sábado, 21 de julio de 2012

En Torno a El Viaje de los Argonautas de César Seco



Toda creación es un viaje: hacia la noche, hacia la entraña palpitante de la madre, hacia los espacios diamantinos del alma profunda, abismada y sola; es un viaje hacia las fauces pacientes de la tumba. La estructura del viaje es una de las líneas dramáticas rectoras del mundo mítico: es una senda de iniciación.

 En algunos mitos, la vida es el viaje mismo –todos somos viajeros–: nace el héroe; es desconocido, abandonado o amenazado por sus verdaderos padres; lejos del hogar, es criado por amantes padres adoptivos –generalmente pobres– hasta llegar a la edad viril; entonces, emprende el viaje movido por obscura profecía; en algunos mitos, huye de ella; en otros, procura, entre sombras y tanteos, su realización. Llegado a la madurez de sus fuerzas, el héroe se realiza en vertiginosa llamarada para consumirse espléndidamente y precipitarse en la noche. En líneas generales, esta es la trama de Edipo, Arthus, Gilgamesh, Dionisos, Moisés, Jasón y otros héroes de la mitología universal.

 El Viaje de los Argonautas y otros Poemas (Fondo Editorial “Arturo Cardozo”, Trujillo, 2006) del poeta falconiano César Seco, hunde sus raíces en la tradición mítica. En la temprana mañana de la especie, los oficios propiciatorios del sacerdote –el oficiante de los mitos– y el oficio del poeta –el oficiante de la palabra– con frecuencia eran uno y el mismo: la conciencia de que lo humano es y está marcado esencialmente por la palabra era clara por entonces. “Estamos convencidos –escribe Cesare Pavese en la Advertencia a los Diálogos con Leucó– de que el mito es un lenguaje, un medio expresivo, es decir, no algo arbitrario sino un vivero de símbolos que posee, como todo lenguaje, una particular sustancia de significados que ningún otro medio podría proporcionar. Cuando repetimos un nombre propio, un gesto, un prodigio mítico, expresamos en media línea, en pocas silabas, un hecho sintético y abarcador, un meollo de realidad que vivifica y nutre todo un organismo de pasión, de estado humano, todo un complejo conceptual.” Y en otro lugar: “…tratar a los protagonistas de esos maravillosos relatos que son los mitos –y por extensión, los poemas– como bellos nombres cargados de destino, pero no de un carácter psicológico del todo simple; diríase personajes dispuestos a salir de viaje…”: “Cuánto nos hemos preparado para esto. El más viejo suelta la paloma; la partida es ya. Cada uno soñó el mar como le fue dado. Cada uno plegó con sus dedos este barco, cada uno lo puso en papel, y el papel mismo dobló donde hubo. Hemos transpuesto el anillo de la tormenta pero el poniente es ahora el que llega. Lo que llega es lo que menos tememos. Más allá de nuestros ojos miran sin mirarnos en el sueño los hijos y mujeres que dejamos. Es conclusivo: cada uno ha de vivirlo. El regreso no está en la fortuna sino en el bruñido oro del regreso”.

Para el jurado de la II Bienal Nacional de Literatura “Ramón Palomares”, edición 2005, la obra de César Seco se hace acreedora del Primer Premio –por unanimidad–: “…En virtud de la eficacia y la seducción de su lenguaje para crear las atmósferas propuestas en su texto, sin olvidarse, en ningún momento… que los contenidos son las formas y éstas las contenidas y, de igual manera, aparecen en la poesía indisolublemente unidos entre ellos.” Forma y esencia son vasos comunicantes, le style c´est le homme même, decía Buffon; así las esencias agitadas, crispadas, presuponen formas semejantes: “Las chispas varias de un solo explosivo. El conmovido polvo de las torres. Las mismas brasas de Sodoma y Roma. Anoche los edificios tronaban alrededor como estúpidos muchachos crecidos sin prestar atención. Anoche en 56 street un clon de Bukowski decía: The Grand Bitch is the Liberty Statue. Ciudad longeva, insomne, ebriedad de quien no sabe vivir.”

El mito de los Argonautas ha ejercido un fuerte reclamo sobre la imaginación del mundo Occidental. Isaac Newton propuso la provocativa hipótesis según la cual todas las constelaciones del Hemisferio Norte llevan nombres de personajes, objetos y acontecimientos de la historia griega de Jasón y los argonautas. Malinowski tituló The Argonauts su primera monografía trobiand, dedicada básicamente a una descripción del anillo Kula, “…ese esplendido ejemplo –escribe Marvin Harris en The Rise of Anthropological Theory. A History of Theorys of Culture– de comercio inescrutable en el que los isleños trobiand arriesgan la vida en largos viajes por mar, y todo para obtener unos pocos spondylus y unas conchas de Conus millepunctatus…” El entretenido Luciano de Crescenzo escribe con desenfrenado humor en I Miti Degli Eroi: “Empecemos por Jasón, que conquistó el Vellocino de Oro junto con unos cincuenta vagos que por aquel tiempo recibían el nombre de héroes: ´aquel tiempo´, poco más o menos, significa los comienzos del siglo XII antes de Cristo, suponiendo que en esta clase de historias se pueda hablar de fechas.”

El Viaje de los Argonautas y otros Poemas tributa sus aguas y pensamientos en este mar –que es el morir, diría Jorge Manrique– del pensamiento Occidental: “¿Qué tuvo de sagrado el primer roble que cortamos para hacer este barco? ¿Qué hizo declinar al más fuerte a favor nuestro?¿Por qué Palas Atenea nos bendijo si sus ojos sabían lo que aguardaba?” Y más adelante concluye, como ante una borrasca: “El aliento se nos corta. Vemos flotar en el mar la decapitada cabeza de Orfeo, cantando lo que el misterio nunca llegó a decir.” Sobradamente conocemos el heroico –y en ocasiones canallesco– curso de la vida de Jasón; en cambio, es menos conocido el eclipse de sus días; al respecto, leemos en A Dictioanry of World Mythology de Arthur Cotterell (Oxford University Press, 1991): “After a few years Jason deserted Medea for Glauce, but the former wife was revenged by killing Glauce and their children. The hero himself died when a piece of the rotting Argo fell on his head.” Así, pues, un fragmento de aquella maravillosa nave de la juventud, devenida en el ruinoso y podrido Argo, barco encallado, mató a Jasón. Quizás fue el héroe a la sombra de la vetusta nao a llorar sus cuitas; quizás fue a soñar con desconocidos mares, tierras lontanas y desconocidas constelaciones. No lo sabemos. Sólo diremos que los mitos y los poemas –que ocasionalmente están hechos de una misma sustancia, una misma carne– son inmortales.

Camilo Morón

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