En
algunos mapas del Estado Falcón no está escrito el nombre de Murucusa; en otros,
está escrito de manera incorrecta, pero en la geografía espiritual de Francisco
Hernández esta palabra estaba escrita con letras mayúsculas: MURUCUSA. La
significación indígena de esta palabra es incierta y se ha desdibujado en la
noche de los tiempos. La etnohistoria nos dice que esta era tierra de gente
Jirahara, indígenas que resistieron bravíamente
la invasión de los conquistadores europeos. Para quienes no lo conozcan,
Murucusa es un poblado en el corazón feral de la sierra falconiana, levanta su
sencillo urbanismo en cruz en el municipio Petit. En su suelo se han encontrado
hachas de piedra pulida y piedras para moler el maíz, testimonios arqueológicos
de los indígenas ancestrales. En la década de 1960, del vientre de Murucusa salieron
guerrilleros que intentaron tomar el cielo por asalto. Es también tierra
prodiga de luchadores sociales desde la trinchera del trabajo cotidiano, por la
senda que se construye junto a los conciudadanos en lo real maravilloso de cada
día. En esta estirpe de luchadores sociales militó Francisco Hernández, llamado
por sus numerosos amigos Chico Hernández.
En
su columna “Curazaito Ayer”, Mario Aular nos dice que Chico tuvo emigrar en su
juventud, se fue a Caracas, donde laboró como obrero de la construcción, hizo
iglesias, acueductos y urbanizaciones. Cuando volvió a su lar nativo, levantó y
reparó casas, siendo el primer “arquitecto popular” que introdujo las modernas
técnicas constructivas en Murucusa. En las gestas de solidaridad con su
comunidad, destacan: la distribución regular de agua potable, la carretera
Aracua-Murucusa, la escuela para las poblaciones de Juan Domingo y San Antonio,
el preescolar de Murucusa, la toma popular de los terrenos del latifundio “Las
Peñitas”. Muchos de estos logros fueron pioneros en su tipo para estas
comunidades y siempre fueron frutos de las luchas colectivas. En la escena
pública Chico Hernández presidió el Comité de Tierras “Las Peñitas”, el
Sindicato de Pequeños Agricultores de Murucusa, el Comité de Fiestas Patronales
de Murucusa, Jefe Civil de Murucusa; fundador del partido Movimiento al
Socialismo (MAS), candidato a Concejal y a Senador. Esta rica relación de
datos, testimonios de una vida comprometida con las causas populares, las
entresaca Mario Aular de los archivos personales que atesoró Chico Hernández, quien
puso en práctica la divisa de Pedro Manuel Arcaya: “¿Papeles? Que se
rompan solos”, recomendando así la preservación de la memoria documental.
En
vida Chico fue sujeto del homenaje de sus paisanos. En 1993, por iniciativa de
Pedro Iván Morón, con quien compartiera escena en las luchas sociales, se le
tributó un reconocimiento genuinamente popular. De las fiestas de aquel 6 de
marzo nos dice Aular: “el homenajeado recibió placas de la comunidad y la
Federación Campesina, hubo carreras de burros, encuentros deportivos, el baile
fue amenizado por un conjunto de La Ciénaga de San Luis con violín, cuatro,
maracas, tamboras y guitarras. Lo más importante de la velada fue el calor familiar, que hizo que éste fuera un día
inolvidable para el pueblo de Murucusa.”
Francisco
Hernández –sencillamente Chico– fue un hombre sabio. Frecuentó la compañía de los libros; pero su sabiduría no proviene
de la letra impresa, sino del trabajo, de la faena cotidiana, del sentido común
de un hombre de pueblo. Su sabiduría se fraguó en el conuco y en el corral. Esa
sabiduría forjada en la dignidad del trabajo diario guió sus acciones en pro de
sus conciudadanos. Cuando en Murucusa se levante la próxima obra de utilidad
social, fruto de las luchas de sus hijos: una aldea universitaria, una escuela
técnica, un parque, el epónimo más adecuado a la memoria colectiva es el de
Chico Hernández, hijo de Murucusa.
Camilo
Morón
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