jueves, 7 de noviembre de 2019

JACQUELINE CLARAC DE BRICEÑO: PREMIO NACIONAL DE HUMANIDADES - VENEZUELA PROFESORA EMÉRITA - ULA Y DOCTORA HONORIS CAUSA - UNEFM






“No tengo héroes. No tengo ídolos. Admiro a muchos autores, grandes artistas, músicos, intelectuales, pero no puedo decir que tenga un héroe. Me han gustado mucho los grandes músicos como Bach y Mozart. Cuando era joven me gustaba mucho Chopin. Cuando a mi hijo (Ricardo Briceño) empezó a gustarle el rock, conocí músicos que me gustaron muchísimo como Pink Floyd”, declara Jacqueline en la página web Íconos de la ULA (Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela).


Jacqueline Clarac de Briceño enrumba diestramente la entrevista: “En vez de hablar de mí, prefiero hablar de la mujer de este país a la cual he admirado siempre. La mujer, en general, en Venezuela la veo mucho más atrevida que el varón. Mucho más capaz de adaptarse a los cambios en cualquier sociedad. Cuando estaba en Europa, observé a los venezolanos que iban a allá a estudiar; mientras las mujeres se adaptaban inmediatamente, los hombres se tardaban mucho y tenían períodos de depresión. Aquí también, por ejemplo, la mujer campesina es sumamente fuerte. Tanto que se ha adaptado primero que el hombre a trabajar en la ciudad. En el ambiente donde yo me muevo, que es un ambiente universitario, al principio había muchos más hombres que mujeres, pero eso se ha ido revirtiendo a través del tiempo. Hay muchísimas mujeres que estudian, que son muy profesionales, científicas…” [Sombría marginalia. Leo en la última página de la edición correspondiente del 28 abril al 5 de mayo de 2017 de Quinto Día. Semanario de los Nuevos Tiempos: “Un estudio publicado por la televisora alemana DW, dice  que será en el año 2187 cuando la mujer tenga igualdad de oportunidades. O sea, 170 años de machismo laboral.” A lo que aún cabe preguntar cavilosamente: ¿En qué países? ¿En cuáles culturas?

En Íconos nos pinta una semblanza suya en pocos y precisos trazos: “El trabajo de campo por encima de los preceptos teóricos, la divulgación de hallazgos en nuestro idioma, ciencia hecha con creatividad; son algunas de las marcas que Jacqueline Clarac ha dejado en la Antropología venezolana. Nacida en las Antillas Francesas el 24 de julio de 1932, la antropóloga es Profesora Titular del Departamento de Antropología y Sociología de la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes. Desde que se unió a la casa de estudios en 1971, fomentó la creación de grupos de investigación y de extensión como el Museo Arqueológico “Gonzalo Rincón Gutiérrez”, el Centro de Investigaciones Etnológicas (CIET) y el Grupo de Investigaciones Antropológicas y Lingüísticas (GRIAL). Jacqueline Clarac es autora de más de 30 libros, incluyendo textos para niños. Recibió el premio Libro de Oro 1988 y comparte con otros autores el Premio Internacional UNESCO 1995 al Mejor Libro en Español.”

Desde las Diosas Madres de las noches de los tiempos hasta los turbulentos días presentes, de incertezas premodernas, modernas y postmodernas según las coordenadas del intelecto y la geografía, corresponde a las mujeres ser creadoras y dadoras de vida, en tanto que encrucijadas de Natura y Cultura. Conocí a la Dra. Jacqueline Clarac cuando era un joven estudiante de Historia en las aulas de la Universidad de Los Andes –“Mamá ULA”–, allá en los páramos andinos. Fue mi profesora de Antropología y me presentó (primero y principal) a Claude Lévi-Strauss (nuestro maestro para pensar), con ella leí autores allende el horizonte como Bronislaw Malinowski, Franz Boas y Marcel Mauss; y redescubrí (desde otra perspectiva y, por consiguiente, con otra valoración) autores del lar nativo como Pedro Manuel Arcaya, José Ignacio Lares Baralt, Julio César Salas, Lisandro Alvarado, Mario Briceño-Iragorry y Mariano Picón-Salas.

Recuerdo la primera vez que expuse en una de nuestras clases (porque así las sentía: nuestras, compartidas), el tema que elegí fue el vampirismo. A Jacqueline agradó el alarde de lecturas atropelladas e ingenua erudición de aquella temprana profesión de pasión por la Mitología, que aún me desvela. Desde aquella primera vez, quedé hechizado por el azul celeste de los ojos de mi Profesora Marie Henriette Jacqueline Clarac de Briceño, que es su nombre completo, y que descubrí después, mucho más tarde en un documento notariado en el que me autoriza “ante la UNEFM en todos los trámites académicos y administrativos, pero muy especialmente para recibir y retirar mi nombramiento de Doctora Honoris Causa”. Como colofón, debajo de la firma, dos huellas dactilares semejan dos bonitos murciélagos.

Adriana Puleo Ponte, la periodista que la entrevistó para Íconos, confiesa que también sucumbió al hechizo de Jacqueline: “Pensé por un momento que era cosa solamente mía, pero cuando conversé con Jacqueline Clarac en su casa en La Pedregosa (Mérida), salí de allí no siendo la misma. Supe inmediatamente que sería difícil construir su historia, porque no está muy interesada en revelarla; que no me enteraría de sus historias de amor ni de ningún secreto que guarda a sus setenta y dos años. Sólo se presentó como una lúcida testigo de un siglo que pasó, como una amante de las culturas que existen en Venezuela –a las cuáles defiende apasionadamente– y como una investigadora de rigor. Digo esto, porque al salir una joven –que también la había escuchado esa tarde– me dijo: “Dios mío, pero que vieja taaaan hermosa”. Así me di cuenta que ese sentimiento de ternura y de admiración era compartido. Jacqueline habla dulcemente, como si estuviera arrullándote con una canción de cuna, aunque el contenido de esas palabras logra desarmarte. Después de un par de horas, provoca sentarse junto a ella en uno de sus cómodos sillones de la sala y dejarse consentir como si fuera una abuela de los cuentos de hadas. Sin embargo, es precisa. No usa alegorías ni metáforas; emprende el camino del recuerdo con mucha seguridad, con esa paz de quien ha tenido un largo recorrido y  puede alzar sus pies para desatar las trenzas de los zapatos.”

Desde su condición de científico social, comprometida con la causa de los oprimidos, algunas de las historias que cuenta Jacqueline son terroríficas: “Una de las experiencias más tristes que he vivido en mi trabajo como antropóloga sucedió a principios de los años setenta. Ganaderos criollos venezolanos y colombianos mataron a un grupo de indígenas con los que habíamos trabajado. Se llamaban Guajiros playeros del Arauca. Esos indígenas eran agricultores y cuando ponían sus plantaciones de yuca, árboles frutales y lechosa, venían los ganaderos y los sacaban de ahí. Ellos cruzaban el Arauca, sembraban y ocurría lo mismo con los ganaderos colombianos. Constantemente pasaban de la orilla colombiana a la venezolana y viceversa. En el año, creo recordar que fue en 1972, los ganaderos colombianos y venezolanos se unieron para terminar con ellos. Les dijeron que iban a hacer una fiesta de reconciliación y los invitaron a comer. Fueron todos, hombres, mujeres, niños al patio de una hacienda cerca del Arauca. Los mataron sistemáticamente. Sólo dos jóvenes lograron escapar corriendo. Se metieron por el bosque y llegaron hasta la frontera, donde la Guardia Nacional los mandó a Caracas. Nunca los culpables pagaron por ese crimen. La Antropología en Venezuela está llena de ese tipo de información. Por ejemplo, ¿sabías que el deporte de fin de semana de los ganaderos de Apure –hasta hace poco tiempo– era matar indios? Esa indolencia me marcó mucho, me marcó… Me llamó a ser aún más perseverante. Nuestro trabajo es ayudar a los indígenas para que tomen consciencia de su situación en el país, a fin de organizarse y exigir sus derechos; que tengan herramientas para que lo hagan según sus criterios, no imponiendo los nuestros.”  

De la represión política en la década de los 1970, recuerda con luminosa tristeza: “Había un muchacho en esa época que era muy inteligente –Jorge Rodríguez– campeón de ajedrez en Mérida, quien había sido alumno mío. A menudo conversábamos cuando salíamos de clases. Al ser este muchacho, líder estudiantil, lo arrestaron y después supimos que lo habían torturado y matado.”

Pese a las adversidades, los reveses y los pesares, Jacqueline es optimista. No vayan a pensar que los obstáculos y los ataques son asunto del pasado. Al contrario: Jacqueline es ahora mismo, cuando escribo y reescribo estas líneas en la preparación de su homenaje, víctima (nada mansa) de quienes alguna vez apoyó, a quienes yo llamo meridianamente “cucos académicos” por aquellos pajarracos que ponen sus viles huevos en nidos ajenos. Los “cucos académicos”, mientras graznan su “más sincero agradecimiento por su invaluable contribución como docente, tutora y por los aportes que ha realizado a la institucionalidad de las ciencias antropológicas venezolanas”, la excluyen grosera y brutalmente de los programas de formación que creara, la expulsan del museo que formara, y, finalmente, la despojan de la revista que fundara: el Boletín Antropológico. Es como una ópera bufa que se repite en el chiribitil académico: pienso en la puñalada trapera que le dieron a J. M. Cruxent cuando le declararon Investigador Emérito en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y le despojaron de su cargo y de su cátedra y vino casi como exiliado –por segunda vez en su vida, luego de su primer exilio hispánico– a refugiarse en los paisajes de la Curiana de los Caquetíos.

En esta hora menguada, allá en Mérida, que contrasta con el homenaje solar que le tributamos entre las dunas de los Médanos de Coro, Jacqueline se nos revela no sólo como una maestra para pensar, sino como una Maestra de Vida: “Soy optimista, siempre he sido optimista; si no fuera optimista no hubiese hecho nada, por ejemplo cuando ha habido matanzas de grupos indígenas o cuando destruyeron el área arqueológica en La Pedregosa en 1988. Si hubiera sido pesimista, me hubiese deprimido; pero por más que me atacaron y también atacaron a los que trabajaron conmigo más nos dieron ganas de trabajar, porque sabíamos lo mucho que el país necesitaba de nuestra firmeza. Mientras pueda seguiré trabajando.”

La UNEFM confirió el Doctorado Honoris Causa en Ciencias de la Educación en 2017, argumentado: “Por sus aportes al desarrollo científico, y ella representa un baluarte de constancia y dedicación, que privilegian valores en los ámbitos educativo y espiritual, que generan el desarrollo regional y nacional”. El texto del Doctorado expresaba. “Por sus notables contribuciones a las Ciencias Humanas como: Investigadora en los campos de la Antropología, la Arqueología, la Etnología y la Etnohistoria, Autora de obras clásicas en su género, Editora de revistas especializadas y libros, Fundadora de centros de investigación, Docente de numerosas generaciones, Museóloga del tesoro ancestral y la diversidad cultural americana. Pilar de Ética, Estética y Compromiso Social de la Ciencia. Maestra para la Vida.”

Leemos con asombro y alegría en el mar de noticias del ciberespacio: “La Red de Antropologías del Sur felicita a su Coordinadora General y Académica, la profesora Dra. Jacqueline Clarac de Briceño, por haber ganado por unanimidad el Premio Nacional de Humanidades 2016-2018, renglón del Premio Nacional de Cultura 2016-2018 en Venezuela otorgado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura.”


Sumamos nuestro granito de arena editorial al homenaje que se ofrenda a “nuestra maestra para pensar” invitando a los lectores a las páginas de Bacoa. Revista Interdisciplinaria de Ciencias y Artes (Año 7, Vol. 7, N° 14)  dedicada íntegramente a la vida y la obra de Jacqueline Clarac de Briceño, pulsando el link: http://unefm.edu.ve/bacoa/.

Siembro el compromiso de las palabras de Jacqueline, que recuerdan a las Diosas Madres de tiempos ancestrales, y que me tocan el alma desde adentro como alumno suyo que soy, desde aquellos relatos a la sombra de vampiros juveniles y rebeldes: “Tengo un buen grupo de investigación y espero que no se desintegre. Los voy a ayudar en todo lo que pueda, hasta el final.” A lo que añado, como discípulo de Jacqueline que seré: y más allá…


Mgs. Sc. Camilo Morón
Editor-Director de Bacoa. Revista Interdisciplinaria de Ciencias y Artes.
Editor-Director de Cruxentiana. Comunidad y Patrimonio
Coordinador del ALab-CRBAP
Coordinador de la Comunidad de Aprendizaje J. M. Cruxent
Discípulo de Jacqueline Clarac de Briceño

Referencias

Adriana Puleo Ponte: Kiu Kondok-Nikasí. La Vieja Hermosa. http://www.saber.ula.ve/iconos/clarac/ Consultado: 1 de mayo de 2017.

Jacqueline Clarac de Briceño: La Antropología de Ayer y de Hoy. Bacoa. Revista Interdisciplinaria de Ciencias y Artes. Año 1. Vol. 1. N° 1. Enero – Junio, 2011.  Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM).  p.p. 10 - 21. http://bacoa.unefm.edu.ve/archivospdf/ARTICULO%2001_01.pdf. Consultado: 1 de mayo de 2017.

Camilo Morón: Jacqueline Clarac de Briceño y la Comunidad de Aprendizaje Pedagogía Crítica de la Antropología, Arqueología y Etnohistoria de Venezuela en Curiana. La Mañana. Santa Ana de Coro. Domingo 7 de Enero de 2017. Especial.

miércoles, 26 de julio de 2017

490 Años de Calor en Coro



La génesis de estas líneas está en una encrucijada entre las cálidas playas del mar Caribe y las gélidas cordilleras de los Andes venezolanos. El texto que origina        –afectiva e intelectualmente– estos apuntes, con ansias de glosa, se titula Calor de Coro;  estos son los datos bibliográficos que trae la Biblioteca Mariano Picón-Salas: “Fue publicado por  primera vez en El Nacional, Caracas, 12 de junio de 1956 (p.4). Más tarde se incluyó en Hora y Deshora (Ateneo de Caracas, 1960), en Obras Selectas (Ediciones Edime, 2da. ed.,  Madrid-Caracas, 1962, pp. 313-317) y en Suma de Venezuela (op. cit. pp. 161-165)”.  Esta trashumancia literaria es indicadora de la significación que Don Mariano dio a la única visita documentada que hizo a Coro y a las líneas que de ella germinaron. La versión que seguimos fue publicada el 22 de agosto de 1988, tomo II, en la Biblioteca que lleva el nombre del admirado polígrafo.

“El calor de Coro –escribe Don Mariano– se atempera por el viento casi constante, el gusto de las frutas que comimos en el mercado, las piscina azul del hotel, el fulgor fantástico de los plenilunios y la cordialidad adivinadora de sus gentes.  Coro es tierra de amigos. A la sombra de un verdadero oasis doméstico, jubiloso de pájaros tropicales, de nísperos, de los cujíes más copudos de la República y de violentas flores de bebería, como el que erigió en su casa, tan abundante de libros e historia regional, Monseñor Mármol, tuvimos reparo de buena conversación y tratamos de entender lo personalísimo de esta ciudad entre todas las venezolanas”.  Un grupo de animosas muchachas invitaron a Don Mariano a una excursión lunar a los Médanos de Coro: “…las muchachas  se quitaron los zapatos, enlunaron sus pies, triscaban por los montículos y bailaron en corro donde la arena era más blanca y más fantasmal”.
Y más adelante, el ensayista nos muestra un trozo de corazón desnudo y apasionado: “Naturalmente cantaron Sombra en los Médanos. Y casi lamenté llegar a Coro con atraso de muchos años, pues, ¡qué promesa de gracia, de agilidad amorosa, de tierna compañía emanaba de aquellas muchachas¡ Ya canoso y desengañado, me contenté con embelesarme en sus danzas y firmarles el álbum de autógrafos. Pero, además, hacen mucho por la cultura regional: animan un Ateneo laborioso, organizaron hace poco una exposición de pintura, forman conjunto musicales y asistieron con interés y cortesía perfecta a la conferencia a la que me invitaron”. 
En síntesis maravillosa, pinta, con un puñado de palabras, una inteligente estampa de la significación histórica de Coro: “Ciudad de excepción entre las venezolanas es esta venerable Santa Ana de Coro. Primada de Venezuela, núcleo de las más arriesgadas aventuras de Tierra Firme, centro de una pequeña civilización indígena que el viejo Manaure –especie de Néstor de los indios–, varón de gran autoridad y sosiego, empluma de leyenda, Coro creó un estilo de vida original que todavía  nos ofrece su asentada solera”.
Don Mariano evoca en líneas cálidas y fantasmales “el chuchube rabilargo de amoroso cantar, pájaro juglar del desierto” –como dice la canción nativa– que busca y llama en la lejanía movediza de las arenas a la muchacha que salió una noche de Luna Llena, llevando en el pecho la muerte de su amor, y se perdió  en los médanos.  Esa es la raíz coriana y literaria de estas líneas. 
La raíz merideña es simple,  en tono sepia y directa: la nostalgia de Coro en los páramos.


Camilo Morón


La UNEFM en el Ayer, el Hoy y el Mañana de Falcón



«La Universidad para el desarrollo integral del Estado Falcón», tal el lema de la Universidad nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM): la Universidad nacida de las luchas sociales de los falconianos por el pasado, el presente y el futuro de los falconianos.

El pasado de los falconianos es singularmente remoto, se remonta a 15.000 años antes del presente, a finales de la última Edad Glacial, a lo que se conoce en términos geológicos como la transición del Pleistoceno al Holoceno. Una parte importante de este descubrimiento científico corresponde a la UNEFM, a través del Centro de Investigaciones Antropológicas, Arqueológicas y Paleontológicas (CIAAP), el primer centro de investigaciones de la naciente  Universidad, fundado por José María Cruxent.
Entre las valiosas colecciones arqueológicas, etnológicas, paleontológicas e históricas, atesoradas y custodiadas por la UNEFM, destacan herramientas elaboradas con tecnología de la piedra tallada, provenientes de El Jobo, en el valle del río Pedregal,  que corresponden por su tipología a las más antiguas encontradas en América: Clovis y Lerma (EE.UU), Chivateros y Huancayo (Perú), Santa Isabel de Iztapán (México), Ayampitín (Argentina), Monte Verde (Chile). En estas mismas colecciones hay testimonios de la convivencia de los primeros pobladores de América con los animales de la megafauna extinta: mastodontes, gliptodontes, megaterios, smilodontes, osos y lobos. Una identificación completa de estas especies y del medio ambiente en que vivieron fueron publicadas en los dos primeros libros de la UNEFM, escritos por Claudio Oschenius; obras no suficientemente conocidas aún.
Cuando en 1987, J. M. Cruxent, padre la arqueología moderna en Venezuela, recibió el Premio Nacional de Ciencia, declaró: “En mi carrera la mayor satisfacción la he encontrado en los años de mis investigaciones en territorio falconiano. Me he hecho en Falcón. Se lo debo a esta tierra. Verdaderamente, porque yo soy un provinciano y por retruque el premio pertenece a Falcón, a su Universidad y a los corianos.”  Una magnifica declaración de la importancia que tuvieron las investigaciones en suelo falconiano para la consolidación del pensamiento de este genial pionero de las ciencias humanas en nuestra patria.
Las novedosas herramientas científicas han reabierto el debate sobre el poblamiento originario de América. El Estado Falcón, por su posición geográfica y la riqueza de sus yacimientos paleontológicos y arqueológicos, es una encrucijada clave en este debate.  Nuevas tecnologías como los estudios genéticos de poblaciones, el sistema de posicionamiento global (GPS), la acelerada revolución en informática, son algunas de las herramientas de las que se sirven los científicos para iluminar el claroscuro del pasado remoto.
Parejamente al avance tecnológico, las comunidades rurales exigen el derecho a conocer, investigar y gerenciar su patrimonio cultural ancestral como una fuente de desarrollo sustentable en lo intelectual y material. Son estas las coordenadas (ancestrales, históricas y modernas) desde las que es menester entender  y desarrollar las investigaciones arqueológicas, etnológicas y paleontológicas en suelo falconiano.
La UNEFM tiene las colecciones, la tradición, el prestigio y, más señaladamente, el compromiso sociohistórico para contribuir en esta nueva frontera del conocimiento. Las investigaciones humanísticas en toda la geografía falconiana. Las investigaciones arqueológicas y paleontológicas en los yacimientos de Taima-Taima, El Jobo, Dabajuro, el transepto Cabure – río Hueques, los estudios entre los loceros tradicionales y la memoria colectiva, son referentes a tomar en cuenta en este momento de definiciones transcendentales  como herencia y guía en el desarrollo integral de Falcón.
La génesis de la UNEFM la singulariza entre todas las universidades de Venezuela: se gestó en el seno de una bravía lucha social. La UNEFM experimenta en la hora presente un intenso proceso de cambio. En este escenario, se impone una investigación con un profundo sentido y responsabilidad social; no se trata sólo de hacer llegar el conocimiento a las comunidades, se trata, sobre todo, de producir el conocimiento con las comunidades. Porque como dice Paulo Freire: quien no está dispuesto a aprender, no debería enseñar. Este cambio radical de estrategia redefine los roles del científico social, el sentido mismo de la investigación y los derechos y deberes de las comunidades en función de su patrimonio cultural ancestral.
En la UNEFM promovemos el conocimiento por la experiencia. No se imprimen de igual modo en la memoria y el alma los saberes acumulados en las aulas  o por clases virtuales que aquellos que se fraguan en el campo, en los sitios con Arte Rupestre, con cerámica arqueológica, con la memoria oral, allí donde los testimonios del pasado conviven con los mitos y las comunidades de pescadores, ganaderos y agricultores.
En la elaboración de la Ley de Protección y Promoción del Patrimonio Cultural, Histórico, Arqueológico y Paleontológico correspondió al CIAAP -en su segunda fundación en septiembre de 2015- y al Aula Laboratorio en Restauración y Conservación de Bienes Arqueológicos y Paleontológicos (ALab-CRBAP) constituirse en asesores científicos y en escenarios para la consulta pública de este instrumento legar pionero en la legislación venezolana por cuanto es la primera ley a nivel estadal sobre la materia. En los inicios de la UNEFM, J. M. Cruxent llamó la atención de una ley regional que salvaguardara el patrimonio cultural regional. Casi 40 años después nos ha correspondido tomar ese testigo histórico en la carrera de relevos de las generaciones. Es como un puente entre el primer centro de investigación y el más novedoso de los espacios de formación estudiantil  y comunal en la Universidad. El ejercicio de buenas práctica profesionales orienta el accionar de los alumnos y el personal docente de la UNEFM, casa de estudio que es fruto de las luchas sociales de los falconianos. 
En los médanos de Coro, en el cerro Santa Ana, morada del mítico Capu, en la sierra de San Luis, en la playa de Cucuruchú, en la llanura árida de La Cuiba, los alumnos y los profesores de la UNEFM investigan, documentan y siembran conciencia conservacionista de nuestra herencia ancestral y el patrimonio natural de la Nación, cumpliendo en el campo el lema: la Universidad para el desarrollo integral de Falcón. Retomamos las investigaciones de Cruxent en los yacimientos de tipología paleoindia de Misaray, Baracara, Cayude, en torno al cerro Santa Ana. Así seguimos una tradición que se inicia en nuestros padres fundadores y llega (con la modestia debida) hasta nosotros.
                                                
 Mgs. Sc. Camilo Morón
 Jefe del CIAAP

Coordinador ALab-CRBAP

domingo, 12 de marzo de 2017

El Diccionario como Género Literario





¿Cómo se define a sí mismo el Diccionario? Según el solemne Diccionario de la Lengua Española de  la Real Academia Española, en su primera acepción, es un “Libro en el que se recogen y explican de forma ordenada voces de una o más lenguas, de una ciencia o de una materia determinada.” El carismático Diccionario Ilustrado Sopena de la Lengua Española (250.000 acepciones, 5.000 ilustraciones y 32 láminas), se define a sí mismo de manera más primorosa como un “Libro en que por orden alfabético se contienen y definen o explican todas las dicciones de una ciencia o materia determinada.” Eso de “todas las dicciones” es un desiderátum  jamás cumplido, limitado por la competencia –o incompetencia– del equipo de diccionaristas –a los que el Sopena también llama lexicógrafos–, la extensión del referido libro, los lapsus –de tiempo y  de memoria–, los presupuestos y, finalmente, las simpatías o antipatías de los lexicógrafos.  

En un cuento extraordinario –en el sentido literal y figurado– Gérard Klein define la palabra, esencia del diccionario, como “la sal del aire, el perfume de la boca que se aspira por la oreja” y en ese cuento, al que titula De la Literatura, crea un “poeta del diccionario”. 

Víctor Bravo, coordinador del Diccionario General de la Literatura Venezolana (2013), describe en la introducción una fotografía: “Quiero recordar una famosa foto de Arturo Uslar Pietri, en su biblioteca. En un primer plano, el escritor, trenzado por la reciedumbre, por la particular intuición sobre su presente. Quizás por la angustia. En el fondo, la impresionante biblioteca, con un desorden propio de la incesante lectura, con algunos títulos que logran leerse desde la perspectiva del que ve la foto: el Fausto de Goethe, las Meditaciones del Quijote de Ortega, y el Diccionario General de la Literatura Venezolana, la edición de 1974 preparada por Lubio Cardozo y un equipo de investigadores. Esa elegante  presencia del Diccionario en la huracanada biblioteca de Uslar indica la importancia de esa edición, su gravitación en la cultura venezolana.”

Aquel “poeta del diccionario” del cuento de Gérard Klein, fue en sus definiciones “a veces poético, violento, irónico, impetuoso, elocuente, sobrio, enigmático, hasta francamente oscuro.” Pero siempre fiel a las reglas del género y a su inalterable modelo: “Así señaló el orden inmutable de la definición: la palabra, la etimología, un texto corto, un ejemplo, después una rúbrica variable a manera de moral: (Tecnol.) o todavía (Antig.).”

La Paleoantropología y la Psicología coinciden en que aquello que singulariza al Homo sapiens sapiens, en una remota galería arborescente de antepasados y parientes homínidos, es el pensamiento simbólico, un pensamiento que para cristalizarse requiere de ese símbolo en sí mismo que es la palabra. En Amor y Terror de las Palabras, escribió Briceño Guerrero: “En palabras fui engendrado y parido, y con palabras me amamantó mi madre.” 

Por boca de uno de sus personajes, Klein pregunta: “¿Cuál de nuestros jóvenes que borronean novelitas para impresionar a las mucamas, testimonian ese fervor ansioso por la palabra? ¿Cuál encierra suficiente audacia para crear él sólo, un género en lo imaginario?” Y nos conmina a recordar que “de todas las artes, la más grande porque es la más breve es la definición.” 
                                                                                                                  Camilo Morón


sábado, 11 de marzo de 2017

Elogio del Baquiano





RAFAEL JIMENEZ FAY

Sabiduría de la tierra y de la hierba,
consejo de la sombra en el camino,
voz que viene dando saltos y tumbos
 en la sangre revuelta de los pueblos
y en el cauce torcido de los siglos.

Espada que pende en el cuello del olvido…
para siempre.

Corazón afortunado,
llevado de la mano por la palabra,
desde el Pasado hasta el Presente,
¿acaso al Porvenir?

La Muerte era  su novia prometida.
Ahora -y por mucho tiempo-
la Muerte será su esposa.


Elogio del Baquiano





DON SERGIO VALLES

Sabiduría de la tierra y de la hierba,
consejo de la sombra en el camino,
voz que viene dando saltos y tumbos
 en la sangre revuelta de los pueblos
y en el cauce torcido de los siglos.
Espada que pende en el cuello del olvido…
para siempre.

Corazón afortunado,
llevado de la mano por la palabra,
desde el Pasado hasta el Presente,
¿acaso al Porvenir?

La Muerte era  su novia prometida.
Ahora -y por mucho tiempo-
la Muerte será su esposa.

Falcón: De lo Arqueológico a lo Cotidiano






Hace mucho, mucho tiempo, digamos unos 20.000 ó 15.000 años antes del presente, llegaron a lo que es hoy el Estado Falcón los primeros seres humanos. Eran anatómicamente e intelectualmente modernos, esto es: eran Homo sapiens sapiens. Los datos arqueológicos, lingüísticos  y, más recientemente, genéticos, tienden a agruparse en torno a las fechas de 15 a 20 mil años para la llegada de los primeros pobladores; pero hay investigadores para quienes este acontecimiento pudo haber ocurrido hace 40.000 años y hasta aventuran 50.000 años antes del presente. Digamos, sencillamente, que el debate aún está abierto. 

Poblamiento Temprano: Los Primeros Falconianos (15.000  a.C. – 5.000  a.C.)
Cuando los primeros pobladores llegaron al suelo que hoy llamamos Falcón, el paisaje era muy diferente al de hoy. La línea costera tenía un perfil distinto y es posible que se pudiera llegar caminando hasta lo que son hoy las islas de Aruba y Curazao. La llanura era verde, cubierta de pastos y en ella pastaban manadas de grandes herbívoros como mastodontes, caballos americanos, camélidos. Entre las hierbas, acechaban tigres dientes de sable, osos de hocico corto y jaguares. Los gliptodontes gigantes y los megaterios recortaban la silueta de sus macizas figuras contra los atardeceres de aquellos tiempos ancestrales.

Reclama la fantasía la convivencia de los primeros falconianos con los representantes de la megafauna como el gigantesco mastodonte (Stegomastodon waringi), que era semejante al elefante actual y cuyos huesos han sido encontrados en la Península de Paraguaná, en la tierras de Capatárida, en Muaco y Taima-Taima. Entre los fascinantes representantes de la megafauna extinta que encontraron los primeros falconianos, destaquemos el león  o tigre dientes de sable (Esmilodon sp.) que cazaba en las llanuras y en los bosques. El cachicamo gigante o Gliptodonte (Glyptodon sp.), el perezoso terrestre de grandes dimensiones (Megaterio sp.), falsos camélidos –semejantes al camello– como la macrauchenia (Xenorhinotherium sp.) y camélidos –de la familia del camello– como la llama (Palaeolama major), caballos (Amerhippus), lobos (Canis dirus), hipopótamos sudamericanos (Mixotodon sp.), osos (Arctoterium).

Época Meso-India (5.000  a.C. – 1.000 a.C.)
A lo largo de la costa, los Meso-Indios practicaron la pesca de peces y moluscos, desarrollando así habilidades marítimas que los capacitaron para colonizar por primera vez las islas cercanas. Tanto en Tierra Firme como en las islas, los lugares de habitación de los Meso-Indios están marcados por largos montículos de conchas que muestran claramente su relación con alimentos marítimos. Hay pruebas de agricultura por la presencia de torteros de barro muy similares a los budares que aún se usan en muchas partes de Venezuela para hacer casabe. Ahora hay una variedad más grande de implementos, incluyendo piedras pulidas. Lo más típico son morteros o piedras de moler para preparar las primeras plantas cultivadas. También se encuentran por primera vez vasijas de cerámica, las cuales incluyen jarras  con  impresión de tejidos y decoración geométrica. La cerámica fue usada tanto en objetos utilitarios así como también en urnas funerarias muy elaboradas.

Época Neo-India (1.000 a.C. - 1500 d.C.)
El comienzo de la época Neo-India se ha fijado cuando la agricultura se desarrolla lo suficiente para reemplazar la caza, la pesca y la recolección como medio básico de subsistencia. Esto ocurrió alrededor del año 1.000 a.C. en Venezuela oriental. En Venezuela oriental la yuca continuó siendo el producto básico, pero en el occidente los Neo-Indios prefirieron el maíz, domesticado en América Central, desde donde se dispersó hacia el sur y el este.  El énfasis en la agricultura no ocasionó que los Neo-Indios abandonaran sus medios de subsistencia previamente existentes. Sus asientos costeños están llenos de conchas, lo que significa que siguieron consumiendo productos marinos. Los materiales del período Neo-Indio son ricos y variados.  No sólo incluyen restos de comida, fogones y entierros, sino también construcciones religiosas y residenciales, algunas levantadas sobre montículos. La cerámica está presente en casi todas partes. Otros materiales, tales como hueso, concha, algodón  e inclusive metales son usados para hacer artefactos.  La agricultura los capacitó para desarrollar comunidades más extensas, formas más elaboradas de organización social y política, arte y religión.

Época Indo-Hispana (1500 d.C. - hasta el presente)
Los sitios de esta época que han sido estudiados incluyen no sólo poblados indígenas, sino también misiones y otros asentamientos españoles en los cuales se encuentran artefactos indígenas. Este proceso está documentado de la mejor manera arqueológica en la zona histórica de Coro, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1993.
Las excavaciones pusieron al descubierto no sólo artefactos españoles, sino también cerámica indígena de estilos originales de varias áreas del Caribe. Hay pruebas de que pronto abandonaron estos estilos y desarrollaron una forma nueva de cerámica local. Esta a su vez sobrevive, con escazas modificaciones, a través de la Época Indo-Hispana y aún existe como cerámica rural. Se trata de una de las tantas contribuciones que los indígenas han hecho a la cultura moderna de Venezuela.
Desde comienzos de la Época Indo-Hispana, son traídos a América los primeros esclavizados africanos, quienes contribuirán a la formación de la población y la historia de Venezuela. Con propiedad, esta época debería denominarse Indo-Afro-Hispana. Falcón es uno de los pocos lugares en la Tierra que puede ofrecer testimonios materiales de la presencia humana que se remontan a 15.000 años antes del presente, de manera continua y sin que le falte una página al gran libro de su historia.

Camilo Morón.