sábado, 25 de mayo de 2013

J. M. Cruxent, Arqueólogo del Nuevo Mundo

Nuestra línea de investigación: Los Petroglifos en Venezuela debe mucho a José María Cruxent. De la lectura de los múltiples escritos que les dedicara 21 trabajos publicados en revistas científicas nacionales y extranjeras fueron surgiendo interrogantes, intuiciones, vislumbres de sendas posibles para abordar el tema. Así, pues, un buen día decidimos conocer al autor. Viajamos a Santa Ana de Coro, otrora Curiana de los indios caquetíos, a buscarlo... y lo encontramos. Eso fue una tarde del 2000. Frecuentamos su compañía hasta su muerte, en febrero de 2005. Quisiéramos hablar del hombre  J. M. Cruxent –como firmaba sus obras científicas y artísticas–, del hombre hecho de sensación y de tiempo. Del hombre de carne y hueso, el que nace y muere –sobre todo muere–, el hermano, el verdadero hermano, a decir de Miguel de Unamuno. Para hacerlo hemos de hablar del académico, del etnólogo, del geógrafo, del explorador, del artista,  del visionario, de la leyenda…
Llegado a nuestro país tras concluir la Guerra Civil Española (1936 -1939), donde combatió al lado de las tropas republicanas en el frente de Teruel, Cruxent pronto se dedica a enfrentar una nueva lucha que habrá de llevarle a lo más profundo del corazón de Venezuela, profundamente en la geografía y en el tiempo, y así se compromete a rescatar para todos y cada uno de los venezolanos el eco esencial de nuestro pasado, la presencia perenne de nuestras raíces, la vigencia de nuestro acervo entrañable.
Hablar de la Arqueología y la Antropología en Venezuela y en América, es hablar de Cruxent; su nombre está ligado estrechamente al alba científica de estas disciplinas en nuestra tierra  y otras tierras americanas: Panamá, Jamaica, Brasil y República Dominicana le escucharon en sus aulas. Fue Investigador Emérito del  IVIC en 1976,  Premio Nacional de Ciencias en 1987, Doctor Honoris Causa de la UNEFM en 2001.
Juan Calzadilla alude a los aportes de la obra artística de Cruxent en estos términos: “Su pintura es como un estallido, nace de gestos y desencadena un potencial fisiológico, de adentro hacia afuera, ahondado no en una imagen externa, sino en las raíces de la vida que emerge con una fuerza primitiva. Es una obra nerviosa, demasiado personal para crear una escuela o un estilo, que produce el impacto deseado sin violentar los medios legítimos de que se vale. Suerte de escritura visceral.”
La vida y la obra de José María Cruxent trascurrieron armoniosas por un mismo cauce de equilibrio, reflexión, sencillez y refinamiento. Su actitud vital y su apostura artística se hermanan en un todo, que es el resultado intencionado de una  labor profunda, cuyo fruto ha sido una obra genuina, rebelde, libertaria. La vivencia ancestral y la modernidad son dos luces que en unen sus fulgores para dar nacimiento a una constelación de obras compuestas con la minuciosidad de un orfebre y la pasión de un aeda.
Cruxent dedicó el Premio Nacional de Ciencias al Estado Falcón, como un generoso reconocimiento a la tierra que tanto le había brindado: “En mi carrera  dijo en aquella ocasión–, la mayor satisfacción la he encontrado en los años de mis investigaciones en territorio falconiano. Me he hecho en Falcón. Se lo debo a esta tierra. Verdaderamente, porque yo soy un provinciano y por retrueque el premio pertenece a Falcón, a su Universidad y a los corianos.” Palabras merecedoras del corazón de un hombre ardientemente enamorado de esta Tierra de Gracia.

Mgs. Sc. Camilo Morón
Docente e Investigador UNEFM
Doctorando ULA


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