como J. M. Cruxent, Octavio R. Petit, Rafael Sánchez, Nelson Matheus, Adrián Hernández Baño, José Manuel Trujillo, la han buscado en documentos coloniales y en fatigosas jornadas de trabajo de campo. Mejor suerte han tenido los pintores y los poetas quienes la han dibujado y cantado llevados por el instinto telúrico de su sola fantasía y así han llegado a esa Utopía que es Todariquiba.
En un documento dirigido a la Audiencia de Santo Domingo, fechado el 6 de octubre de 1533, Antonio de Naveros y Alonso Vásquez de Acuña, vecinos españoles asentados en Santa Ana de Coro, declaran al Rey: “Un cacique que llaman Don Martín en cristiano y Manaure en su lengua de caquetío que es el más principal indio que se ha a hallado en lo que hasta aquí se ha descubierto en esta provincia, de lo que al presente tenemos noticias es cacique de esta comarca a quien obedecían caciques y principales y todos los indios caquetíos de sesenta leguas alrededor de este pueblo residía y tenía su asiento una legua de esta cuidad [Santa Ana de Coro] en un pueblo que se llama Todariquiba.” Según reza el mismo documento, hacia 1531 o 1532, Manaure es llevado por los caquetíos lejos de los desmanes de los europeos invasores para adentrarse desde entonces en la geografía mítica y en la leyenda.
¿Qué patrón arqueológico debe tener un yacimiento para que pueda ser reconocido como la ancestral Todariquiba? Los documentos históricos nos revelan que era un prospero asentamiento indígena para el siglo XVI; según estos mismo documentos, debe estar en un perímetro de una legua española dentro de un círculo cuyo centro es la Santa Ana de Coro de la época en que escriben Naveros y Vásquez de Acuña a la Audiencia de Santo Domingo. Literalmente, estar tapizada de fragmentos de cerámica indígena, como que era el asiento del poder de cuanto menos “sesenta leguas alrededor” y, el rasgo más característico, ha de mostrar una secuencia estratigráfica del yacimiento determinada por un floreciente estilo Dabajuroide bruscamente interrumpido en un estrato donde se conjuga cerámica indígena con mayólica europea; y dado que el poblado fue abandonado hacia 1532 o 1533, la cerámica ulterior del período Indo-Hispáno ha de ser menos frecuente.
Octavio R. Petit creyó encontrar la ancestral Todariquiba hacia los Médanos de Coro, donde hoy está la Plaza de la Madre; Hernández Baño la supuso hacia los lados de Sabaneta. Pero hay una dificultad: ambos yacimientos se comportan tal y como debiese hacerlo Todariquiba por lo que conocemos a partir de los documentos históricos y por el patrón arqueológico que hemos descrito antes. Y como bien apuntan Cruxent y Rouse en Arqueología Venezolana: “Sin lugar a dudas, la serie Dabajuroide ocupa la máxima extensión, tanto en el espacio como en el tiempo, de todas las series venezolanas:” La serie perduró durante cuatro milenios, originándose hacia el 2.820 a.C., desde los inicios de la época Meso-India, extendiéndose a través de toda la época Neo-India y perduró hasta los tiempos Indo-Hispánicos. Entre sus puntos más distantes, el área de San Cristóbal en Los Andes venezolanos y la isla de Margarita en el área de Porlamar, la serie Dabajuroide cubre una distancia aproximada de 1.300 kilómetros siguiendo la línea de la costa.

Mgs. Sc. Camilo Morón
Profesor UNEFM

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