martes, 7 de febrero de 2012
Juan Calzadilla: La Compresión del Arte como Poética
Ocurre que ocasionalmente los caminos se encuentran, lo que no suele ocurrir tan frecuentemente es que se encuentren los reflejos. La obra de Juan Calzadilla es plural, generosa y ha seguido rumbos que para los ojos no habituados a los paisajes inagotables, pueden resultar contradictorios o, cuanto menos, divergentes. En tanto que historiador, la obra de Calzadilla como crítico e historiador del arte me resulta familiar desde mis días de estudiante en la Universidad de Los Andes, sus trabajos publicados en la Revista Nacional de Cultura, en la Revista Biggot y otras publicaciones especializadas eran fuente de consulta más o menos obligada y siempre placentera. Pero parejo a este conocimiento me era por entero desconocida su labor como Poeta –sí, así, con mayúscula–. Hay muchas formas de explicar este absoluto desconocimiento –aunque ninguna es una excusa–: Primera, en mis años mozos leí esencialmente autores europeos, desde los románticos, pasando por los simbolistas, amainando en los surrealistas y concluyendo en la lírica de grupos como Pink Floyd o Led Zeppelín. Entre los autores de septentrión frecuenté a Melville, Poe, Twain, London y los poetas urbanos y drogadictos de la Beat Genenation; (salvo al Hemingway de Por Quién Doblan las Campanas y El Viejo y el Mar, me ahorré el aburrimiento aguardentoso de la Lost Generation). Segunda, tenía una deuda con la literatura americana que me costaba saldar: tarde leí Pedro Páramo, rehuí paladinamente El Señor Presidente y confieso no haber leído La Cuidad y los Perros. Entre los escritores venezolanos ya había hecho mis selecciones adolescentes: Pérez Bonalde, Andrés Eloy Blanco, los dos Garmendia, Miguel Otero Silva y el Adriano González León de País Portátil; y estaba hechizado hasta la necesidad del exorcismo por este Tierra de Gracia de Isaac J. Pardo. Como historiador leí a los historiadores: Lisandro Alvarado, Gil Fortuol, Pedro Manuel Arcaya, Laureano Vallenilla Lanz, Mariano Picón-Salas, Mario Briceño Iragorry, Manuel Caballero. Era el mío un caso sintomático del mal que augurase Ortega y Gasset en el claustro universitario: especialización.
Un feliz azar vino a remediar parte de mi docta ignorancia. En la tienda de libros usados del recordado J. Santos di por pura casualidad con un libro desnudo, como si le hubiesen arrancado la piel al quitársele la portada, un libro de páginas amarillas, de bordes roídos por la humedad, el tiempo, los grillos y los ratones andinos…Entonces, al abrirlo, me enteré con sobresalto que Juan Calzadilla, el atinado crítico de arte, el historiador escrupuloso, el ensayista de prosa amonedada, me enteré entonces, enfatizo, que era Poeta. Y fue un descubrimiento como si un rayo cayese de un cielo despejado. Pese a haber estudiado Historia, Historia del Arte y Educación en una Facultad tumultuaria como la nuestra de Humanidades y Educación nunca, pero nunca alguien me susurró que Calzadilla fuese Poeta. Pero este era un secreto a voces: lo sabían los abogados que trasnochaban madrigales, los hongueros entusiastas de la bohemia merideña, los artistas en ciernes y los artistas consagrados. Y sobre todo lo sabían mis profesores quienes le habían conocido en los años de la juventud que quería tomar por asalto el cielo en los años de las décadas prodigiosas de los 60 y 70.
Estas líneas están pensadas para los poetas que desconocen que Juan Calzadilla es historiador. Espigaré en este campo algunos pasajes que ilustren al Calzadilla que entonces conocí y a quien el descubrimiento de aquel libro despellejado casi me lo pinta infinito.
Camilo Morón
XV Foro Nacional de Investigadores de Arte Rupestre y Legado Indígena
(Especial) En la ciudad de Santa Ana de Coro, estado Falcón, se realizó el XV Foro Nacional de Investigadores de Arte Rupestre y Legado Indígena, Homenaje a J. M. Cruxent.
El evento contó con el aval académico de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, el Centro de Investigaciones Antropológicas, Arqueológicas y Paleontológicas (CIAAP) y el Museo de Arte Coro.
Según declaraciones de Mgs. Sc. Camilo Morón, Prof. de la Cátedra de Planificación de la Investigación Científica UNEFM, el encuentro entre investigadores y el público en general tiene como objetivo dar a conocer a los venezolanos este importante acervo arqueológico. Los petroglifos constituyen una senda privilegiada para contactarnos con nuestro pasado ancestral. Cuando vemos un petroglifo participamos, en buena medida, de una experiencia ala vez estética y filosófica.
En cuanto a los homenajeados en esta y anteriores ediciones del Foro, destacó el aporte transcendental de Sujo Volsky en la compresión del pensamiento venezolano sobre el arte rupestre y la propuesta de una rigurosa y rica metodología para el estudio científico de este tesoro de la herencia amerindia. El aporte de Jeannine, declara, constituye un antes y un después en las investigaciones antropológicas sobre arte rupestre en América. La obra de Omar Ydler resalta por su acuciosidad y el empleo del enfoque etnológico en la interpretación del legado indígena desde los petroglifos hasta la lexicología. Es una obra bien hecha, bien documentada y de generosa imaginación.
El XV Foro Nacional de Investigadores de Arte Rupestre y Legado Indígena comprendió la presentación de 10 ponencias, exposiciones de arte y artesanías, visita a la estación de petroglifos. Morón destacó la calidez con que los ponentes fueron recibidos por los corianos, la entusiasta participación del público asistente y el apoyo brindado por las instituciones regionales.
El petroglifo, declaró Camilo Morón, es vulnerable: agentes naturales y sociales atentan contra su integridad. El petroglifo es frágil pese a estar grabado en piedra, y destaca: no podemos cuidar aquello que desconocemos. El testimonio del petroglifo es complejo, pero contundente: nuestro pasado en América no se inicia en el siglo XVI. Es un pasado más hondo, se remonta a la aventura de los primeros hombres que llegaron al Nuevo Mundo, verdaderamente nuevo entonces para el hombre, hace unos 20 ó 30 siglos antes del presente.
Fuente: Entrevista concedida a la Columna “El Lente de Isaías”. El Falconiano.
Alexi José Rojas Guerra: La Guerra Florida por lo Ancestral
Nació en Maiquetía, el 19 de Septiembre de 1951. En el Barrio Ezequiel Zamora, subida El Tanque, transversal a la Vereda 4. Catia La Mar, Municipio Vargas, vive el chamán. Tiene teléfono en casa y celular que religiosamente apaga los fines de semana para descansar; mejor es comunicarse con él con tambor de lluvia, con palos de agua. Es Maestro Normalista y ha ocupado numerosos cargos: Maestro de Aula (1970 – 2003). Director de Cultura y Deportes del Municipio Vargas (1993 – 1995). Director de Cultura de la Zona Educativa del Estado Vargas (2002 – 2003). Director Ejecutivo de la Sociedad para el Estudio de las Manifestaciones Rupestres de Venezuela (2005-2007). Actualmente es Director del Museo Arqueológico Marapa.
Desde 1974 inicia un proceso de investigación, estudio y difusión de las manifestaciones culturales del pueblo venezolano, produciendo algunas publicaciones, entre las cuales podemos citar:- San Benito de Palermo.- La Wajira, Nuestra Amiga.- Reflexiones acerca de la Cultura Popular Venezolana.- Reminiscencia Oriental. - La Revolución de Gual y España.- “Burro y Luís” (Siete cuentos ecológicos).- Arte Rupestre del Municipio Vargas
A partir de 1978, realiza investigaciones de Historia Regional, publicando algunos trabajos relacionados con personajes y hechos históricos del Estado Vargas. Esta actividad lo lleva a realizar trabajos de investigación en el área de la Arqueología, fundando el Museo Arqueológico Marapa. Desde entonces, se dedica a la búsqueda, estudio, rescate, preservación y difusión de los Bienes Culturales del Estado Vargas. Lleva a cabo un registro fotográfico del Arte Rupestre regional, y desde 1987 se dedica a reproducir sobre el lienzo los Petroglifos que va localizando en las altas montañas de la Cordillera de la Costa, frente al cobalto del Caribe.
Crea una novedosa técnica para realizar sus obras pictóricas: Se trata de una pintura elaborada artesanalmente a base de piedra triturada y pulverizada, la que luego es mezclada con elementos naturales como cristal de sábila y linaza hervida, más vinagre. “El pigmento es la misma piedra –declara Alexi–, búsqueda del hombre milenario que plasmó sus vivencias en las paredes de las cuevas y refugios naturales, para luego grabarlos sobre las rocas para dejar su huella cultural imborrable hasta nuestros días.” En este campo ha realizado numerosas exposiciones colectivas e individuales, entre las que podemos mencionar: Colectivas: "Creencia, Tradición y Cultura". Caracas. 1995."Antes de Cristo". Baruta. 1996. Congreso Mundial de Arte Rupestre. Cochabamba, Bolivia. 1997. “Galería de Arte Rupestre”. Frankfort, Canadá. Colectiva “Pinceladas de un Milenio”. M.R.E. 2000. Bienal “Salvador Valero” Edo. Trujillo 2003. “Artistas de Vargas”. Universidad Simón Bolívar. Caracas. 2004. Itinerante “Mar de Leva”. Estado Vargas. 2004-2007. “Mega Exposición”. CONAC. Vargas y Caracas. 2005. “Mega Exposición”. CONAC. Vargas. 2006. Colectiva de Colectivos Fundacultura Vargas, La Guaira, 2005. Bienal “Salvador Valero” Edo. Trujillo 2005. Muestra permanente en Galería “Novoa”. Galicia, España. 2005. Colectiva de Arte Popular “Bárbaro Ribas”. Museo de Petare. 2005-2006. E individualmente: "De la Piedra al Barro". La Guaira. 1988. "Volviendo al Barro". La Guaira. 1989. "Alexi, Piedra, Tierra y Glifos". Caracas. 1990. "Los Glifos de la Piedra". Carayaca. 1991. "Glifos de Venezuela". San Felipe. 1992. "Presencia de Nuestro Suelo". El Hatillo. 1993. "Cosmogonía Ancestral I". Caracas. 1993. "Taléerruu". Maiquetía. 1998. "Kayenta" La Guaira. 1999-2000. “Retrospectiva”. Valencia. Edo. Carabobo. 2003. “Aluna”. Universidad Central de Venezuela. Caracas. 2003. “Pakeño Weya”. Maiquetía. 2003 Itinerante “África Está Aquí”. Gran Caracas 2006.
Universidad Marítima del Caribe y Hotel Alba Caracas. 2007. “Tierra y Glifos”. Aeropuerto Internacional de Maiquetía. 2008.
Es miembro de varias asociaciones académicas y culturales, y ha sido acreedor de numerosos reconocimientos: Federación Venezolana de Maestros. Orden Diego de Osorio en su Primera Clase. Orden Diego de Osorio en su Segunda Clase. Miembro Honorario de la Sociedad Benéfica Auxiliadora. Consejo Municipal del Municipio Vargas. Comisión Permanente de Ambiente. Orquesta Típica Cruz Felipe Iriarte. Escuela de Música Pablo Castellanos. Proyecto Maracay – Universidad Central de Venezuela. Junta Glorias a Vargas. Orden 27 de Julio. Ministerio de Educación y Deportes. Declarado Patrimonio Cultural Viviente del Estado Vargas por el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes y el Instituto del Patrimonio Cultural. (2005) Orden Cadauainco en su clase única. (2006) Declarado Patrimonio Cultural Viviente por la Cámara Municipal de Vargas. (2007). Merecidos homenajes a los que grata y modestamente se suma la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, a través de la Cátedra de Patrimonio Histórico, Cultural y Natural, en el marco del VI Foro Nacional de Investigadores de Arte Rupestre Coro-Puerto Cumarebo 2009.
Actualmente Alexi se dedica a exponer la producción artística de los pintores regionales y a dictar talleres enseñando la técnica de Pintura Lítica en instituciones educativas y comunidades organizadas del estado Vargas y a nivel nacional: (Estados Yaracuy, Aragua, Carabobo, Distrito Capital, Portuguesa, Falcón) y a nivel internacional en el Museo “Popol Vuh”, Escuela Regional de Arte de Chiquimula y Universidad de San Carlos de Guatemala con el objeto de acercar a todos al conocimiento del Arte Rupestre y motivar la creación pictórica.
Camilo Morón
Adrián Hernández Baño: Investigador Infatigable
Entre las virtudes que deben acompañar a un hombre de Ciencia –así, con mayúscula–, estimo sobre todas la honradez. La honradez en el trabajo científico reviste esencialmente tres aspectos: honradez en el manejo de los datos, honradez al citar las fuentes, honradez para con el método. Lejos de ser la Ciencia una colección de fórmulas, un gabinete de teorías estancas, un templo donde se ofrenda incienso a una colección más o menos nutrida de nombres ilustres, es, antes que nada, una perpetua interrogante: búsqueda y no culto a la respuesta –que ayer pudo bastar y ser buena–, aventura del conocimiento y no cortesana reverencia. Adrián Hernández Baño reunió en su labor científica y en su persona estas tres facetas de la virtud que es la honradez científica.
Conocí a Adrián Hernández Baño cuando dirigía el Centro de Investigaciones Arqueológicas, Antropológicas y Paleontológicas (C.I.A.A.P.) de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda. Entonces, quien escribe estas líneas cursaba el bachillerato en el Colegio Salesiano Pío XII, en la ciudad mariana de Santa Ana de Coro. Fui al C.I.A.A.P. porque quería saber de dónde provenían los primeros hombres que poblaron América, qué eran los extraños dibujos que podían verse en ciertas rocas en la Sierra de San Luis y además qué eran aquellas piedras con simetría de lágrima que los campesinos encontraban en sus sementeras y llamaban piedras centella. El profesor Adrián escuchó atenta y cortésmente; luego respondió que aquellas singulares piedras simétricas eran herramientas de los antiguos amerindios, que aquellos misteriosos signos grabados en la roca se llamaban petroglifos y que al parecer referían las creencias religiosas de aquellos amerindios autores de las herramientas de piedra; en cuanto a los primeros pobladores, expuso varias teorías sobre su origen y, finalmente, añadió algunas ideas propias; aquí fue donde me perdí y no pude seguirle con claridad, digo en mí defensa que apenas tendría unos catorce años y estaba atragantado de Ciencia a medio digerir; en defensa de Adrián digo que era un entusiasta.
Al correr de los años, mis propias investigaciones me llevaron a terrenos en los que ya había transitado Adrián: la historia, la etnología, la arqueología y la lingüística –pero que nadie se extrañe: todas estas ramas de las humanidades están estrechamente vinculadas y casi no puede comprenderse una al margen de las otras. Debo empezar por señalar que no comparto todas las teorías de Adrián; por ejemplo, discrepo de las rutas poblacionales que propone para los primeros hombres en Falcón; tampoco creo sostenible que en Venezuela se hablara quechua antes del s. XVI, por consiguiente me parece discutible la interpretación que propone a varios topónimos falconianos; tampoco creo que la Radiestesia sea un método científicamente convincente. Que existan discrepancias y diferencias –incluso hondas y acaloradas– entre investigadores es un hecho frecuente en la Ciencia –con mayúscula–, eso da salero a la lucha que es la investigación.
En estas lides, Adrián fue siempre un caballero honrado ya que no siempre un honrado caballero, pues la mezquindad –¿cabe llamarla de otra forma?– eventualmente le escatimó las honras de las que era merecedor. Adrián fue en muchos campos de la investigación etnográfica un pionero: fue el primero en relacionar claramente una tradición local –leyenda– con una manifestación rupestre –petroglifo– entre los antropólogos venezolanos del s. XX. Ciertamente, Gillij recoge la tradición de los Tamanacos sobre el origen de los hombres tras el diluvio y Tepumereme (la piedra pintada); pero entonces no existía la Antropología...; en cualquier caso, fue el primero en relacionar una tradición campesina con una estación de petroglifos. Por otra parte, fue el primero en reconocer el inmenso valor que tienen en la investigación de campo los baquianos o guías; los datos que sobre ellos aporta en sus obras son casi tan detallados como los que aporta sobre las estaciones.
Defendió contra los historiadores librescos el asentamiento español de Santa Cruz (1502), en Punta Macolla, Península de Paraguaná. Los librescos historiadores, que jamás habían realizado trabajo de campo, situaban este asentamiento en la Península de la Guajira o en otras áreas próximas al Lago de Maracaibo. Cruxent, en un mapa editado por la UNESCO, titulado The Caribbean of Colombus, planta a Santa Cruz, con fecha de 1504, en la Península de Paraguaná, coincidiendo con Hernández Baño. Destaquemos que entrambos habían surgido desavenencias sobre la antigüedad de esta población, hasta el punto de poner sus relaciones amistosas bajo cero. El que Cruxent haya reconocido el hallazgo de Hernández Baño, pese a sus amargos desencuentros iniciales, hablan claramente de quiénes eran estos caballeros de la Ciencia: hombres honrados. Adrián, por su parte, siempre reconoció en sus obras el carácter capital de las investigaciones de Cruxent.
II
Como historiador Adrián hizo gala de trabajo tenaz y honrado: visitaba arduamente los archivos, particularmente el Archivo de Indias, en Sevilla. En cuanto a las referencias en sus obras, eran exactas y se hacían por afán de rigor científico y no por vana presunción de erudición, sirena cuyo canto seduce a numerosos académicos. En Coro y Provincia. Testimonios de Cuatro Siglos 1500-1900 (Coro, 1990), el autor en compañía de María de los Angeles Pérez Friend –quien fuese su esposa–, da cuenta del poco conocido Proceso Contra Alonso de Hojeda. Santo Domingo. 1503. Leemos en la declaración de Antonio Vidal, Maestre de Nao, sobre la fortaleza de Santa Cruz: “…la tierra donde el dicho / Alonso de Hojeda hizo el asiento que es tierra firme e non ysla e se llama ally to/da aquella Provincia Paraguaná.” De este asentamiento español el autor refiere la investigación documental así como las evidencias arqueológicas de campo: muros de fortalezas, estancias, casas y garitas de vigilancia. En la misma colección documental, citan la interesante y poco conocida Relación del Maestre Juan de Ocampo –por primera vez publicada por Rufino Blanco-Fombona a comienzos del s. XX– donde da cuenta de un reloj de sol de los antiguos amerindios, sus señales temporales recibían los nombres de: tumisha, oroúja, cocuina, atúa, caucanía. La cita sin saber que la mentada Relación fue un timo muy bien urdido por Rafael Bolívar Coronado –más conocido por ser el autor de la letra de Alma Llanera–, que el Maestre Juan de Ocampo era un personaje apócrifo…,como otros prohijados por el numen de Rafael Bolívar Coronado como Fray Nemesio de la Concepción Zapata, Fray Pánfilo de la Hoz y otros viajeros y cronistas imaginarios. Pero no seamos en esto muy duros, pues la quimera nacida de la fantasía de Rafael Bolívar Coronado es una sirena de amoroso cantar. Consideremos además que Blanco-Fombona estuvo buscando a Bolívar Coronado para ajustarle las cuentas a tiros, cosa que dadas las limitaciones de tiempo y espacio no podía hacer Adrián Hernández Baño.
En Trascripción Toponímicos Indígenas Quechuas en el Estado, Falcón, Venezuela (Coro, 1998) nos dice Adrián de sí mismo: “Soy una persona bastante metódica, y me gusta llevar la investigación hasta lo último y no dejar ningún cabo suelto.” Para la elaboración de una lista de 1000 topónimos falconianos se sirvió de fuentes documentales así como de datos orales recolectados en el trabajo de campo. A la primera oportunidad viajó a Cochamba (Bolivia), donde la sometió al escrutinio del Prof. Raúl Arnez y Arnez, Asesor Pedagógico Bilingüe Quechua-Castellano, quien certificó: “Para nosotros los quechuas hablantes en Bolivia es una verdadera sorpresa que la extensión de la lengua quechua haya llegado hasta la parte más septentrional de América del sur y a ese gran país hermano, tan querido por nosotros como es Venezuela, no por la vía de las armas, sino a través de la cultura oral, que en varios siglos no desapareció y es el mejor regalo que pueden tener países hermanos.” En la lista de topónimos falconianos recogida e interpretada por Hernández Baño, Arnez y Arnez encontró una relación del 95% entre el toponímico y la lengua quechua.
En nuestras investigaciones en territorio falconiano, referidas a la toponimia y a las lenguas ayamán y caquetía hemos encontrado una mayor relación con el arawako hablado en el área del Caribe y el caribe de origen amazónico. Es de notar que el radical Para / Pada que en quechua traduce lluvia, significa en caribe agua, de donde varios lingüistas asumen un préstamo lingüístico en la topominia arawaka. Abierta la discusión, sólo podemos subrayar que la imagen que se desprende de ella es una América precolombina moble, de intensas relaciones humanas y no aquella otra de pequeñas hordas diseminadas, aisladas y autarquicas.
III
En Petroglifos. Estado Falcón (Coro, 2000), obra dedicada a la memoria de su esposa, Adrián describe 18 estaciones de manifestaciones rupestres en territorio falconiano; en esta obra brillan todas sus virtudes y calidamente conmueven todas sus debilidades – entre otras, era dado, como buen español, a la hipérbole– como cuando escribe: “Mención especial merece el Parque Nacional de Arte Rupestre localizado en Cabure, Distrito Petit, ya que con un espacio geográfico de unos 4 kms, hay más de 500 piedras grabadas y mas de 1.000 dibujos. Es, sin lugar a dudas, el conglomerado de arte rupestre más grande de toda Venezuela.” Personalmente hemos trabajado la zona, registrando las estaciones de Cabure, San Hilario, El Ramonal, Carayapa, Viento Suave, San José, Los Riegos y Hueque. El inventario aún no se ha cerrado, y es de esperar que se descubran nuevos sitios y aumente el número de símbolos contabilizados; empero el registro dista mucho de alcanzar las cifras propuestas por Hernández Baño.
Al describir la estación El Mestizo –llamada por los vecinos Los Santos–, en el Municipio Miranda, escribe: “Los petroglifos están en una gran laja libre de vegetación que baja de la montaña y sobre una superficie aproximadamente de 40 metros de largo por 20 metros de ancho, hay en total unos 150 grabados de dibujos, es el mural más grande que hemos visto en Venezuela.” No se trata de meras exageraciones, conviene más decir que son verdades embellecidas, procuran llamar la atención del público y de las autoridades sobre este Patrimonio tan desatendido. Como estudiosos del tema, podemos señalar que el grueso de publicaciones sobre el mismo está erizado de inexactitudes de toda laya. Incluso nosotros hemos tenido que rectificar publicaciones tras cada salida de campo; ya sea para modificar una primera observación, ya para añadir a nuestro inventario una nueva estación.
En su resumen a Petroglifos. Estado Falcón, afirman sin mediar tintas el empleo de la radiestesia en sus investigaciones. La radiestesia –de radio, metal, y el griego aisthesis, sensibilidad– es definida como la virtud especial para captar ciertas radiaciones utilizadas por los “radiestesistas” para descubrir manantiales subterráneos, venas metalíferas y, según algunos, yacimientos arqueológicos. En los inicios de la Arqueología en Venezuela, algunos investigadores de renombre estuvieron en algún momento de su vida cerca de las experiencias radiestésicas. J. M. Cruxent experimentó con ella en su juventud en tierras europeas. Rafael Delgado –bajo el seudónimo de Lumo Reva– escribió en El Nacional, 20 de abril de 1948, un artículo titulado: ¿Qué es la Radiestesia? Recordemos que Rafael Delgado es autor del clásico Petroglifos de Venezuela, una de las primeras obras de síntesis en nuestra literatura científica sobre el tema. En Petroglifos. Estado Falcón, Adrián estima, según sus investigaciones radiestesicas, que faltaban por localizar una estación de petroglifos en el Distrito Mauroa, otra en Democracia y otras dos en Miranda y Petit.
Decía Delgado en aquel artículo de 1948 que la radiestesia es antigua entre nosotros –los venezolanos– citando las prácticas de los shamanes guaraúnos: “A veces, un cazador desaparece en la selva. Los familiares, pasados unos días de prudencial espera, van a ver al piache. El brujo toma en las manos una vara mágica –varilla radiestésica– y escribe en el suelo, con el dedo, unos signos misteriosos, que vienen a ser un plano de la región donde desapareció el cazador. Después va pasando sobre los signos la vara mágica, hasta que se mueve. Cuando se mueve ella, él habla. En tal lugar está el cazador, o al menos lo que de él han dejado las fieras. Los indios van; y regresan, infaliblemente, con los restos del desaparecido, o con algún objeto de su uso… Así, más o menos, buscan en planos de papel, ciertos radiestesistas que han llegado a un perfecto estado de hiperestesia.”
¿Quit sait? Como bien nos dice Rafael Delgado con la voz de Lumo Reva aquel martes de 1948: Después de todo, la Ciencia de hoy fue magia ayer. Y, a veces, sigue siendo magia, entre otros pueblos, hoy aún…
Fue Adrián Hernández Baño caballero honrado de la Ciencia: fue al campo en busca de datos; en sus investigaciones, refirió a conciencia sus fuentes; y, finalmente, en un clima hostil, fue consecuente con sus métodos de investigación. En el Prólogo a su estudio sobre topónimos del Estado Falcón nos dice por qué hizo a un lado una prospera carrera en la industria y el comercio, porque “quería ser útil a Venezuela”; pues consideraba que “el factor que más falta hacia en el país era sin ninguna duda la cultura.”
Historiador Camilo Morón.
Gustavo Colina
Cuando el hombre nació, nació la música. Dos entes indivisibles que viven en simbiosis, tal y como vive el maestro Gustavo Colina con su cuatro. Uno de los más remotos recuerdos de la infancia en ese “drum” onomatopéyico con que denominaba al instrumento de su vida, ése que lo ha llevado a conocer el mundo entero y que se ha convertido en su más sublime forma de expresión. Ése que durante años fue subestimado por su sencillez y que ha demostrado en manos virtuosas tener posibilidades ilimitadas.
Las costas falconianas vieron crecer a Gustavo Colina y formaron su instinto musical nato, a través de humildes cuatros de orilla de carretera. Hoy Maracaibo lo acoge y el mundo está atento a sus acordes, que arrancan audiencias de sus asientos en una explosión de aplausos y lágrimas: “La música es el amor de mi vida. No podía escaparme de ella. Mis abuelos tocaban guitarra, uno de ellos era un gran decimista. En mi casa no faltaba un cuatro y a mí siempre me llamó la atención; hasta su olor me encantaba“.
Armado con su cuatro preferido -ése que en vida le hiciera el digno luthier José Ramón Hernández- Gustavo Colina se ha convertido en el gran embajador de la música venezolana y junto a él hizo realidad sus tres producciones discográficas tituladas Del Flamenco al Joropo, Lluvia Sobre elMetal y la más reciente, concluida en el 2006, Calle de la Luna, que contó con músicos invitados de la talla de Yolanda Delgado e Israel Colina, su hermano y vocalista por excelencia: “Este cuatro está integrado a mi alma. Nos conocemos;es más redondo cuando quiero; es algo vivo“. Sus grandes mentores fueron Felipe Amaya, Gerardo Soto y Santiago Hernández. Ellos lo inspiraron durante sus estudios de Música en la Universidad Católica Cecilio Acosta, lo llevaron a dirigir la agrupación Jóvenes Cuatristas de Paraguaná y a convertirse en un conspicuo talento, merecedor de la Orden José Félix Ribas en su Primera Clase,de manos del ex presidente Rafael Caldera. Europa y América toda lo escuchan con respeto; hasta el Carnegie Hall de Nueva York fue conquistado por su sonido impetuoso. Y Gustavo sigue en pie de lucha, con el cuatro en la maleta del carro, siempre esperando una ocasión para ser acariciado y con las puertas abriéndose constantemente por el embrujo de esas cuatro cuerdas que a veces suenan a cien: “No es fácil permanecer en las marquesinas de los teatros, por eso uno debe sembrar para recoger”.
Fuente: Publicado originalmente en la edición 35 de la revista Tendencia Maracaibo(2007)
Fredy Reyna
Fue un célebre y emprendedor cuatrista venezolano,conocido por su desarrollo técnico en la ejecución y por su trabajo musicológico entorno al instrumento.El Maestro Fredy Reyna fue un estudioso concienzudo de la evolución de los instrumentos cordófonos que parte de cuatro órdenes, sus estudios sobre el repertorio guitarrístico de los siglos XVI y XVII demostraron la evolución de la guitarra a partir de instrumentos que poseían cuatro órdenes, en algunos casos dobles, como la guitarra renacentista y la vihuela, emprendió un estudio sistemático del repertorio de la época demostrando su teoría de evolución del instrumento a través de las obras compuestas en aquel período, sus estudios etimológicos acerca del termino derivado del sanscrito "guitar" que luego deriva en el nombramiento y conocimiento de un instrumento de seis cuerdas que hoy es conocido como guitarra, es un elemento más de comprobación de su teoría evolucionista, planteaba lo siguiente:
Tar = cuerda
Dotar= dos cuerdas
Zetar= tres cuerdas (la moderna Citara)
Guitar= cuatro Cuerdas
Panztar: más cuerdas (más de cuatro)
Responsable de introducir el cuatro venezolano con la afinación primigenia de su llegada a América(Mi,La, Do sostenido, Fa sostenido) en su estudio y ejecución en la contemporaneidad del nacionalismo musical venezolano, reconocido por sus pares, Antonio Estévez, Lauro; Sojo etc.
Gustavo Colina