lunes, 19 de septiembre de 2011
La Memoria de las Calles de Piedra. 2da Parte.
Estas líneas pudieron haberse titulado la desmemoria urbana de Coro. Si así no ha sido es porque tengo la esperanza que el buen criterio se imponga y los vecinos de la ciudad, sus habitantes (uso estas palabras con toda su carga emocional) seamos dignos de la herencia cultural de nuestros ancestros. En la primera entrega de estas reflexiones, hice referencia a las declaraciones del Gerente General de CORFALTUR y el Secretario General de Gobierno sobre la futura intervención en la zona declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Aquella declaratoria del 9 de diciembre de 1993 se fundaba en un tipo de arquitectura y en los materiales de construcción: colonial y barro, en dos palabras. Pero, y este pero es muy importante para lo que sigue, el patrimonio cultural no es sólo establecido por las instituciones. Lo es también por la sanción de la memoria cotidiana, el recuerdo del hombre y la mujer de a pie o que va en carrito por puesto o en camionetica. El patrimonio cultural no es potestad, ni capricho, ni coto de caza de los funcionarios públicos. Mi argumentación no es política. Está sustentada en la legislación patrimonial venezolana, los acuerdos internacionales y los criterios científicos de la conservación preventiva y la restauración. Pero antes permítaseme un reclamo a la memoria:
La imagen de las calles de piedra es icónica, es tan distintiva de Coro como los médanos, el calor, los cujíes, el “chuchuve rabilargo de amoroso cantar”, como lo llamó Don Mariano Picón-Salas. La imagen de las calles de piedra es tan característica de nuestra ciudad primada como la estatua del Diao Manaure, como el valse “Sombra en los Médanos”, como las sillas de cuero e chivo, como la arepa pelada, la natilla, como la empanada de cazón, como el cocuy y el ocioso que parado en una esquina apoya indolente el pie en la pared, pintado en irónica estampa por artistas costumbristas y caricaturistas mordaces. El corazón de la Coro histórica son sus calles de piedra. Puede que se trate de una obra inspirada en los criterios superados del restauro estilístico de Eugéne Viollet-le-Duc: así nunca fue, pero debió haber sido. El conjunto urbanístico tal y como al presente está dispuesto es un escenario, y esto bien lo han entendido cineastas y documentalistas. Y si nada de esto es suficiente, es el escenario del presente.
Hagamos a un lado al corazón y demos prioridad a los documentos internacionales. La Carta de 1987 de la Conservación y Restauración de los Objetos de Arte y Cultura, advierte en el art. 6, párrafo b, contra “remociones o demoliciones que oculten el paso de la obra a través del tiempo, a menos que se trate de limitadas alteraciones perturbadoras o incongruentes respecto a los valores históricos de la obra o de complementos de estilo que la falsifiquen.” Este pasaje ha sido largamente debatido entre especialistas de distintas disciplinas; grosso modo hay dos tendencias: la de respetar el devenir de la obra y la de intervenir y suprimir elementos. Por lo general, los historiadores, etnólogos, sociólogos y otros profesionales de las ciencias humanísticas se pronuncian a favor de la primera tendencia. Ingenieros y arquitectos suelen optar por la segunda. Esto no es una regla y no siempre se cumple. Hay ingenieros y arquitectos que tienen una visión profundamente histórica de la conservación, así como hay historiadores con muy poco respeto por la historia.
Nuestra opinión es que las calles de piedra –que datan de 1969– constituyen un testimonio de la historia del conjunto urbanístico, entiendo la relación de los inmuebles coloniales y las calles empedradas como un todo. Su destrucción y sustitución por adoquines constituye la negación de los convenios internacionales en cuanto a preservar la historia del conjunto urbanístico. El ejemplo más desafortunado –especialmente para los corianos– de un desatino de este tenor lo constituye la restauración de la Catedral de Coro, cuya consecuencia fue no ser declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad, debiendo conformarse con la modesta declaratoria de edificio de “interés histórico”, y todo por obedecer los caprichos estetizantes de una visión esencialmente arquitectónica y anti-histórica. No es este lugar para profundizar en el tema, sólo lo citamos a título de ejemplo y advertencia.
Según el Código de Ética promovido por la Confederación de Conservadores-Restauradores, aprobado en su Asamblea General (Bruselas, 1 de marzo de 2002): “La restauración consiste en la acción directa realizada sobre el patrimonio cultural dañado o deteriorado con el objetivo de facilitar su percepción, apreciación y comprensión, respetando en la medida de lo posible sus propiedades estéticas, históricas y físicas.” Si consideramos el casco histórico como un todo urbanístico, las calles empedradas pasan a ser elementos históricos del conjunto y en consecuencia atributos de la obra. Ese mismo documento especifica que: “La conservación preventiva consiste en la acción indirecta para retardar el deterioro y prevenir el daño creando las condiciones óptimas para la preservación del patrimonio cultural mientras sea compatible con su uso social.” La cuestión del “uso social” implica que se trata de los Bienes Culturales de todos. Y aquí conviene preguntar: ¿los documentalistas y los cineastas que suelen grabar en las calles de piedra han sido consultados? Apuesto fuertes a lochas a que no, no han sido consultados. La Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda imparte la Licenciatura en Conservación y Restauración de Bienes Muebles. Según el Código de Ética del Conservador-Restaurador, este “es un profesional que tiene el entrenamiento, el conocimiento, las habilidades, la experiencia y la comprensión para actuar con el objetivo de preservar el patrimonio cultural para el futuro.” Pregunto: ¿Han sido consultados los estudiantes y profesores de esta carrera universitaria sobre un asunto tan importante para la ciudad y su herencia patrimonial? No puedo responder por los demás, pero a título personal digo: No. Tengo entendido que se han realizado reuniones tormentosas con los Consejos Comunales del Centro. Pero esta es una política errada: el Patrimonio Cultural de la ciudad no interesa a todos, así vivamos en la Cruz Verde, como vivo yo. En la 3era y última entrega trataremos los aspectos científicos y técnicos de la conservación preventiva de la otrora llamada Zona Colonial.
Mgs. Sc. Camilo Morón
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