sábado, 25 de mayo de 2013

Cortejo Fúnebre Virtual de Don Oscar Sambrano Urdaneta


           
Leo en la página  web de la Radio Nacional de Venezuela (RNC) esta  breve  noticia: “La madrugada de este martes 14 de junio, falleció en Caracas a sus 82 años de edad, el poeta y escritor trujillano Oscar Sambrano Urdaneta.” Luego una breve referencia a los premios, los cargos, los estudios y finaliza: “Sambrano Urdaneta enalteció con sus obras literarias la cultura Latinoamericana, que quedarán marcadas en la memoria de los venezolanos amantes de la escritura.” Casi de inmediato escribo un chat a una amiga poetisa, de gótica belleza, sobre el deceso. Me contesta que no se ha enterado, que su mente está en otra cosa, que piensa, se preocupa y se ocupa en los Derechos Humanos de los 40 presos asesinados en El  Rodeo, en manifestar airadamente  frente al Ministerio del Poder Popular para el Interior y Justicia en solidaridad con los reclusos, sumarse a la angustia de  sus familias. Nos despedimos, ella acaso molesta, yo con cierta sensación de irrealidad, y cada uno sigue su personal derrotero virtual.
En la página web de El Universal encuentro esta  nota de duelo: “Muere el escritor Oscar Sambrano Urdaneta… El crítico literario fue presidente de la Academia Venezolana de la Lengua y del Consejo Nacional de la Cultura, así como también, Director del Instituto Nacional de Estudios Literarios (INEL)”. A renglón seguido, cual si se tratase de un arqueólogo de las letras nacionales, añade crípticamente: “Sambrano descifró manuscritos de Julio Garmendia.” Se pasa revista a los cargos públicos y, colocando la carreta delante de los caballos, se le hace nacer en Boconó, estado Trujillo, en 1929.
El miércoles 15, El Universal pública un artículo titulado: “Se fue El Príncipe Sambrano Urdaneta.” El título de Roberto Rodríguez  anuncia otro clima espiritual: “Fue la ciudad de Boconó la que lo recibió en el mundo el 6 de febrero de 1929. Ayer, 14 de junio, Oscar Sambrano Urdaneta se despidió de la vida tras presentar diversas complicaciones médicas a los 82 años de edad. Sambrano Urdaneta se recibió profesor de Literatura en el Instituto Pedagógico; y las letras fueron para él, a lo largo de toda su existencia, una pasión solo comparable con su activo ejercicio de la docencia. Similar embrujo supuso para Sambrano el tema de la gestión cultural, campo que abordó tempranamente en su vida y que lo llevó a ocupar importantes cargos en el sector público, incluida la presidencia del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC) durante el segundo mandato de Rafael Caldera (1994-1999).”
 Rodríguez cita como una guía en la comprensión del personaje, palabra cuya raíz griega significa máscara: “Como explica el profesor Francisco Javier Pérez (Presidente de la Academia Venezolana de la Lengua), la figura de Oscar Sambrano Urdaneta puede entenderse -en lo profesional- en tres principales dimensiones: el promotor cultural, el escritor e investigador, y el educador.” Por las palabras de Pérez nos enteramos que: “Trabajó hasta el último día de su vida. Este año, puso punto final a la compilación de las obras completas de Julio Garmendia, que es un autor que él había recorrido y estudiado bastante, así como evitado mucho, pero este trabajo reúne todo lo ya conocido y lo muchísimo que dejó inédito Garmendia”.  Y más adelante leemos, como completando un retrato hablado: “Fue un Bellista notable, de los primeros estudiosos de la obra de Bello en el país. Se destacó en eso”, comenta  (Iraida) Sánchez. Pérez ahonda en el asunto y recuerda que Sambrano Urdaneta “fue discípulo de Pedro Grases, uno de los grandes Bellistas del siglo XX. Don Pedro sumó a Sambrano en todas las tareas de La Casa de Bello y la segunda edición venezolana de las obras completas de Andrés Bello.”  Y para fortalecer este punto, precisa Rodríguez: “No en balde, la afinidad con el autor de Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida hizo que Oscar Sambrano Urdaneta ocupara por varios años la dirección de la Fundación Casa de Bello. De su pluma salieron obras como Aproximaciones a Bello, Cronología de Andrés Bello, El Epistolario de Bello, Andrés Bello Universal y Verdades y Mentiras de Andrés Bello.”
El peridista recoge en su artículo lo que puede ser el germen de un homenaje póstumo: “Ante su partida, Pérez cree necesario que se le rindan los honores de rigor. “Es absolutamente necesario que se haga un homenaje a Sambrano Urdaneta desde la Academia de la Lengua, aunque por la situación de premura no se le ha dado fecha aún”, reconoce Pérez. Para él, se trata de un tributo obligado. “Por él es que muchos de nosotros estamos allí, él abrió las puertas de la Academia a nuevas visiones, fue el primer impulsador y motor de la modernización cuando asumió el rol de Director y luego Presidente.” Esta declaración desarrolla uno de los cintillos iniciales del artículo: “El escritor y profesor universitario es considerado como un transformador de la Academia de la Lengua.”
Concluye Rodríguez a la vez que explica el aristocrático mote: “Recientemente, el escritor -a quien amigos cercanos llamaban "el príncipe" por su elegancia y probidad en todo momento- se desempeñaba como director y conductor del espacio Valores, que llegaba a los venezolanos a través de la señal de Vale TV.”
La referencia al programa Valores nos lleva a una vista a Wikipedia: “Valores (Values) is a Venezuelan cultural TV program produced from July 10, 2006, until 2008, transmitted by Vale TV, and hosted by Venezuelan writer and Literary Critic Oscar Sambrano Urdaneta, the main theme of this space is the learning of Venezuelan culture in all its dimensions. Was named in memory of Venezuelan writer Arturo Uslar Pietri and his TV program Valores Humanos (Human Values).”
La posibilidad de encender el televisor y encontrar la imagen serena y afable de Sambrano Urdaneta encuadrada en un fondo de estanterías pletóricas de libros nos hace relativizar la realidad misma de la muerte. Fue en la pantalla de Vale TV donde la mayoría de los venezolanos tuvimos ocasión de asistir a sus clases. Así podemos dar fe  la veracidad esencial de las declaraciones de Iraida Sánchez, quien fuese su alumna en el Pedagógico de Caracas, cuando ella era estudiante de Lengua y Literatura;  con el pasar del tiempo habría de ser su colega en la Academia de la Lengua: “Vivió la literatura…Lo que más recuerdo es su capacidad para hacer la literatura muy fácil y muy amena”. Como quien fue su alumna, Sánchez destaca que: “Sambrano Urdaneta fue un gran conversador y el análisis literario con él era todo menos una disección de una obra literaria, era un comentario siempre muy enriquecedor. Sus clases eran muy amenas.”
Continúo mi fúnebre peregrinar por el ciberespacio hasta llegar a Facebook. Me detengo ante el “muro” de la cuenta de Sambrano Urdaneta. Siento un temor y un respeto casi pagano, como si hubiese entrado a la habitación de un difunto. Los muebles virtuales están donde los dejó la última vez que habitó este espacio. Un lugar sobrio: apenas unas pocas fotografías, todas elocuentes del hombre y la tesitura de su pensamiento; uno pocos comentarios que dicen casi nada. El perfil está escrito en inglés y castellano, a título de muestra: “Prize of Literature for the work Poesía Contemporánea de Venezuela. Ministro de Cultura en ambos gobiernos del Dr. Rafael Caldera.” En el campo “información” de “información general”, leemos:  “Miembro de la Real Academia Española, Diplomático, Presidente  de la Academia Venezolana de la Lengua, Ministro de Cultura, Historiador, Escritor, Critico Literario, Conductor de Televisión, Director de la Casa Andrés Bello y Académico.”
Apenas cuatro fotografía en el “álbum”. En una vemos un hombre de bien llevada contemporaneidad para quien que nació en 1929. Viste traje y sonríe de manera afable y discreta, con una sonrisa levemente inclinada. Los muebles señoriales del fondo revelan el salón de la Academia Venezolana de la Lengua. Otras dos fotografías son versiones de un único ágape oficial. En primer plano, el Dr. Rafael Caldera, quien se inclina sobre un libro. En segundo plano, Sambrano Urdaneta sostiene una copa de líneas elegantes, contra su pecho acuna un libro como si fuese un escudo. La última fotografía, fechada en el muro el 5 de junio a las 17.38, lleva el simpático y lacónico título: “Otero (Director de El Nacional), el rey (Juan Carlos de España) y yo”. La fotografía, que lleva marca de agua de  El Nacional, también pudo titularse: “El Director, el Rey y el Príncipe.” No hay comentarios.
Las publicaciones en el “muro” son escasas, pero significativas. Hemos adecuado la redacción a las normas en uso de ortografía y redacción: “Soy seguidor de su programa, me gusta mucho, lo felicito. Se aprende mucho de nuestra hermosa historia. La historia de Cecilio Acosta, por solo nombrar una de tantas. Dios lo bendiga.” Un tocayo suyo escribió: “Es un inmenso placer poder saludarte por este medio. Espero que todo esté muy bien. Saludos desde USA.” Una solicita admiradora: “Mi admirado profesor, no tuve el privilegio de ser su alumna en el Instituto Pedagógico de Caracas, pero si de la adorable Elena. Aprendí a quererlo y a amar la literatura venezolana con sus obras, y da la casualidad que ahora dicto esa cátedra en el pedagógico “Siso Martínez”. Me gustaría mucho poder adquirir de alguna forma los programas de VALE TV, para que mis estudiantes los conozcan. ¿Podría Ud. ayudarme o darme alguna información al respecto? Gracias por todo lo que de usted he aprendido.” El postrer escrito en el “muro” es un lamento plañidero, escrito aquella mañana de su muerte a las 8.11: “¡Ay!, que pérdida tan lamentable para el país. Ahora podrá reunirse con el gran Andrés Bello. No tengo palabras.”
Noto que a 19 personas ha gustado la cuenta de Facebook de Oscar Sambrano Urdaneta. Estoy tentado a ser el número 20. Es un número cabalístico para quienes hemos estudiado en Venezuela, aunque la viveza criolla afirma que “diez es nota y lo demás es lujo”. Pulso el recuadro donde leo “me gusta” y veo una mano con el pulga hacia arriba, icono de las matazones romanas en El Coliseo. Se abre una ventana virtual en la que debo registrarme. Luego otra en la que debo especificar mis datos. Aquí me detengo y dudo. Es escribir un mensaje a un muerto.  Cierro internet. Releo estas líneas. Abro un libro, leo, pienso y converso. Ahora sí puedo hablar a gusto con los muertos.
Mgs. Sc. Camilo Morón

 



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