domingo, 19 de junio de 2011

J. M. Cruxent, Arqueólogo de la Tierra de Gracia. (Trazo de una Vida Generosa)

“Todo producto elaborado a mano por el hombre está impregnado de espíritu y tiene alma.”
J. M. Cruxent.



Una definición de Diccionario nos dice que exploración es la “acción y efecto de reconocer, examinar o registrar una cosa o un lugar” y que explorar es “reconocer o averiguar con diligencia una cosa.” J. M. Cruxent ha sido por antonomasia el explorador moderno de Venezuela, comarca terrena que Colón llamó en una de sus cartas “Tierra de Gracia”. La exploró en la geografía y en el tiempo, en la memoria de los objetos y en la memoria de las tradiciones. El periodista y ameno divulgador de la ciencia Arístides Bastidas nos legó esta estampa de primera mano en que se mezclan a partes iguales el humor, la ironía y la ternura: “Se le empieza a ver unos zapatos viejos y sucios, más arriba unos pantalones mugrientos y rotos; igual el saco si acaso lo lleva, y hasta allí es una suerte de caletero o espantapájaros, pero al llegar al rostro se siente un cambio vibrante; primero se asoma su sonrisa y después sus ojos verdes llenos de ternura.” Cuenta la leyenda que: “A los seis años [Cruxent] utilizaba la mesada que le entregaba su padre para visitar antiguas ruinas y conventos medievales y recorrer tierras cercanas a Barcelona, donde recogía tiestos mayólicos para coleccionarlos. El amor por el vestigio se arraiga en él indetenible, inevitable. Era su destino.”
Cruxent fue director del Museo de Ciencias desde 1948 hasta 1962, incorporando ejemplares colectados en investigaciones de campo a las colecciones de antropología física (la colección más numerosa: 45.000 entradas), arqueología (una de las colecciones más numerosa del Museo: 33.300 piezas), etnografía, herpetología, ictiología, mineralogía, teriología (ciencia que estudia los mamíferos) y paleontologia. Fue uno de los fundadores de la Escuela de Antropología y Sociología de la Universidad Central de Venezuela (UCV). La primera promoción lleva su nombre como testimonio del ascendiente de Cruxent en la formación de los jóvenes profesionales de las disciplinas humanísticas en Venezuela. Fundador y profesor de la Cátedra de Arqueología en la Escuela de Antropología y Sociología de la UCV en las materias de Introducción a la Arqueología y Arqueología de Venezuela, cargo que desempeñó hasta 1960. En 1959, por iniciativa del Doctor Marcel Roche, funda el Departamento de Antropología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). En 1981 funda el Museo de Cerámica Histórica y Loza Popular de la UNEFM, Coro, y conjuntamente con Claudio Ochsenius crea el Centro de Investigaciones Antropológicas, Arqueológicas y Paleontológicas (CIAAP).
En 1950 Cruxent realiza una expedición a África en compañía del rey Leopoldo de Bélgica. Allí forma una colección de arte africano que en buena parte hoy forma parte de la colección etnológica del Museo de Ciencias. Participa en la legendaria expedición franco-venezolana a las cabeceras del río Orinoco. Formó parte del “Grupo de Avanzada” que exitosamente llegó a las fuentes del Orinoco el 27 de noviembre de 1951. Los resultados de esta expedición son relevantes: en primer lugar, se logró determinar con exactitud la frontera entre Venezuela y Brasil. En segundo, se hicieron importantes aportes al conocimiento de la geografía, la cartografía, la etnología, la arqueología, la botánica, la zoología y la mineralogía. La expedición incorporó cuatro mil kilómetros cuadrados al territorio nacional. No hubo rincón de la geografía nacional que Cruxent no recorriese en sus andariegas investigaciones.
J. M. Cruxent es considerado como el fundador de los estudios científicos sistemáticos de la Arqueología en Venezuela. Autor de obras capitales como Arqueología Cronológica de Venezuela (1958), Arqueología Venezolana (1963), en coautoría con Irving Rouse, arqueólogo de la Universidad de Yale, Arte Prehispánico de Venezuela (1971), en coautoría con Sagrario Pérez Soto y Miguel Arroyo, An El Jobo Mastodon Kill at Taima-Taima, Venezuela (Science, 1978), en coautoría con A. Bryan, C. Ochsenius y R. Casamiquela, Loza Popular Falconiana (1988), en coautoría con E. Durán y Nelson Matheus y Cerámología. Notas (1980), uno de los primeros libros publicados por la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda Francisco de Miranda. La obra publicada por Cruxent supera ampliamente los doscientos títulos, ya fuese en revistas internacionales especializadas, artículos en revistas científicas nacionales, escritos y entrevistas de divulgación de la ciencia en la prensa nacional y regional.
En 1976 se le otorga la Medalla de Investigador Emérito del IVIC, en 1981 la Medalla Académica del Centro de Estudios Avanzados del IVIC, en 1982 el Diploma de Reconocimiento de la Asociación Venezolana de Arqueología (AVA) en la ciudad de Coro, en 1987 el Premio Nacional de Ciencia, dedicando el Premio al Estado Falcón como un generoso reconocimiento a la tierra que tanto le había brindado: “En mi carrera, la mayor satisfacción la he encontrado en los años de mis investigaciones en territorio falconiano. Me he hecho en Falcón. Se lo debo a esta tierra. Verdaderamente, porque yo soy un provinciano y por retrueque el Premio pertenece a Falcón, a su Universidad y a los coriano.” Para el jurado calificador del Premio Nacional de Ciencias de 1987, la contribución del profesor José María Cruxent se consolida en «una amplia y constante trayectoria de científico, investigador y docente; sus contribuciones en el ámbito de la Arqueología y de la Antropología; por la continuidad del esfuerzo creador en el marco de las Ciencias Sociales y Humanísticas; por su contribución pionera en la en la creación de instituciones científicas de investigación y docencia; por su presencia generosa en la formación de varias generaciones de científicos e investigadores y por el amplio esfuerzo de integrar conocimientos provenientes de distintas ramas de la ciencia.» Cuando Cruxent cumplió 90 años la UNEFM le otorgó el Doctorado Honoris Causa por su destacada labor científica y docente.
Cruxent formó parte de la vanguardia artística latinoamericana de los años 1960 y 1970, siendo uno de los exponentes del Informalismo Abstracto en Venezuela y fusionando técnica y arte en un lenguaje plástico propio denominado por el crítico de arte Frank Popper con el nombre de Paracinetismo, propuesta estética donde la geometría adquiere una nueva dimensión en virtud de incorporar la electricidad y el movimiento al arte. Cruxent fue miembro del célebre “Techo de la Ballena” (1961 -1969), movimiento cultural que respondió a las contradicciones de la sociedad venezolana de la época, desde la vanguardia y el arte como desafío al orden político y estético establecido. En 1970 participa en la exposición colectiva “Presencia 70” en el Museo de Bellas Artes y en el Ateneo de Caracas en compañía de artista como Humberto Jaimes y Oswaldo Vigas, entre otros nombres destacados.
Mi propia impresión de Cruxent parte de la investigación académica al sentimiento. Desde una entrevista que fraguamos juntos una tarde de verano, allá por el año 2000, hasta unas pocas semanas víspera de su muerte. Durante esos años, conversamos sobre museos, la investigación arqueológica de campo, sobre ese misterio universal que llamamos mujer, sobre la independencia cultural y económica de los pueblos de América. Días antes de su 94 cumpleaños lo visité, brindamos con “Pipi-Cola”, como Cruxent le decía a una afamada bebida gaseosa. Leí al maestro dos artículos que había escrito sobre él para la ocasión, publicados en la prensa regional. Sus verdes ojos viajeros se nublaron un instante. Hablamos de Cataluña y de la muerte. Supe por instinto que esa era la última vez que nos veríamos. Lo que no pude adivinar entonces sería el nacimiento de un compromiso, que maduraría con el tiempo, con la obra de un hombre excepcional y con la memoria ancestral del hombre americano. Puedo aquí hacer mías unas palabras de Cruxent: “Yo no escogí, me escogieron.” Es como una suerte de sensación del destino que sólo podemos percibir a nivel de la intuición poética, filosófica y vital.
Amalivaca, Dios Creador en la cosmogonía de los indígenas Tamanacos, grabó los petroglifos o Tepumereme (piedras pintadas) en los tiempos míticos de las Grandes Aguas, cuando los antepasados de los Tamanacos navegaban en canoas hechas de un sólo tronco selvático sobre las aguas de Kata Manoa (la Gran Laguna). Esto lo contaron los Tamanacos primero a sus hijos y sus nietos, luego al sacerdote Salvatore Gillig y, finalmente, al explorador Alejandro von Humboldt. Esto dijeron los Tamanacos enigmáticamente sonreídos.
A comienzos del siglo XXI, Cruxent, quien escribiese más de 20 artículos sobre el tema del Arte Rupestre entre 1946 (Pinturas Rupestres de El Carmen, en el río Parguaza, Estado Bolívar, Venezuela) y 1971 (Apuntes sobre Arqueología Venezolana), concentrando su producción escrita hacia la primera mitad de la década del 60 (Litoglifo de La piedra de Los Delgaditos, Litoglifos de El Carmen, Litoglifos de Guatire, Litoglifos de Petaquire, Litoglifos de Barutaima, Litoglifo de Barrancón, Litoglifos en el Alto Ventuari), nos dice, sencillamente y enigmáticamente, que estos símbolos originarios responden a “la necesidad universal que tienen los hombres de expresarse”. Esto nos lo dijo una tarde ya distante y desdibujada de enero de 2000. Significativamente, la obra artística de J. M. Cruxent despunta por aquellos años 60 cuando brota la escritura y la investigación de campo sobre el arte primevo americano. La voz Geoglifo es otro aporte de Cruxent al lenguaje sobre las piedras pintadas, la acuñó a finales de la década de los 40, frente al símbolo monumental excavado en las laderas de la Fila de la Olivita, estado Carabobo, Venezuela. Para los investigadores aquella manifestación dibujada en la tierra resultaba una experiencia tan novedosa que hasta la palabra para nombrarla fue menester crearla. Desde luego, los lugareños conocían aquella forma desde siempre y la llamaban ¨la rueda del indio”, de manera semejante a los campesinos y pescadores de toda Venezuela quienes llaman a los litoglifos y pictografías con los nombres de letreros, calendarios, santos, vírgenes, piedras escritas, piedras pintadas. Las palabras acuñadas en las academias también son legión: petrosimbolos, litoglifos, petroglifos, pictografías, arte parietal, arte rupestre. Es como un juego de reflejos en los espejos de la palabra.
En un texto titulado Signo y Símbolo, nos dice Cruxent: “… Arte rupestre es el término con el cual se identifican todos aquellos grabados o pinturas hechos sobre las rocas en tiempo pasado. La pintura rupestre ha expresado desde tiempos remotos, la necesidad de hacer abstracciones, síntesis e idealizaciones que son el reflejo de ideas, credos de la vida intelectual y cultural de nuestros aborígenes, quienes consagraron algunos espacios a la posibilidad cierta de entrar en conexión profunda con la creación”.
Asombran, abisman las correspondencias que encontramos entre los motivos de los litoglifos y las búsquedas del arte moderno. Pensemos, verbigracia, en la obra de J. M. Cruxent, Oswaldo Vigas, Mateo Manaure y Joan Miró. Hay animales, estrellas, plantas, elementos humanos: cabezas, manos, senos, sexos. Incluso la manera en que estos elementos son tratados en los litoglifos y en el arte moderno evocan el esquematismo, la pronta linealidad de representaciones entrevistas en el sueño o en el ritual shamánico. Los litoglifos son un puente entre la sensibilidad primera indígena y la plástica de las vanguardias, suerte de vasos comunicantes. Fueron necesarios las conquistas, los excesos, los atrevimientos del arte moderno para educar nuestros ojos y poder ver la belleza del arte antiguo, abrir el cerebro a su mensaje cifrado. A través de la mano del artista, del científico, del pueblo torna a pintar Amalivaca.
Cualquiera de las valiosas contribuciones de J. M. Cruxent en los campos de la docencia, la investigación, la exploración y el arte le hubiesen garantizado un lugar de honor en la historia de la cultura venezolana. Para decirlo en palabras de Cruxent: “En Venezuela me abren las puertas, me abren el corazón. Aquí encuentro lo que vine a buscar, porque vine como un inmigrante español que huía de la dictadura de Franco. Por todo eso yo le prometí a Venezuela darle su prehistoria, porque no la tenía, lo que había aquí sobre este tópico era muy poco. Venezuela me dio vida, me dio ilusión, ganas de vivir. Yo creí necesario cumplir con un deber, dar lo poco que sabía, yo venía a eso… Y cumplí.” Recordemos las palabras verdaderas del Jefe Seattle: “En la noche, cuando las calles de sus ciudades y pueblos estén silenciosas y ustedes crean que están desiertas, ellas estarán colmadas con los huéspedes que regresan y que una vez las llenaban y que todavía aman esta hermosa tierra. El hombre blanco nuca estará solo. Que él sea justo y trate amablemente a mi gente, porque los muertos no son impotentes.”

Mgs. Sc. Camilo Morón








Bibliohemerografía
Milagros Socorro y María Matilde Suárez: “Hay que Afrontar las Muchas Consecuencias de la Verdad.”. Entrevista a J. M. Cruxent. Revista Bigott, Nº 43. Caracas, Jul. –Ago. – Sept. 1997.
Sofía Imber, María luz Cárdenas, Adolfo Wilson et all: Homenaje a Cruxent. Siglo XXI: El Hombre, Cultura y Desafíos. Museo de Arte Coro, Santa Ana de Coro, 1992.
Camilo Morón: Piedras Vivas en Falcón. Universidad de Los Andes / Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, Mérida, 2007.
Camilo Morón: Honor a Quien Honor Merece. Vértigo, Nº 1, Universidad de los Andes, Mérida, Jun. –Jul. – Ago. 2000.
Marcel Roche: Homenaje a Cruxent. Siglo XXI: El Hombre, Cultura y Desafíos. Museo de Arte Coro, Santa Ana de Coro, 1992.
Juan Calzadilla: El Salón Oficial y las Vanguardias. Revista Nacional de la Cultura, Caracas, Mar. - Jun. 1962.
René Lichy: Ya-Kú. Monte Ávila Editores, Caracas, 1982.
J. M. Cruxent e Irving Rouse: Arqueología Cronológica de Venezuela. Volumen I, Ernesto Armitano Editor, Caracas, 1982.
J. M. Cruxent et all: Loza Popular Falconiana. Armitano Editor, Caracas, 1988.
J. M. Cruxent e Irving Rouse: Arqueología de Venezuela. Yale University Press, New Haven y Londres, 1963.
J. M. Cruxent et all: Arte Prehispánico de Venezuela. Fundación Eugenio Mendoza, Caracas, 1971.
J. M. Cruxent: Notas-Ceramología. Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, Coro, 1980.

1 comentario:

  1. Hola Camilo, es Yanett Segovia. Buscando leer algo sobre el hombre maravilloso que fue Cruxent encuentro este artículo tuyo tan bella y sensiblemente escrito.
    Un abrazo desde esta Mérida que te recuerda y evoca en sus esquinas, plazas y cafés.

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