martes, 7 de febrero de 2012

Adrián Hernández Baño: Investigador Infatigable


Entre las virtudes que deben acompañar a un hombre de Ciencia –así, con mayúscula–, estimo sobre todas la honradez. La honradez en el trabajo científico reviste esencialmente tres aspectos: honradez en el manejo de los datos, honradez al citar las fuentes, honradez para con el método. Lejos de ser la Ciencia una colección de fórmulas, un gabinete de teorías estancas, un templo donde se ofrenda incienso a una colección más o menos nutrida de nombres ilustres, es, antes que nada, una perpetua interrogante: búsqueda y no culto a la respuesta –que ayer pudo bastar y ser buena–, aventura del conocimiento y no cortesana reverencia. Adrián Hernández Baño reunió en su labor científica y en su persona estas tres facetas de la virtud que es la honradez científica.
Conocí a Adrián Hernández Baño cuando dirigía el Centro de Investigaciones Arqueológicas, Antropológicas y Paleontológicas (C.I.A.A.P.) de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda. Entonces, quien escribe estas líneas cursaba el bachillerato en el Colegio Salesiano Pío XII, en la ciudad mariana de Santa Ana de Coro. Fui al C.I.A.A.P. porque quería saber de dónde provenían los primeros hombres que poblaron América, qué eran los extraños dibujos que podían verse en ciertas rocas en la Sierra de San Luis y además qué eran aquellas piedras con simetría de lágrima que los campesinos encontraban en sus sementeras y llamaban piedras centella. El profesor Adrián escuchó atenta y cortésmente; luego respondió que aquellas singulares piedras simétricas eran herramientas de los antiguos amerindios, que aquellos misteriosos signos grabados en la roca se llamaban petroglifos y que al parecer referían las creencias religiosas de aquellos amerindios autores de las herramientas de piedra; en cuanto a los primeros pobladores, expuso varias teorías sobre su origen y, finalmente, añadió algunas ideas propias; aquí fue donde me perdí y no pude seguirle con claridad, digo en mí defensa que apenas tendría unos catorce años y estaba atragantado de Ciencia a medio digerir; en defensa de Adrián digo que era un entusiasta.

Al correr de los años, mis propias investigaciones me llevaron a terrenos en los que ya había transitado Adrián: la historia, la etnología, la arqueología y la lingüística –pero que nadie se extrañe: todas estas ramas de las humanidades están estrechamente vinculadas y casi no puede comprenderse una al margen de las otras. Debo empezar por señalar que no comparto todas las teorías de Adrián; por ejemplo, discrepo de las rutas poblacionales que propone para los primeros hombres en Falcón; tampoco creo sostenible que en Venezuela se hablara quechua antes del s. XVI, por consiguiente me parece discutible la interpretación que propone a varios topónimos falconianos; tampoco creo que la Radiestesia sea un método científicamente convincente. Que existan discrepancias y diferencias –incluso hondas y acaloradas– entre investigadores es un hecho frecuente en la Ciencia –con mayúscula–, eso da salero a la lucha que es la investigación.
En estas lides, Adrián fue siempre un caballero honrado ya que no siempre un honrado caballero, pues la mezquindad –¿cabe llamarla de otra forma?– eventualmente le escatimó las honras de las que era merecedor. Adrián fue en muchos campos de la investigación etnográfica un pionero: fue el primero en relacionar claramente una tradición local –leyenda– con una manifestación rupestre –petroglifo– entre los antropólogos venezolanos del s. XX. Ciertamente, Gillij recoge la tradición de los Tamanacos sobre el origen de los hombres tras el diluvio y Tepumereme (la piedra pintada); pero entonces no existía la Antropología...; en cualquier caso, fue el primero en relacionar una tradición campesina con una estación de petroglifos. Por otra parte, fue el primero en reconocer el inmenso valor que tienen en la investigación de campo los baquianos o guías; los datos que sobre ellos aporta en sus obras son casi tan detallados como los que aporta sobre las estaciones.
Defendió contra los historiadores librescos el asentamiento español de Santa Cruz (1502), en Punta Macolla, Península de Paraguaná. Los librescos historiadores, que jamás habían realizado trabajo de campo, situaban este asentamiento en la Península de la Guajira o en otras áreas próximas al Lago de Maracaibo. Cruxent, en un mapa editado por la UNESCO, titulado The Caribbean of Colombus, planta a Santa Cruz, con fecha de 1504, en la Península de Paraguaná, coincidiendo con Hernández Baño. Destaquemos que entrambos habían surgido desavenencias sobre la antigüedad de esta población, hasta el punto de poner sus relaciones amistosas bajo cero. El que Cruxent haya reconocido el hallazgo de Hernández Baño, pese a sus amargos desencuentros iniciales, hablan claramente de quiénes eran estos caballeros de la Ciencia: hombres honrados. Adrián, por su parte, siempre reconoció en sus obras el carácter capital de las investigaciones de Cruxent.
II
Como historiador Adrián hizo gala de trabajo tenaz y honrado: visitaba arduamente los archivos, particularmente el Archivo de Indias, en Sevilla. En cuanto a las referencias en sus obras, eran exactas y se hacían por afán de rigor científico y no por vana presunción de erudición, sirena cuyo canto seduce a numerosos académicos. En Coro y Provincia. Testimonios de Cuatro Siglos 1500-1900 (Coro, 1990), el autor en compañía de María de los Angeles Pérez Friend –quien fuese su esposa–, da cuenta del poco conocido Proceso Contra Alonso de Hojeda. Santo Domingo. 1503. Leemos en la declaración de Antonio Vidal, Maestre de Nao, sobre la fortaleza de Santa Cruz: “…la tierra donde el dicho / Alonso de Hojeda hizo el asiento que es tierra firme e non ysla e se llama ally to/da aquella Provincia Paraguaná.” De este asentamiento español el autor refiere la investigación documental así como las evidencias arqueológicas de campo: muros de fortalezas, estancias, casas y garitas de vigilancia. En la misma colección documental, citan la interesante y poco conocida Relación del Maestre Juan de Ocampo –por primera vez publicada por Rufino Blanco-Fombona a comienzos del s. XX– donde da cuenta de un reloj de sol de los antiguos amerindios, sus señales temporales recibían los nombres de: tumisha, oroúja, cocuina, atúa, caucanía. La cita sin saber que la mentada Relación fue un timo muy bien urdido por Rafael Bolívar Coronado –más conocido por ser el autor de la letra de Alma Llanera–, que el Maestre Juan de Ocampo era un personaje apócrifo…,como otros prohijados por el numen de Rafael Bolívar Coronado como Fray Nemesio de la Concepción Zapata, Fray Pánfilo de la Hoz y otros viajeros y cronistas imaginarios. Pero no seamos en esto muy duros, pues la quimera nacida de la fantasía de Rafael Bolívar Coronado es una sirena de amoroso cantar. Consideremos además que Blanco-Fombona estuvo buscando a Bolívar Coronado para ajustarle las cuentas a tiros, cosa que dadas las limitaciones de tiempo y espacio no podía hacer Adrián Hernández Baño.
En Trascripción Toponímicos Indígenas Quechuas en el Estado, Falcón, Venezuela (Coro, 1998) nos dice Adrián de sí mismo: “Soy una persona bastante metódica, y me gusta llevar la investigación hasta lo último y no dejar ningún cabo suelto.” Para la elaboración de una lista de 1000 topónimos falconianos se sirvió de fuentes documentales así como de datos orales recolectados en el trabajo de campo. A la primera oportunidad viajó a Cochamba (Bolivia), donde la sometió al escrutinio del Prof. Raúl Arnez y Arnez, Asesor Pedagógico Bilingüe Quechua-Castellano, quien certificó: “Para nosotros los quechuas hablantes en Bolivia es una verdadera sorpresa que la extensión de la lengua quechua haya llegado hasta la parte más septentrional de América del sur y a ese gran país hermano, tan querido por nosotros como es Venezuela, no por la vía de las armas, sino a través de la cultura oral, que en varios siglos no desapareció y es el mejor regalo que pueden tener países hermanos.” En la lista de topónimos falconianos recogida e interpretada por Hernández Baño, Arnez y Arnez encontró una relación del 95% entre el toponímico y la lengua quechua.
En nuestras investigaciones en territorio falconiano, referidas a la toponimia y a las lenguas ayamán y caquetía hemos encontrado una mayor relación con el arawako hablado en el área del Caribe y el caribe de origen amazónico. Es de notar que el radical Para / Pada que en quechua traduce lluvia, significa en caribe agua, de donde varios lingüistas asumen un préstamo lingüístico en la topominia arawaka. Abierta la discusión, sólo podemos subrayar que la imagen que se desprende de ella es una América precolombina moble, de intensas relaciones humanas y no aquella otra de pequeñas hordas diseminadas, aisladas y autarquicas.
III
En Petroglifos. Estado Falcón (Coro, 2000), obra dedicada a la memoria de su esposa, Adrián describe 18 estaciones de manifestaciones rupestres en territorio falconiano; en esta obra brillan todas sus virtudes y calidamente conmueven todas sus debilidades – entre otras, era dado, como buen español, a la hipérbole– como cuando escribe: “Mención especial merece el Parque Nacional de Arte Rupestre localizado en Cabure, Distrito Petit, ya que con un espacio geográfico de unos 4 kms, hay más de 500 piedras grabadas y mas de 1.000 dibujos. Es, sin lugar a dudas, el conglomerado de arte rupestre más grande de toda Venezuela.” Personalmente hemos trabajado la zona, registrando las estaciones de Cabure, San Hilario, El Ramonal, Carayapa, Viento Suave, San José, Los Riegos y Hueque. El inventario aún no se ha cerrado, y es de esperar que se descubran nuevos sitios y aumente el número de símbolos contabilizados; empero el registro dista mucho de alcanzar las cifras propuestas por Hernández Baño.
Al describir la estación El Mestizo –llamada por los vecinos Los Santos–, en el Municipio Miranda, escribe: “Los petroglifos están en una gran laja libre de vegetación que baja de la montaña y sobre una superficie aproximadamente de 40 metros de largo por 20 metros de ancho, hay en total unos 150 grabados de dibujos, es el mural más grande que hemos visto en Venezuela.” No se trata de meras exageraciones, conviene más decir que son verdades embellecidas, procuran llamar la atención del público y de las autoridades sobre este Patrimonio tan desatendido. Como estudiosos del tema, podemos señalar que el grueso de publicaciones sobre el mismo está erizado de inexactitudes de toda laya. Incluso nosotros hemos tenido que rectificar publicaciones tras cada salida de campo; ya sea para modificar una primera observación, ya para añadir a nuestro inventario una nueva estación.
En su resumen a Petroglifos. Estado Falcón, afirman sin mediar tintas el empleo de la radiestesia en sus investigaciones. La radiestesia –de radio, metal, y el griego aisthesis, sensibilidad– es definida como la virtud especial para captar ciertas radiaciones utilizadas por los “radiestesistas” para descubrir manantiales subterráneos, venas metalíferas y, según algunos, yacimientos arqueológicos. En los inicios de la Arqueología en Venezuela, algunos investigadores de renombre estuvieron en algún momento de su vida cerca de las experiencias radiestésicas. J. M. Cruxent experimentó con ella en su juventud en tierras europeas. Rafael Delgado –bajo el seudónimo de Lumo Reva– escribió en El Nacional, 20 de abril de 1948, un artículo titulado: ¿Qué es la Radiestesia? Recordemos que Rafael Delgado es autor del clásico Petroglifos de Venezuela, una de las primeras obras de síntesis en nuestra literatura científica sobre el tema. En Petroglifos. Estado Falcón, Adrián estima, según sus investigaciones radiestesicas, que faltaban por localizar una estación de petroglifos en el Distrito Mauroa, otra en Democracia y otras dos en Miranda y Petit.
Decía Delgado en aquel artículo de 1948 que la radiestesia es antigua entre nosotros –los venezolanos– citando las prácticas de los shamanes guaraúnos: “A veces, un cazador desaparece en la selva. Los familiares, pasados unos días de prudencial espera, van a ver al piache. El brujo toma en las manos una vara mágica –varilla radiestésica– y escribe en el suelo, con el dedo, unos signos misteriosos, que vienen a ser un plano de la región donde desapareció el cazador. Después va pasando sobre los signos la vara mágica, hasta que se mueve. Cuando se mueve ella, él habla. En tal lugar está el cazador, o al menos lo que de él han dejado las fieras. Los indios van; y regresan, infaliblemente, con los restos del desaparecido, o con algún objeto de su uso… Así, más o menos, buscan en planos de papel, ciertos radiestesistas que han llegado a un perfecto estado de hiperestesia.”
¿Quit sait? Como bien nos dice Rafael Delgado con la voz de Lumo Reva aquel martes de 1948: Después de todo, la Ciencia de hoy fue magia ayer. Y, a veces, sigue siendo magia, entre otros pueblos, hoy aún…
Fue Adrián Hernández Baño caballero honrado de la Ciencia: fue al campo en busca de datos; en sus investigaciones, refirió a conciencia sus fuentes; y, finalmente, en un clima hostil, fue consecuente con sus métodos de investigación. En el Prólogo a su estudio sobre topónimos del Estado Falcón nos dice por qué hizo a un lado una prospera carrera en la industria y el comercio, porque “quería ser útil a Venezuela”; pues consideraba que “el factor que más falta hacia en el país era sin ninguna duda la cultura.”

Historiador Camilo Morón.

8 comentarios:

  1. Adrian Hernandez Baño (Alias Joda) Un gran Hombre de ciencia y un espectacular amigo..
    Una honra a su memoria.

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    1. Gracias, Marcel. Las anécdotas personales pueden acercarnos a las personas en el recuerdo. Este es un ensayo escrito a partes iguales: mitad afectos y mitad datos científicos.

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    2. gracias por recordar a mi abuelo el siempre lo recordaba a usted un gran amigo el cual siento que conozco mucho por las historias que mi abuelo me contaba de sus amistades

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  2. Estimados amigos. ¿El Dr. Adrian falleció?, ¿cuando y de que?. Lo conocí en Madrid y en nuestras camitanas por el parque del oeste, después de cenar, solía contarme muchas anecdotas e investigaciones realizadas. Desde 1994 no paró de contar el verdadero origen del nombre Venezuela. Saludos. Prof Antonio Silva Sprock (Computación-UCV)

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    1. espero se encuentre bien estimado Antonio le quería informar que mi abuelo falleció en agosto del año 2001 de un infarto al miocardio fulminante

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  3. Lic. Camilo Morón, un placer en saludarle, tuve el gran placer de leer este texto, soy de la Península de Paraguaná, bellísima como ninguna otra. Mi abuela y una hermana de ella conocieron, (tengo casi la certeza), al Profesor Adrián Hernández Baño. La tía me cuenta, que hace algunos años apareció un aviso en el periódico de su hija, preguntando quiénes se habían relacionado con su padre y sobre sus exploraciones. Tendría Ud. la amabilidad de facilitarme un correo por dónde comunicarnos con algún familiar ¿? De antemano muchas gracias. Si mal no recuerdo, (por la larga historia de la tía), que el profesor Adrián buscaba la ubicación exacta de un antiguo monasterio llamado Santa Rosa de Lima, que de hecho sí lo hubo, y queda en los alrededores del Hato Curaidebo del Vínculo. Saludos desde nuestras cálidas tierras ¡!

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    1. Lamento informar que el Dr. Adrián Hernández Baño falleció en el año 2000. Desconozco la causa excata de su muerte. En lo tocante a comunicarse con su familia, podemos establecer el nexo a través de mi correo personal: camilomoron@gmail.com.

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    2. buenas estimado Sole Petit soy Adriana una de las nietas de del Dr Adrian es para mi un placer enterarme de personas como usted y si gusta con muchísimo gusto le dejo mi correo para que nos pongamos en contacto ya que fue mi madre la que puso el anuncio que usted menciona acphdecristo@gmail.com

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