sábado, 28 de enero de 2012
Donquis: Dibujante del Ideal, Pintor de la Transparencia
Los mensajes se seguían uno a otro en la noche coriana. Cambiaban, sin aviso y sin regla, la sensación, la idea y la ortografía, los signos de puntuación y los caracteres, el tono plañidero y la extensión de la herida. Las palabras cabalgaban en las pantallas de los celulares, poseídas de un sentido de urgencia. Los sentimientos se repetían, cayendo de rodillas, como ecos que se desploman en el vientre de la sierra falconiana: Antonio José Donquis ha muerto.
Escribo estas líneas en tres tiempos. Uno es el tiempo del recuerdo. Otro es el presente que gotea entre las manos. Otro es el futuro mutilado.
Recuerdo que comenzamos el año pasado compartiendo las paredes en un homenaje al viejo J. M. Cruxent: lo pintaste desde las coordenadas del corazón, en cada línea dibujaste un girón de alma, el conjunto pictórico era un ensayo biográfico y psicológico. Con ese cuadro despedimos desde otra pared el año que se iba y saludamos el año que recién nacía. El cuadro era para ambos como una sala en la que nos sentábamos a conversar o un fuego en cuyo calor nos hacíamos más sabios, como indios, según decíamos.
En el presente voy a la que fuera tu casa. Los amigos y los familiares guardan un silencio preñado de sentimientos. Allí están los seres que te amaron y te fueron amados. Los amigos susurran y velan tu recuerdo de esa manera que sólo saben hacerlos nuestras clases humildes, sencillas, leales. La sala está engalanada con una selección de tus obras más recientes. Una entre todas me reclama: una composición de autorretratos en tonos sobrios, como de plomo. Una vida entera pintada por la propia mano del artista. En la que fuera tu casa, los artistas, correligionarios en la aventura de la creación, son guardianes del que fuera tu fuego en carboncillo o en pincel, en la palabra suave y en la memoria de una ciudad que se pierde en la desmemoria para no volver más. La Asociación de Artistas Plásticos de Miranda escribió en un sentida nota de duelo: “A un amigo que rindió culto al amor…Se recuerda siempre con amor…Nos dejas tu semblante melancólico y risueño y el color acrisolado de tus palabras.” Y firman con justicia: “Tus amigos”.
Es árido para un historiador escribir para despedir al amigo. Las palabras de reconocimiento a los valores de un creador han de prodigarse generosamente en vida. Tuve la fortuna de compartir la franca conversa que presenta la opinión desnuda de toda cautela, de todo cálculo literario, de cualquier afán de figurar a costillas del mérito ajeno. Estas palabras que ahora escribo son el testimonio del historiador ante la memoria de un pueblo, de nuestro pueblo. Son también el bálsamo para el dolor aún fresco y enconado, sirven para desatar el nudo que se atraviesa en la garganta, conjuran el exorcismo de los “heraldos negros que nos manda la Muerte”, como decía Vallejo.
El futuro mutilado son nuestros planes de enseñar a conocer y amar la cerámica arqueológica y tradicional en unos talleres teóricos y prácticos que veníamos fraguando. La última conversa sobre el tema la tejimos a comienzos de enero en la plaza Bolívar de Coro. Me contaste que te habías recuperado de alguna enfermedad que te tuvo postrado en cama, pero que no quisiste incomodar a los amigos con pesares. Te reclamé cordialmente que esas vainas no eran así y que los amigos teníamos derecho de saber de los amigos. Pasamos la página y hablamos de un futuro con la mano y el sentimiento puestos en el barro modelado, dócil, maleable, renacido en forma y diseño en el vientre del fuego. Pero ya no podrá ser o al menos no lo haremos juntos. ¡Qué vaina, hermano!
En la sala donde amigos y familiares lloran tu cuerpo, tus obras se levantan como faros que alumbran un camino posible hacia la eternidad. Los creadores no mueren, sólo fingen dormir profundamente. Uno de los cuadros es una lectura tuya de un cuadro clásico: “Miranda en la Carraca”. En tu pintura está todo: los muros, las cadenas, la cama de paja, el libro. Sólo falta Miranda. Querías con ello decir que Miranda era libre, infinitamente libre. Hoy pienso, Antonio, que eres tú quien se ha liberado.
Camilo Morón
Muchas Gracias Sr. Camilo! Muy agradecido por sus palabras. De parte de toda la familia Donquis. Aly Flete Donquis (Nieto).
ResponderEliminarEstimado Aly:
ResponderEliminarFue para mí un cálido honor, de esos sencillos placeres que nos concede la vida, haber compartido un intsante en el planeta Tierra con su abuelo. Para Ud. y toda la familia Donquis mi palabra solidaria.