sábado, 25 de mayo de 2013

Barro, Azúcar y Candela

“Todo producto elaborado a mano por el hombre está impregnado de espíritu y tiene alma.”
J. M. Cruxent.

Las artesanías encierran dentro de sí todos los conocimientos técnicos de su tiempo; pero el artesano coloca frente a estos conocimientos sus creencias, las cuales comprenden todo el saber de la cultura a que pertenece, tanto en el orden material como en el orden espiritual, afirmó el arqueólogo, artista y explorador venezolano-catalán J. M. Cruxent.
La obra de Evín Soto es el encuentro feliz del barro, el azúcar y la candela. La mano del ceramista imprime forma a la organicidad  sin geometría de la  Madre Tierra; los productos de la Naturaleza se asemejan a la miel de las abejas en virtud del arte de la repostería. El artista de la concina y el barro es un moderno alquimista: la tradición y la innovación se entrecruzan en las líneas y los sabores de una obra equilibrada, madurada en el trabajo, enriquecida en le diálogo fructífero de lo ancestral con las vanguardias estéticas internacionales. Quienes consideren llanamente que el estudio de la Historia solo puede realizarse basándose en testimonios escritos, desconocen la importancia que tiene en nuestro caso (el venezolano, el falconiano), la loza popular tradicional, estudiada estética y antropológicamente.
La  adusta economía de formas que singulariza la cerámica de Evín Soto se refleja en la sutileza  de los sabores, donde la herencia étnica universal y autóctona de la repostería y la confitería se expresan con sumo refinamiento. Esta historia universal debe ser contada aunque sea someramente:
En la antigüedad no se conocía el azúcar, por lo que las maravillas gastronómicas que degustaron los poderosos y el pueblo humilde fueron endulzadas con miel silvestre y frutos secos, como lo atestiguan las numerosas referencias que encontramos en la Biblia y en el Corán. En la literatura medieval la miel ya domesticada comparte páginas con caballeros, damas, reyes, bufones, gigantes y dragones. La caña de azúcar procede de las Islas de Pacifico, hace 8.000 años a.C. se cultivaba como planta ornamental y se masticaba por su agradable sabor. Desde allí se extendió a la India, dónde se elaboraba una miel de caña que fue sustituyendo gradualmente a la miel de abejas en la elaboración de dulces. En Persia se implementaron procedimientos para obtener azúcar en estado sólido. Griegos y romanos conocían el azúcar cristalizado y lo empleaban en la elaboración de postres y bebidas, esencialmente destinados a los paladares de los poderosos. Los árabes extendieron su consumo en el Mediterráneo, donde era considerada una exquisitez con propiedades curativas. Con los europeos la caña de azúcar es introducida en América en el s. XVI; con ella traen desde África mano de obra esclavizada para trabajar en las plantaciones. Al cabo de cien años, América superó la producción combinada de todos los demás productores del mundo. Durante las Guerras Napoleónicas (s.XIX), se incrementó en Europa la producción de azúcar a partir de la remolacha como consecuencia del bloqueo marítimo que Inglaterra imponía a Francia. En la actualidad el   40 % de la producción mundial de azúcar se elabora a partir de la remolacha. Modernamente somos testigos –cuando no consumidores– de la elaboración de edulcorantes sintéticos en los laboratorios, pero esta es otra historia…
La obra de Evín Soto es una encrucijada y una síntesis: la cerámica, la repostería y la confitería, se sitúan en coordenadas de sencillez, equilibrio y refinamiento en una obra donde le arte, el diseño, la tradición, la modernidad y la historia atinan en la conjunción  feliz del barro, el azúcar y la candela.

Camilo Morón

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